Cuando pensábamos que era muy difícil que un paisaje nos sacara un «guau» van los Dolomitas y no solo nos lo sacan, sino que hacen que lo estemos repitiendo durante todo el viaje.
Le Corbusier dijo que sus paisajes eran “la arquitectura natural más perfecta del mundo” y no exageraba.
En nuestra ruta de nueve días por esta zona del norte de Italia descubrimos lagos de colores maravillosos, praderas con un verde imposible, picos que nos transportarían a otro mundo y pueblos que parecían sacados de una postal.
Pero junto con estos increíbles paisajes, los Dolomitas nos pusieron a prueba: prueba de resistencia, de paciencia, de superación, de llorar de emoción y de rabia. Un viaje complicado pero fabuloso.
Estoy deseando contaros toda nuestra ruta ¿Os animáis a ver uno de los lugares más increíbles del mundo?
CUANDO IR
Los Dolomitas tienen la gran ventaja de poder visitarse durante todo el año, eso sí, dependiendo de la época las actividades y rutas a realizar variaran.
Nuestra elección fue el verano, concretamente el mes de julio, ya que queríamos disfrutar de algunas rutas de senderismo en cotas altas que en otras fechas hubieran sido imposibles (por la existencia de nieve).
Además, los refugios donde queríamos alojarnos (para poder fotografiar los amaneceres/atardeceres «in situ») solo abrían en época estival y eran un must del viaje.
Aunque las temperaturas en estas fechas son muy agradables también llueve y hay bastantes tormentas que se forman sobretodo por la tarde (el mes de agosto es peor mes por eso, es preferible ir entre mediados de junio y mediados de julio).
En las zonas de alta montaña el tiempo puede cambiar en cuestión de minutos, por lo que hay que ir preparado aunque sea verano.
En invierno, con la llegada de la «Dama Bianca» el paisaje de Dolomitas se transforma y los apasionados de los deportes de invierno desenfundan sus esquís, tablas o raquetas para disfrutar de ellos (como esquiadora tengo una cita pendiente con Dolomitas en esta época, tiene que ser impresionante esquiar en el dominio Dolomiti Superski).
La primavera y el otoño son épocas ideales para poder admirar los diferentes colores o floraciones del lugar, pero puede haber problemas de nieve en cotas altas.
DATOS PRÁCTICOS
– Ruta: La distribución del viaje la hicimos de la siguiente forma:
- Día 7: Lago di Braies – Chiesa Sta Madalena Bressanone – Chiesetta Di San Giovanni In Ranui – Chiusa
– Vuelo: En nuestro caso volamos con Ryanair en vuelo directo desde nuestra ciudad a Bérgamo.
Los aeropuertos más cercanos y que también estuvimos valorando fueron Venecia y Milan, pero finalmente optamos por Bérgamo ya que era la opción más cómoda y económica (a dos horas y media de Bolzano, nuestra primera parada del viaje).
– Visado: Los españoles no necesitamos tramitar ningún visado para acceder al país. Debemos presentar el pasaporte o el DNI con una vigencia mínima de 6 meses.
Si no pertenecéis a la Unión Europea consultad los requisitos y trámites.
– Seguro: En esta ocasión decidimos contratar el seguro Iati Mochileros ya que queríamos que nos cubriera actividades de aventura, trekkings, búsqueda y salvamento y como íbamos a hacer varias rutas de montaña no queríamos arriesgarnos (de hecho, con el incidente que después leeréis en Sorapis pensé mucho en el seguro, y aunque aunque no nos hizo falta, con las malas condiciones de bajada podría haber pasado cualquier cosa.
Si accedéis a través de este enlace o pincháis en a foto, tendréis un 5% de descuento.
– Coche de alquiler: El coche elegido fue un Fiat 500X, un SUV pequeño que reservamos con la compañía Sixt.
Actualmente no hay roaming para los miembros de la UE, por lo que si eres español puedes utilizar en tu móvil la app Google Maps (os recomiendo descargarla y llevar los mapas de las zonas que vayáis a visitar descargados en la opción «sin conexión») sin coste adicional.
Con esta app el GPS no es necesario y os ahorrareis ese dinero (nuestro coche lo llevaba incorporado pero no nos cobraron ningún extra por el).
Para buscar el coche usé el comparador de la web bsp-auto y el seguro lo contraté con ellos ya que era más económico. Por suerte no lo usamos.
El mostrador de Sixt en el aeropuerto de Bérgamo- Orio al Serio está dentro de la terminal y el parking con el coche a escasos metros de la salida.
Para conductores Españoles no es necesario llevar el carnet de conducir internacional, con el del país de origen es suficiente. Si tenéis alguna duda o sois de otra nacionalidad preguntad a la compañía de alquiler directamente para poder solicitarlo con anticipación en caso de que fuera necesario.
– Peajes: Durante nuestra ruta por Dolomitas pasamos por varios peajes. Su funcionamiento es muy sencillo: debéis colocaros en uno de los carriles que indique «biglietto Ticket», coger el ticket a la entrada del peaje y guardarlo hasta la salida, donde se puede pagar con tarjeta o con efectivo. Os dejo una foto para que lo veáis y os sea más fácil identificarlo.
– Hoteles: Como siempre señalo, este apartado es muy subjetivo, lo digo para que nadie lo malinterprete.
Para mí un viaje no es solo las cosas que se ven, sino también dónde se duerme, es un todo y en este viaje teníamos varios alojamientos especiales reservados.
Los hoteles los reservé con Booking y en los refugios hice la reserva a través de sus respectivas webs (solamente en el refugio de Fermeda me solicitaron pago por anticipado vía transferencia).
Es cierto que llevar el alojamiento previamente reservado le resta flexibilidad a la ruta, pero teniendo una semana para visitar Dolomitas no podíamos permitirnos quedarnos en un sitio más tiempo para esperar a que por ejemplo el tiempo mejorase o hacernos muchos kilómetros para ir a otro lugar donde luciera el sol.
Preferí arriesgarme y tener todo reservado. Los refugios son verdaderas maravillas y no puedo hacer otra cosa que recomendarlos al 100%, lo mejor del viaje lo vivimos en ellos y te arriesgas a que no haya camas si no los llevas reservados con anticipación.
– Comida: Como hemos hecho otras veces, en la maleta metimos embutido (lomo, jamón, salchichón y chorizo) para hacernos bocadillos y comer en los trekings. No tuvimos ningún problema en el aeropuerto.
En los supermercados italianos hay de todo pero nosotros preferimos llevarnos provisiones desde España para garantizarnos unos buenos bocatas «made in Spain» y despreocuparnos de este tema.
Mucho cuidado con las horas de cierre, que en los pueblos de Dolomitas no cierran a las diez de la noche como en España.
Cenar en restaurantes, por lo general, no es muy caro y salvo en los refugios, que teníamos la cena incluida, buscamos restaurantes típicos para probar la comida local y no penséis que es la pizza (que también comimos).
Pudimos probar el Strudel di mele, un postre con masa enrollada y relleno de manzana, pasas, piñones y canela riquísimo y que hizo que buscara su receta para hacerlo en casa, o los famosos Canederli que parecen albóndigas pero no lo son ya que no llevan carne sino migas de pan duro, leche, huevo, perejil y, a menudo, espinacas y queso.
El speck es el jamón crudo ahumado típico de la región que también está riquísimo y el gulash, del estilo de nuestra carne guisada.
– Excursiones/Entradas: Todos los recorridos los hicimos por nuestra cuenta y lo que sí que pagamos fueron los telesillas o teleféricos que nos llevaban a los inicios de algunos trekings (Vajolet 1-2, Col Raiser y Seceda). Los precios y horarios (muy muy importante ver la hora de la última subida, porque suele ser temprano) los podéis ver en sus respectivas páginas webs: valdifassalifts y colraiser
Si subís con vuestro propio vehículo a Tre Cime Di Lavaredo hay que pagar en la caseta de control que hay en la entrada de la carretera (30 euros por coche precio de 2019). También está la opción gratuita de subir andando (en mi opinión no compensa, es demasiado tiempo y esfuerzo) o en autobús (con horarios restringidos, os dejo información en este link.
Nosotros preferimos pagar y subir con nuestro coche ya que teníamos reserva para dormir en el refugio Antonio Locatelli y lo íbamos a amortizar (y así íbamos más tranquilos con el equipaje y los horarios).
En Alpe di Siusi (Seiser Alm) el tráfico de vehículos está restringido de 9 de la mañana a 5 de la tarde y hay que coger un teleférico, pero como nosotros llegamos fuera de ese horario y dormimos en la parte alta (una vez pasado el control) no tuvimos problema. El hotel nos dio un permiso para poder circular a la mañana siguiente hasta el parking de Compaccio/Compatsch). Si no fuera vuestro caso, o vais antes de esta hora o deberéis pagar el precio del teleférico (las multas por circular fuera de este horario son elevadas).
– Webs de interés: Cuando las actividades son al aire libre es importante saber qué tiempo va a hacer y para ello consulté principalmente dos webs: dolomitimeteo y eltiempo
También llevé apuntadas las horas del amanecer y del atardecer para saber la hora a la que debíamos estar en cada lugar. Estas horas las consulté en la web www.sunrise-and-sunset.com
EQUIPO
Julio pese a ser un mes de verano puede hacer de todo: sol, lluvia, niebla, granizo… Por ello, el sistema de capas es el más recomendado.
En nuestro caso llevamos un pantalón y una chaqueta impermeable, un pantalón corto, unas mallas de montaña, un polar, una chaqueta ligera, varias camisetas de manga corta y cuello cerrado (para evitar quemaduras de sol), guantes y una braga para el cuello para las sesiones fotográficas al amanecer/anochecer, botas de monte impermeables, funda impermeable para la mochila y bolsas impermeables para lo que se lleve dentro (muy importante, si llueve hay que tener la ropa de recambio seca), un plumas ligero como capa de abrigo, gafas de sol, paraguas, cantimplora, gorra, crema del sol (muy importante), y lo habitual para los momentos de «no monte»(vaqueros, camisetas, zapatillas deportivas, bañador si tenéis piscina en algún hotel u os queréis bañar en algún lago…).
¡Ah! yo también me llevé unos tapones para los oídos (para poder dormir en los refugios con habitación compartida por si había algún «roncador» jejeje) y una batería portátil para poder recargar el móvil.
En cuanto a los medicamentos, el botiquín típico de antidiarreicos, paracetamol, Frenadol por si nos cogíamos algún resfriado, ibuprofeno, tiritas, gasas, betadine por si había algún percance en la montaña etc. No tuvimos que usar nada por suerte.
Hay que llevar dinero en efectivo ya que en los refugios no aceptan tarjetas, por lo que tened esto en cuenta y calculad bien el efectivo para no llevaros ninguna sorpresa. Hay cajeros automáticos en los pueblos, pero yo preferí llevar el dinero para estos gastos apartado y así evitar imprevistos (cajero sin efectivo, se traga la tarjeta etc).
Los enchufes en dolomitas son iguales que en España, aunque en algunos alojamientos tuve que enchufar el secador (que tiene unas clavijas más gordas que por ejemplo el cargador del móvil o de las baterías de la cámara) en el enchufe de la TV porque en los de la habitación no entraba, eran más estrechos.
Si hablamos del equipo fotográfico llevamos nuestras cámaras: una Canon 70D y una Canon 6D.
En cuanto a objetivos llevé mi trío de ases: un objetivo gran angular (10-18 mm) para los paisajes, un teleobjetivo (55-250 mm) para animalitos o detalles que se quisiera sacar en primer plano y el 18-55 mm para las tomas intermedias.
Mi espalda sufrió de lo lindo pero cargué con el trípode para poder fotografiar los atardeceres/amaneceres.
Se me olvidó en casa mi filtro degradado para evitar la sobreexposición del cielo en las fotografías de paisaje. Metí por error el polarizado, que no era el que quería.
Baterías y tarjetas de memoria completaban el pack fotográfico.
Y después de estas indicaciones, vamos a lo importante, a detallaros y enseñaros todas nuestras aventuras (que ha habido muchas, ya os lo adelanto) por Dolomitas ¡Allá vamos!
GUÍA DE VIAJE A DOLOMITAS
DÍA 1: ESPAÑA, BÉRGAMO, BOLZANO, SIUSI
Dos horas y media separan el aeropuerto Orio al Serio de la preciosa ciudad de Bolzano, pero antes debíamos parar a comprar suministros para los próximos días (agua, fruta, pan para los bocadillos y algo de picoteo) y para ello paramos en un supermercado de la cadena Aldi cercano al Lago di Garda, concretamente en Peschiera del Garda. No nos desviábamos mucho de la ruta y así ya nos quitábamos ese «cuidado» para los siguientes días.
Comenzaban las tan esperadas vacaciones de verano, y con ellas los preparativos de maleta previos, los nervios de tener todo a punto y las cosquillas en el estómago por saber si lo que con tanto mimo había preparado saldría bien.
El vuelo fue corto y muy cómodo, ya que como os he comentado, era directo desde nuestra ciudad al aeropuerto de Bérgamo Orio al Serio.
Llegamos puntuales y nos dirigimos al mostrador de Sixt (dentro de la propia terminal, no hay que coger ningún autobús) la compañía de alquiler de coches que habíamos elegido.
Hicimos todo el papeleo y nos indicaron dónde debíamos recoger el coche (el parking de recogida está al salir de la terminal a mano derecha, se llega muy rápido andando, no hay que coger ningún autobús).
Con todo preparado y con el coche a punto comenzaba nuestro road trip por Dolomitas. Primera parada: Bolzano, puerta de entrada a los Dolomitas.
A Bolzano no llegábamos lo suficientemente pronto como para ver algo abierto, pero si que nos dio tiempo a dar una pequeña vuelta por el centro (ojo con el aparcamiento, hay zonas de tráfico restringido y multas si circulas por ellas) e ir a cenar.
La ciudad está muy cuidada y merece la pena dar un paseo para admirar sus bonitos edificios, ver su casco antiguo ( Via del Portici, Via dei Bottai, Piazza delle Erbe y Piazza Walther entre otras), el Duomo o la Chiesa dei Domenicani y sus preciosos frescos.
El Museo Archeologico dell Alto Adige es otro imprescindible, ya que allí podréis conocer a Ötzi, la momia humana natural más antigua de Europa (3.255 a.c.) descubierta en 1991 por dos alpinistas alemanes en los Alpes de Ötzal (de ahí su apodo).
Como curiosidad (estuve leyendo sobre el tema porque me parecía muy interesante) los investigadores indicaron que Ötzi medía aproximadamente 159 cm de altura, tenía 46 años cuando falleció y había pesado unos 50 kg (cuando lo descubrieron pesaba 38kg). Además, descubrieron que era intolerante a la lactosa, tenía artritis, caries, enfermedad de Lyme y tenía parásitos intestinales.
Es increíble que después de tantos años se pueda saber todo esto de una persona. Dicen que el frío conserva y en este caso así fue, ya que gracias a la momificación de su cadáver por el frío extremo y perpetuo de la zona pudieron obtener todos estos datos.
Después de un breve paseo nos dirigimos a Batzen Brau, el restaurante más cercano a la zona donde habíamos aparcado y que estaba abierto a esas horas. No queríamos perder mucho tiempo ya que debíamos continuar el viaje hasta el hotel y además al día siguiente tocaba madrugar.
Cenamos en el patio del restaurante y nos decidimos por una cazuela para compartir compuesta por salchichas, costilla, patatas, codillo y canederli, como veis, ya empezamos a degustar la comida local de la zona acompañada de una buena cerveza (hecha por ellos, si no tenéis que conducir podéis probar una degustación de seis tipos de cervezas).
No fue la mejor cena de mi vida (porque a mí me pareció que la comida estaba recalentada) pero el ambiente y la buena temperatura hizo que la cena fuera muy agradable.
Con el estómago bien lleno y con un poco de pereza por tener que continuar con el viaje pusimos rumbo a nuestro primer hotel en Dolomitas.
El Hotel Schmung nos esperaba y este no era un hotel cualquiera, ya que no todos los días se despierta una con vistas al prado alpino más grande de Europa.
Nos decidimos por este hotel no solo por las increíbles vistas, su bonita decoración o la buena puntuación, que también, sino principalmente por su ubicación.
Toda la zona de Alpe di Siusi (o Seiser Alm) es de tráfico restringido, es decir, NO se puede acceder con el coche más allá de la estación de peaje de San Valentino de 9 a.m a 5 p.m, por lo que si dormíamos en Bolzano y queríamos ver el amanecer (5:43 a.m) deberíamos dejar el hotel demasiado pronto e ir de noche. No íbamos a dormir ni 4 horas y al día siguiente teníamos un treking duro, por lo que no era una opción.
Además, cuando vimos que alojándonos en un hotel pasada la zona de control podíamos circular entre esas horas sin problema ni nos lo pensamos, reserva directa.
Os matizo lo de «poder circular»: el hotel nos redacto un permiso para que pudiéramos circular por la zona con nuestro coche sin problema pero no podíamos acceder más allá del parking de Compatsh, si lo hacíamos, nos arriesgábamos a multas altas. Llegar a este parking en 1 minuto desde el hotel era más que suficiente para lo que queríamos (fotografiar el amanecer en Alpe di Siusi).
Si no os alojáis pasado el puesto de control deberéis cruzar por él antes de las 9 a.m o subir en las cabinas.
Os dejo el enlace a la página web de la oficina de turismo de Siusi por si necesitáis mirar horarios o tener información de la zona seiseralm
Estábamos agotados, por lo que a la camita directos que nos esperaba un gran día.
DÍA 2: SIUSI, CHIESA DI SAN VALENTINO, CAREZZA, VAJOLET
Sonó el despertador…¡que sueño! cinco horas habíamos dormido y las sábanas «se pegaron» y nos dormimos ¡que desastres! El amanecer en Siusi era a las 5:45 y debíamos habernos levantado a las 4:30 para ir con tiempo, pero remoloneamos hasta las 5:00.
Lo primero que hice fue mirar por la ventana de la habitación y ¡madre mía! que espectáculo veíamos ya desde aquí. Salí a la terraza y estuve un buen rato sacando fotos, no pude resistirme. El sol estaba ya iluminando el cielo y todo me parecía precioso.
Cogimos el coche y subimos hasta el parking de Compatsh. Aparcamos sin problema ya que estábamos totalmente solos (bueno, con la compañía de un conejo jajaja) y comenzamos a caminar.
Pronto aparecieron las primeras imágenes de postal y un fenómeno que no pensábamos ver nada más comenzar el viaje: la enrosadira. Y nos quedamos sin palabras, primer «guau» del viaje.
Y os preguntareis ¿ que es eso? Para los que nunca hayáis oído hablar de ella, la enrosadira es el nombre que recibe el fenómeno por el cual la mayoría de los picos de los Dolomitas, al amanecer y al atardecer, adquieren un color rosado / rojizo, que gradualmente se vuelve púrpura. El motivo de este color se debe al carbonato de calcio y magnesio de la dolomita, el mineral que se encuentra en grandes cantidades en las paredes rocosas de los Dolomitas. Enrosadira es un término del Ladin (lengua antigua de los habitantes de Dolomitas) que literalmente significa «hacerse rosa» y os aseguro que os dejará sin palabras, como nos dejó a nosotros.
Esta es la explicación real, pero en Dolomitas abundan las leyendas y este fenómeno tiene la suya (tiene varias versiones) : «Cuenta la leyenda que el rey Laurino, rey de los enanos que vivían en las cuevas de los Dolomitas, había logrado cultivar un jardín de rosas en las profundidades de la tierra. Su hija, la bella princesa Ladina lo cuidaba junto con su padre (el nombre alemán de Catinaccio es Rosengarten, «jardín de rosas»).
Un día, el príncipe Latemar, soberano de la montaña homónima, pasó por allí y viendo el jardín de rosas se preguntó cómo podrían crecer en un lugar tan salvaje e inhóspito, por lo que decidió acercarse. Así vio a la princesa Ladina, intentando como todos los días tratar las coloridas plantas, se enamoró de ella perdidamente y la secuestró. Cuando el rey Laurin se enteró de que le habían quitado a su hija, a quien amaba más que a nada en el mundo, lloró sin parar y, antes de morir de pena, maldijo las flores que habían revelado la posición de su reino y había provocado el secuestro de Ladina. Después, ordenó que todas las rosas nunca volvieran a florecer, ni de día ni de noche, y desapareció. Pero, en esa desesperación, se había olvidado del amanecer y del ocaso, que desde entonces cubren las montañas con rosas de colores desde el principio y el final de cada día».
No había niebla baja densa, no sabemos si por ser ya algo tarde o porque el día era soleado a tope y solo había una pequeña nieblina por algunas zonas, pero aun así el paisaje era precioso y el hecho de ir completamente solos, sin ningún ruido más que el canto de los pajarillos le daba un toque mágico al inicio del día.
No hay un sendero concreto en esta zona, yo al menos no logré encontrar ningún tipo de información que indicara desde dónde había que sacar las típicas fotos de las cabañas de madera, por lo que caminamos por donde nos pareció y fuimos capturando estas preciosas estampas que veréis a continuación.
Estuvimos caminando y sacando fotos más de una hora, el paisaje no dejaba de alucinarnos, miráramos donde miráramos era un espectáculo.
Había visto muchas fotografías de esta zona, pero ver con mis propios ojos estas estampas tan idílicas fue un momentazo.
Cuando ya teníamos la tarjeta a tope decidimos volver al hotel a desayunar. Había que coger fuerzas para el desafío que teníamos por delante aunque nos daba una pena enorme dejar esto.
¿Qué os parecen las vistas desde nuestra mesa de desayuno?
Cuando terminamos de desayunar fuimos a la habitación, preparamos la maleta y salimos un rato a las tumbonas de la terraza a descansar y despedirnos de estas increíbles vistas.
Siusi nos había enamorado, sin lugar a dudas nuestra primera imagen de Dolomitas no podía haber sido mejor.
Hicimos el check out, metimos las maletas en el coche y nos dirigimos a la segunda visita del día (aunque parecía que llevábamos ya mil años despiertos jajaja): la Chiesa di San Valentino, a escasos 15 minutos del hotel.
No sabíamos muy bien donde aparcar, allí no vimos ningún lugar señalizado como parking y había varias propiedades privadas donde no nos parecía correcto dejar el coche, por lo que finalmente lo dejamos a un lado de la carretera (dejábamos paso a los coches aunque no estábamos muy convencidos de si estaba bien o no, en la foto podéis ver nuestro cochecito).
Esta pequeña iglesia, rodeada de prados y unas imponentes vistas al macizo Sciliar nos dejó impresionados. Nunca habíamos visto una iglesia así, con una especie de «bulbo» en lo alto de su campanario, muy diferente y muy bonita.
No tardamos ni medio segundo en desenfundar las cámaras y comenzar a fotografiarla desde todos los ángulos (me habría encantado fotografiarla al atardecer, pero no pudo ser, para otra vez).
La leyenda cuenta que un toro comenzó a cavar en la colina sobre San Valentino, hasta que llegó a una campana. Esta campana, que todavía se conoce hoy en día como «Toro di San Valentino», fue llevada a la Iglesia de San Valentino, donde se dice que su sonido aleja el mal tiempo.
La iglesia está dedicada a San Valentín de Terni y destacan sus frescos de los siglos XIV y XV, especialmente la representación de los Reyes Magos en el paisaje del Alpe di Siusi.
Después de hacerle un bonito book a la iglesia volvimos al coche. Nos esperaba nuestra siguiente parada en el camino: Carezza (o Karersee en Alemán) pero por el camino no pudimos resistirnos a parar y fotografiar esos puntos que no aparecen en ninguna guía pero que tienen mucho encanto. No olvidéis que en Dolomitas es imprescindible ir mirando por la ventanilla.
En menos de una hora las famosas agujas del Latemar nos sacaron otro «guau». Que preciosidad de montañas, se me dislocaba el cuello de tanto mirarlas.
Nos dirigimos al aparcamiento (de pago) y cámara en mano, caminamos desde el parking hasta la plataforma que han construido para observar el conocido lago Carezza (pasando por varios restaurantes y tiendas).
La soledad de la mañana en Suisi y San Valentino no la tuvimos en Carezza por ser medio día, pero tampoco estaba tan masificado como me esperaba.
El pequeño lago alpino de aguas transparentes y colores vibrantes llama mucho la atención, pero para mí, es el telón de fondo del Latemar y el reflejo de la silueta de sus agujas en sus aguas lo que lo hace especial. Un paisaje que parece sacado de un cuadro, tan perfecto y tan idílico.
Además, los colores del lago (también llamado lago del arcoíris) tienen una bonita leyenda detrás y es que se dice que en el lago vivía la ninfa Ondina, que deleitaba a todos los que por allí pasaban con su música. Cuando el brujo de Masaré la oyó cantar se enamoró de ella e intentó conquistarla utilizando sus poderes, pero no lo consiguió. Pidió ayuda a la bruja Langwerda que le aconsejó disfrazarse de vendedor de joyas, crear un arcoíris del Cantinaccio al Latemar y luego ir al lago para atraer a la ninfa y llevársela. El brujo creó un bello arcoíris pero olvidó disfrazarse por lo que la ninfa al verlo se dio cuenta de quien era y se sumergió en las aguas del lago para nunca más volverse a ver.
Dimos una vuelta al lago para poder verlo desde diferentes ángulos (aunque con la tala que están haciendo del bosque se ven partes muy «desnudas») y volvimos al coche (por cierto, hay baños gratuitos en el túnel) para preparar nuestros bocadillos y comerlos allí tranquilamente. Además lucía mucho más el sol que cuando llegamos así que pudimos ver las diferentes tonalidades del agua del lago (de verde pasó a azul turquesa).
Para poder apreciar los colores del lago tiene que lucir el sol y para poder ver los reflejos sus aguas tienen que estar calmadas.
Las fotos que he visto con niebla baja también son muy bonitas, al amanecer y al atardecer la luz es muy especial, pero como el tiempo no se elije ni se puede estar en todos los lugares a las horas ideales, disfrutad de Carezza de todas formas, es un imprescindible de Dolomitas.
Tocaba volver al coche y conducir durante veinte minutos para llegar hasta lo más esperado de este viaje por Dolomitas: ¿Tre Cime? ¿Sorapis? Noooo, frío frío. Lo que más ganas y más ilusión tenía por ver eran las Torres de Vajolet.
Desde que las descubrí supe que no podíamos perdernos ese espectáculo de la naturaleza. Y no solo por las torres en sí, sino por dónde se encontraban y por el reto que iba a suponer llegar hasta ellas. Ese reto quería conseguirlo y no era negociable.
No es un lugar que mucha gente incorpore en su ruta por Dolomitas y no encontré mucha información sobre él, por lo que voy a intentar daros todas las indicaciones para que si os quedáis tan fascinados como yo lo hice con estas torres os resulte lo más fácil (es un decir, porque supone realizar un treking exigente) llegar hasta ellas.
Optamos por dejar el coche en el parking de Pera Di Fassa. No hay que pagar nada y está justo al lado del primer telesilla.
Preparamos la mochila, nos cambiamos de ropa y cargados como mulas fuimos a la taquilla para comprar el ticket combinado de los telesillas Vajolet 1 y 2 (compramos ida y vuelta). Se puede subir andando pero con la paliza que teníamos después acortar este tramo era fundamental (ojo con las horas de cierre de los telesillas, que suele ser temprano, informaros antes). También se puede subir hasta el Rifugio Gardeccia en autobús, pero después de estar esperando un rato no vimos ninguno y al conductor que preguntamos no supo decirnos, por lo que optamos por los telesillas (que además me encantan).
He de reconocer que estaba nerviosa, impaciente, ilusionada porque hacía buen tiempo y el pronostico era de cero lluvias (algo muy muy importante para hacer este treking) pero también un poco asustada por la hora que era (para variar se nos había hecho tarde) y por el esfuerzo que iba a suponer el treking de 4 horas (solo ida) hasta llegar a las torres.
Y os preguntareis ¿y dónde dormíais? Este era la segunda parte de esta fascinante etapa: dormir en el Rifugio Re Alberto I, para mí equiparable a un hotel de mil millones de estrellas, un lugar impresionante, después lo veréis.
Y empezaba la aventura.
No sé que tienen los telesillas que siempre me trasmiten paz, quizás sea por el silencio, por sentir el aire de las montañas y estar rodeada de naturaleza (en invierno cuando esquiamos es la misma sensación), pero los dos trayectos me encantaron. El paisaje era espectacular, las montañas que nos rodeaban impresionaban. Sin duda Dolomitas es eso, montañas fascinantes, no me cansaré de repetirlo.
Después de realizar los dos trayectos sentaditos y bien cómodos en el telesilla nos bajamos, aprovechamos para ir al baño (hay baños en Vajolet 2) y nos pusimos en marcha para realizar el primer tramo del recorrido: Rifugio Gardeccia.
Este primer tramo apenas tiene desnivel, se llama el Sentiero delle Leggende, es muy tranquilo, caminas a través del bosque y hay paneles donde se cuentan leyendas relacionadas con la zona (como por ejemplo la que os contaba de la enrosadira y el Re Laurino) muy interesantes si vais con niños.
Aunque este primer tramo no fue duro, el peso que llevábamos hizo que empezáramos a notar el cansancio (no os he especificado, pero cargamos con los dos equipos fotográficos y sus respectivos objetivos, los trípodes y lo básico para hacer noche en el refugio: saco de dormir, ropa térmica, camiseta para cambiarnos, calzado para el refugio ya que no se puede entrar en él con botas, agua, mini neceser y capa de abrigo para las horas de fotografía de amanecer/anochecer).
En el Rifugio Gardeccia buscamos el sendero 546 (desnivel positivo 250m aprox) que en una hora nos conduciría hasta el Rifugio Preuss, a los pies del inmenso muro del Catinaccio.
Leímos que era un cómo camino de tierra y nos pensamos que ese tramo iba a ser igual que el anterior ¡craso error! Alucinamos en colores con la subida, a mí en vez de 250m ¡me parecieron dos mil! La última cuesta antes de llegar a Preuss fue demoledora, encima como íbamos con el tiempo justo para llegar antes de que anocheciera (además no sabíamos qué nos íbamos a encontrar en el último tramo, que era el complicado) nuestro ritmo era alto.
Pese a lo duro de la subida, las vistas que teníamos hacían que sacáramos fuerzas. Apenas había gente en el camino, el sol estaba ya más bajo y la luz cada minuto que pasaba era más bonita. ¿Encontráis en la foto el Rifugio Preuss?
¿Y las Torres de Vajolet?
El Rifugio Preuss ubicado a 2.243 metros y encaramado a una roca es fotogénico a más no poder. Está dedicado a Paul Preuss (de ahí su nombre) famoso escalador de la década de 1900 y precursor de la escalada libre. Os dejo el enlace a su página web por si quisierais dormir allí: www.rifugiopaulpreuss.com
Cuando lo ves desde abajo parece que nos vas a llegar nunca, pero poco a poco el camino te va acercando a él y lo vas admirando con más detalle.
Cuando lo tuvimos en frente exclamamos ¡por fin! Eso si, muy bajito porque no teníamos ni aire jajaja.
Llegamos totalmente derrotados y aunque la hora seguía apremiando debíamos descansar, era imposible continuar sin parar un poco.
Decidimos avanzar hasta el Rifugio Vajolet (al lado de Preuss) y allí dejamos las mochilas, nos pedimos un poderoso Red Bull y en su terraza estuvimos un rato recuperando el aliento y disfrutando del paisaje.
Os dejo la web de este refugio por si quisierais alojaros en él: www.rifugiovajolet.com
Por delante teníamos dos horas más de caminata (son aproximadamente cuatro horas en total), la última etapa para llegar al Rifugio Re Alberto I.
Dejando atrás el Rifugio de Vajolet buscamos el sendero 548, sendero que recorreríamos muy brevemente ya que debíamos coger la bifurcación para acceder al sendero 542 (desnivel positivo 400 m aproximadamente).
Pero aquí sucedió algo gracioso y poco común en los viajes. Cuando vimos hacia donde señalaba el sendero nos dijimos: no, no puede ser, cómo vamos a subir por ahí, es imposible, mira bien Google maps por si el cartel está mal, jajaja. Ilusos.
Eso no suele pasar porque antes de ir a un lugar vemos todo por internet, pero esta parte del recorrido no la habíamos visto, era nuestra primera imagen y estábamos alucinando en colores.
Ante nuestros ojos un desfiladero, ningún camino, solo rocas y encima, un cartel que indicaba que el camino era solo apto para excursionistas expertos. Bien. Y nosotros con mil kilos a las espaldas, habiendo dormido solo cinco horas y sin parar durante todo el día. Bien.
Pero debíamos avanzar, superar nuestros miedos e incertidumbres y adentrarnos en la aventura del viaje, solos (porque no había nadie al ser tan tarde) y a contrarreloj.
Nada más empezar primer obstáculo: una roca totalmente plana sin apoyo estable para los pies y un cable acerado a la altura de los tobillos para agarrarnos ¿Pero como íbamos a pasar por allí? Pues bueno, pasamos. El resto del camino fue ir siguiendo las marcas rojas y blancas que había pintadas en las rocas, escalando como cabras, agarrándonos a los cables como alma que lleva el diablo en los tramos más complicados y descansando de vez en cuando.
Antes os comentaba que era muy importante que durante este treking no lloviera (tanto en la subida como en la bajada) y es que como veis la lluvia complicaría aún más el camino (de hecho, al inicio del verano hay todavía bastante nieve) y para nuestro nivel (que no somos montañeros expertos) sería un problema.
Continuamos por el «camino» del desfiladero formado entre las Torres de Vajolet y Punta Emma y no os podéis ni imaginar que subidón fue ver asomando tímidamente entre las rocas el Refugio Re Alberto I.
Íbamos agotados, sudados, con dolor de todo pero cuando lo vimos nos emocionamos tanto que subimos mucho más rápido y con más ganas que nunca.
Llegábamos bien de hora (bueno, límite pero no tarde) e íbamos a poder cambiarnos, cenar y salir a ver la puesta de sol. Plan perfecto.
Cuando llegamos y nos encontramos con el refugio y aquel paisaje lunar de la Conca del Gartl, el jardín de rosas del rey Laurino de la leyenda que os contaba antes, nos miramos diciendo: «guau» esto es espectacular. De fondo estaba la pared norte del Cantinaccio, a la derecha las Torres de Vajolet y a la izquierda el Rifugio.
Lo habíamos logrado, aquello era aún más impresionante que en las fotos, mi ilusión del viaje se había hecho realidad y la tenía frente a mí, no había palabras. Como os suelo decir en mis relatos, hay lugares que se quedan grabados, que te impresionan tanto que te emocionas y las Torres de Vajolet son uno de esos lugares mágicos en la tierra.
¿Os he convencido para incluirlas en vuestra ruta por Dolomitas? ¿Todavía no? Pues seguid viendo las fotos a ver si con ellas os termino de convencer 🙂
Nos acercamos al refugio, nos quitamos las botas (algo obligatorio) y preguntamos por nuestra reserva.
Las habitaciones estaban en la planta de arriba y aunque habíamos solicitado una habitación doble privada (el baño es compartido) no sabíamos si respetarían esto o no (era la primera vez que dormíamos en un refugio de montaña así).
Nos acompañaron a la habitación y ¡era la doble privada! que ilusión nos hizo.
Pero no os he dicho lo mejor de la habitación (a parte de no compartirla con nadie): las vistazas a las torres desde la ventana. Podíamos contemplarlas desde nuestra litera, sin movernos de la cama, una pasada.
Nos quedamos allí abobados un rato mirándolas y descansando un poco. Pero era la hora de cenar, por lo que nos aseamos y nos cambiamos y bajamos al comedor con la intriga del menú del refugio.
La habitación nos encantó y el refugio también, todo super limpio, ordenado y el personal muy amable. Pagamos antes de nada (en efectivo, muy importante esto, allí no aceptan tarjetas) y nos indicaron en qué mesa sentarnos (mesa compartida con el resto de montañeros). El menú: pasta a la boloñesa y gulash de primero y salchicha con patatas y col y polenta con guiso de segundo. El postre fue crême brûlée, todo muy rico.
Ya más descansados y con el apetito saciado, cogimos el equipo, nos abrigamos y decidimos salir a ver la puesta de sol desde la base de las torres.
Poco a poco el sol fue iluminándolas. Había más gente en la base pero reinaba el silencio. Yo creo que todos estábamos disfrutando del espectáculo y no apetecía ni hablar. Solo mirar y disfrutar de aquellos instantes hasta que reinara la oscuridad. Porque cuanto más bajaba el sol, más bonita era la estampa.
¿Os habéis fijado en el detalle del refugio? Sonríe hasta él por estar en ese lugar 🙂
Nos quedamos solos arriba y cuando ya se hizo totalmente de noche, sacamos nuestros frontales y bajamos al refugio.
Había sido un día muy largo y muy cansado, nos metimos en los sacos de dormir y pusimos el despertador muy temprano. Al día siguiente tocaba espectáculo de nuevo.
DÍA 3: VAJOLET, MOENA, ALLEGHE, PASSO FALZAREGO, LAGO GHEDINA
5 a.m suena el despertador. Sueño infinito pero no podíamos remolonear como el día anterior y que se nos pasara la hora. Aquí no. Además anunciaban muy buen día, por lo que el tiempo nos acompañaba.
Salimos del saco, nos cambiamos, pasamos fugazmente por el baño (desierto a estas horas), nos pusimos nuestras botas y salimos del refugio para fotografiar el amanecer, el momento más especial de este lugar.
Estábamos solos (cosa que nos sorprendió) y comenzamos a subir camino del Passo Santner (allí se encuentra el Rifugio Santner, a 2.730m, cerrado actualmente) pero sin llegar hasta él (caminamos muy poquito, lo necesario para ganar algo de altura y perspectiva).
Montamos el campamento base, nos sentamos a comer algo y fuimos sacando fotografías y viendo cómo el sol empezaba a asomarse.
Pero todavía era pronto, por lo que cambiamos de emplazamiento para sacar unas fotos desde el lugar donde el día anterior habíamos visto el atardecer. Magnificas vistas nuevamente.
Tocaba moverse a la posición inicial para tener la tan ansiada foto. Tened en cuenta que dependiendo de la fecha en la que vayáis el sol saldrá desde un lado u otro, no sale siempre desde donde veis en mis fotos. Y también, dependiendo de la época encontrareis un precioso «lago» al lado del refugio desde donde podréis hacer unas maravillosas fotografías jugando con los reflejos del agua. Nosotros cuando fuimos ya no estaba, había habido una ola de calor unas semanas antes, por lo que tanto el camino de subida (que suele haber nieve) como este lago, estaban secos.
El sol comenzaba a salir detrás de las altas y majestuosas Torres de Vajolet, todo un espectáculo.
La verdad es que por muchas fotos que ponga ninguna va a hacer que sintáis lo que se vive en ese momento, por lo que no os lo penséis, coged fuerzas, liaros la manta a la cabeza (o más bien los trastos a cuestas) y no os perdáis este paisaje único e impresionante que hay en Dolomitas.
Torres de Vajolet, nos volveremos a ver algún día.
Después de hora y media de sacar fotos «fresquitas» bajamos al refugio a desayunar. Un desayuno igual de bueno que la cena. Compramos una postal de recuerdo, subimos a la habitación, guardamos la ropa de abrigo y preparamos la mochila para iniciar el descenso.
Mismo camino que a la subida, pero esta vez con mayor tranquilidad y sabiendo lo que teníamos por delante ¡qué diferencia! Llegamos al cartel que el día antes tanto nos había asustado y ya lo miramos con otros ojos. Otro treking que se hace desde aquí y que no pude incluirlo por falta de tiempo es el Lago Antermoia, lugar que algún día visitaré porque es otra de las perlas de Dolomitas (durmiendo en el refugio del mismo nombre).
Llegamos al Rifugio Vajolet y como la tarde anterior ya habíamos parado allí esta vez decidimos ir a tomar algo al Rifugio Preuss antes de seguir con el descenso.
La diferencia de gente con el día anterior era abismal. Aquello estaba a tope, sinceramente, me alegra haber ido tarde para poder disfrutar del camino solos, si no mi percepción hubiera sido otra.
Yo fui bajando como una anciana jajaja. Me dolía todo de ir frenando continuamente y se notaba mucho la falta de sueño de los dos días y el palizón del día anterior. Pero poco a poco y con alguna parada más a descansar lo logramos (alguna parada se resume en todas las veces que veía vacas era sesión de book, esas estampas con las montañas y las vacas eran irresistibles).
Llegamos al primer telesilla (el ticket como era i/v ya lo teníamos).
¡Sorpresa! Estaba cerrado. Al mediodía cierran y teníamos que esperar media hora hasta que se pusieran nuevamente en funcionamiento. Os dejo una foto que saqué con los horarios, pero mirarlo actualizado por si hubiera algún cambio.
Dejamos nuestras mochilas y nos fuimos a sacar más fotos a las vacas que había por allí. Muy curiosas las vacas con el pelo del cuerpo gris y el flequillo pelirrojo. Pero en cuanto me miraban fijamente me apartaba, no me fiaba.
Cuando vimos que ya empezaban a moverse los telesillas cogimos nuestras mochilas, pasamos los tickets por las máquinas y bajamos Vajolet (el paisaje me gustó más a la subida, pero era por la luz).
Llegamos al coche, exhaustos pero más contentos que unas castañuelas ¡que gran experiencia! Estábamos super orgullosos y super emocionados por todo lo que habíamos visto.
Nos cambiamos de ropa y de calzado y decidimos dónde ir.
Llevaba apuntado que si hacía malo o estábamos muy mal podíamos descansar en QC Terme Dolomiti (os dejo su web), un spa a 5 minutos de dónde estábamos (tiene hasta un barril exterior, muy curioso) pero hacía tan buen tiempo que no nos apetecía meternos en un spa.
También llevaba apuntada una ruta al Lago Lagusel pero no nos veíamos con fuerzas como para meternos otro treking de 2/3 horas ida y vuelta, por lo que descartamos esta opción.
Nuestra decisión fue acercarnos a hacer un picnic al Lago di Soraga. Era la hora de comer, estaba a 10 minutos en coche y con buen tiempo podíamos tumbarnos un rato a disfrutar de las vistas.
Aparcamos el coche en uno de los miradores del lago (gratis), preparamos las mochilas con las toallas y las chanclas, nos hicimos un par de bocadillos de lomo y caminamos hasta llegar a la orilla del lago. Nos tumbamos debajo de un árbol a la sombra, el lugar nos pareció perfecto.
Carezza y Braies se llevan todos los honores en Dolomitas pero sinceramente Soraga no se queda atrás.
El paisaje es precioso, su color del agua, las praderas con ese verde intenso, las casitas, las montañas de fondo y su tranquilidad nos conquistaron. De hecho, nos gustó tanto que estuvimos allí tumbados más de una hora viendo a los patos, escuchando a los pajaritos y, vale, si, lo confieso, echando una pequeña siesta (esa costumbre española tan sana jajaja).
Os dejo un vídeo para que veáis que el paisaje era tal cual se muestra en las fotos.
Volvimos al coche y pensamos qué hacer. Era bastante tarde, por lo que la telecabina de Sass Pordoi para ver el impresionante mirador de Sass Pordoi y el teleférico para acceder al Balcone Panoramico di Punta Rocca iban a estar ya cerrados cuando llegáramos (como os he comentado antes cierran bastante pronto). Eliminando estas dos visitas (muy a mi pesar) decidimos ir a la siguiente que tenía en lista: Alleghe.
En algo menos de una hora llegamos a este encantador pueblo alpino. Aparcamos en un parking de pago (cercano al edificio de congresos) y salimos en busca de nuestra merienda: un gelato.
Habíamos visto muchas fotos de este pueblo, para mí un imprescindible de la ruta por Dolomitas, pero en directo era incluso más encantador.
Tendido a las orillas del lago Alleghe esta maqueta de pueblo alpino os va a sacar otro guau, porque de verdad que parece sacado de un lienzo.
Helado en mano comenzamos a caminar por sus calles.
Había leído que era un poco caótico y estaba masificado pero no puedo decir que fuera así. Igual era por la hora, que ya era bastante tarde, pero pudimos pasear por la orilla del lago y por sus calles con total tranquilidad y sin tener esa sensación.
Nos acercamos a la Chiesa di San Biagio para verla de cerca y después nos fuimos al lago para fotografiar la postal que teníamos en mente: el pueblo con la majestuosa pared norte del monte Civetta custodiándolo.
Nos dejó impresionados, ese es el resumen.
La ascensión al Civetta es una ascensión mítica del alpinismo y es todo un símbolo de Dolomitas y aunque nosotros, obviamente, no lo escalamos, es un monte que te deja sin palabras.
Después de dar este paseito, volvimos a por el coche y pusimos rumbo a nuestro hotel (a una hora desde Alleghe pese a estar a 42 kilómetros ya que la carretera era de montaña y había que ir más despacio).
Paramos a echar gasolina y seguimos disfrutando de las maravillosas vistas que teníamos por el camino.
Pero por el camino tocó el atardecer y al llegar al Passo Falzarego (a 2.117 metros) no pudimos evitar parar y fotografiar aquel espectáculo. A este paso no llegábamos al hotel ni para cenar jajaja.
Seguimos avanzando y desde el coche continuamos viendo las montañas cada vez más iluminadas. La enrosadira estaba presente y yo desde el coche no paraba de sacar fotos. No se podía parar en ningún lado y nos daba una rabia enorme porque lo que se veía desde la carretera era precioso.
Por fin encontramos un mirador y paramos para sacar más fotos. Me fascinan las montañas de Dolomitas y este fenómeno hace que luzcan preciosas, es algo mágico.
Con estas imágenes y nuestra retina en modo «rosa» llegamos a nuestro hotel: B&B Lago Ghedina.
Con este hotel tuve un flechazo, en cuanto lo vi quise que nos alojáramos en él, y por suerte había habitación por lo que no dudé ni un instante en reservarlo (además era el único alojamiento donde pasaríamos dos noches).
Nuestra habitación era un duplex con una terracita con vistas al lago. La decoración bastante coqueta (porque lo que hay en Dolomitas por lo general es bastante «cutrecillo») pero lo más bonito era el entorno en el que se encontraba el hotel. En medio de la nada, a orillas del Lago Ghedina, sin ruido, una paz increíble y un entorno aún más increíble.
Como era bastante tarde decidimos quedarnos a cenar en el hotel. Además el lugar era romántico a más no poder, por lo que la decisión fue fácil.
No es barato pero la verdad es que la comida está muy buena y el lugar merece la pena.
Pedimos de entrantes una tabla de ahumados y quesos y una ensalada de mozzarella con anchoas y de platos principales una lasaña y pollo con patatas. Todo como no regado con una birra Dolomiti 🙂
Agotados es poco, estábamos muertos por lo que después de cenar nos fuimos directos a la cama, esta vez sin poner el despertador a las 5 a.m. Tocaba recuperar fuerzas.
DÍA 4: LAGO DI SORAPIS, LAGO GHEDINA
Teníamos incluido el desayuno en el hotel por lo que apuramos la hora límite para dormir cuales osos hibernando.
Al igual que la cena, el desayuno se hacía en la terraza del hotel. Era bufet y la camarera (encantadora por cierto) te servía el café (el capuchino riquísimo).
Nuestras vistas…aquí las tenéis.
No me digáis que esto no se merecía parar y disfrutarlo durante unas horas. Era una pena estar en un lugar así (se ha ido a la lista de los hoteles más chulos en los que he estado) y desaprovecharlo, por lo que después de desayunar nos tumbamos en las sillas del jardín y estuvimos contemplando este espectáculo.
Además, tuvimos entretenimiento ya que estuvimos viendo como una familia de patos iba, venía, y nos sacaba sonrisas con las travesuras de los patitos pequeños (en el lago les habían construido la casita la mar de mona para que descansaran), una dulzura verlos, parecían los patitos de juguete de la tienda Duck Store.
El agua del lago era totalmente transparente y su color ¡buf! precioso. De verdad que era idílico estar allí.
Pero era ya medio día e iba siendo hora de ponerse en marcha.
Como al día siguiente íbamos a hacer el treking a Tre Cime, decidimos que, pese a ser tarde, haríamos el treking hasta el Lago di Sorapis (como eran aproximadamente 4 horas ida y vuelta nos daba tiempo de sobra).
Nos pusimos la ropa de monte, preparamos la mochila y como ya no teníamos provisiones de pan y agua paramos en un supermercado de Cortina d’Ampezo para comprar y así poder preparar los bocadillos que comeríamos en el lago.
Desde nuestro hotel hasta el aparcamiento del Passo Tre Croci (lugar dónde debíamos dejar el coche para iniciar el ascenso) había media hora.
Cuando llegamos allí había bastantes coches pero conseguimos aparcar y después caminamos hasta encontrar las señales del sendero 215, que era el que nos iba a llevar al lago.
Todo empezó muy bien. Fuimos atravesando un bonito bosque, con preciosas montañas alrededor y una temperatura muy buena. Las fotos parecen un decorado pero os juro que era así, una preciosidad de montañas (no sé cuántas veces lo he dicho ya, y las que quedan).
Pero empezó lo que no me gusta de los lugares: el abarrotamiento de gente. Curiosamente no había casi nadie subiendo, todos bajaban, pero en las zonas estrechas era muy incómodo, sobretodo porque hay mucha gente maleducada, hasta el punto de tirarme una persona con el bastón y no parar ni a ayudarme ni a disculparse. Por suerte no me rompió el pantalón, si hubiera sido así me habría tenido chillándole como una loca hasta que se disculpara.
Este treking yo lo llevaba apuntado para empezar a hacerlo a las 6/7 de la mañana, como mucho, precisamente para evitar esto. Pero necesitábamos descansar y queríamos disfrutar del hotel. Pero si os cuadra es un consejo, madrugad para ir a Sorapis.
Habíamos leído que era un camino fácil, apto para niños, aunque en algunos tramos había cuerda de acero de seguridad ya que el camino se estrechaba y no había protección alguna.
La realidad: para mí no fue un camino sencillo y si se tiene vértigo hay tramos que son complicados porque vas al borde del barranco. Pero es que cuando os cuente lo que nos pasó a la vuelta vais a ver que de fácil nada de nada.
A medio camino empezamos a oír truenos, pero yo le dije a mi chico: «no te preocupes, que la previsión no indicaba que fuera a llover» y tan contentos seguimos la ruta sin saber lo que pasaría después.
Tardamos exactamente dos horas en llegar al lago (con paradas a sacar fotos y a descansar) y cuando por fin llegamos y lo vimos dijimos: » qué chuloooo» Era tal cual pensábamos: agua color azul turquesa y las montañas y el Dito di Dio («dedo de dios») como telón de fondo.
Sorprendernos no nos sorprendió, he de ser sincera, es un lago muy bonito pero es que los lagos de nuestro viaje por las rocosas canadienses habían puesto el telón muy alto. Si nunca habéis visto lagos así os va a alucinar, eso os lo aseguro.
Los colores del agua cambian dependiendo si hay sol o no, turquesa intenso, turquesa lechoso hasta marrón turquesa, ya veréis jajaja.
Elegimos una zona tranquila para poder comer el bocadillo y estuvimos sacándonos unas fotos (íbamos sudados, con ropa de monte y sin vestiditos ni ropas monas, que le vamos a hacer, no somos tan fashions jajaja) pero el cielo cada vez estaba más negro y los truenos se oían cada vez más cerca por lo que a mitad de bocadillo decidimos marcharnos no nos pillara la tormenta (si no os hace así y vais con tiempo se puede dar un paseo alrededor del lago para ver diferentes perspectivas).
Comenzamos la bajada y cuando llevábamos unos 15 minutos comenzó a llover…y al poco tiempo empezó a diluviar…y al poco tiempo a granizar con una fuerza increíble.
No sabíamos que hacer, nos resguardamos como pudimos pero el granizo no solo no paraba sino que cada vez iba a más. Los golpes de las piedras en el cuerpo nos hacían un daño increíble, los relámpagos parecían estar encima de nuestras cabezas y los truenos retumbaban como jamás había oído, y claro, a mí me empezó a entrar miedo. Miedo hasta tal punto de ponerme a llorar de lo nerviosa que estaba por la situación. Mi chico me tapaba todo lo que podía pero el granizo continuaba, cada vez el camino estaba peor y no podíamos seguir allí parados a la intemperie con granizos como balas.
En los momentos así es cuando se demuestra el trabajo en equipo y mi chico tomó la iniciativa y me arrastró hasta el Rifugio Vandelli, digo arrastró porque yo solo repetía: «no puedo subir, no puedo subir» jajajaja. Ahora me río pero en esos momentos estaba paralizada del miedo y lo pasé realmente mal.
Llegamos al refugio calados de la cabeza a los pies pero al menos estábamos bajo techo. Allí no cabía ni un alfiler, logramos buscarnos un hueco y esperar de pie a que pasara el tormentón del siglo (estaríamos allí casi una hora esperando).
Nos tomamos un café para entrar en calor, escurrimos las botas y salimos del refugio para comenzar el camino de regreso al coche.
Por cierto, mirad que diferente está el lago después de la tormenta. ¿Dónde está el color azul?
La lluvia dio poca tregua pero lo peor no era eso, lo peor era que había llovido tanto que se habían formado ríos por los caminos y el agua caía por las rocas formando una especie de «cascadas» improvisadas por las que había que pasar si o si. Y aquello era como meterse vestida en una ducha.
Las botas se nos volvieron a encharcar y la ropa, que la teníamos algo más seca, se nos caló de nuevo. Por no hablar de que pasar por un precipicio con una cuerda de seguridad con ese panorama era todo lo peligroso que os podéis imaginar (desprendimientos etc).
Os voy a dejar un vídeo (está en vertical porque lo grabé para Instagram) para que veáis en directo la situación porque creo que es cómo mejor se ve (aunque como se suele decir, la realidad supera la ficción).
La parte buena de esta bajada es que la hicimos solos, parecía un circuito de aventura donde a cada paso había una prueba que sortear para llegar a nuestra recompensa: el coche con la ropa seca jajaja. Bromas a parte, fue una bajada dura, con los nervios de no saber si volvería a granizar (en dos horas pueden pasar muchas cosas) y tan mojados que temíamos enfermar y estropear los días que faltaban de vacaciones.
Cuando llegamos al coche ni nos lo creíamos, nos cambiamos y volvimos a ver los vídeos y las fotos. Aquello había sido una aventura, en ningún viaje nos había pasado eso y para bien o para mal fue una experiencia y una anécdota que seguro contaremos cuando seamos viejecitos.
Pusimos rumbo al hotel pero por el camino nos encontramos con una estampa del atardecer que hizo que paráramos el coche en el arcén y sacáramos nuestras cámaras. Dolomitas y sus atardeceres mágicos, no importa las veces que los veáis que siempre os sacarán un guauuu.
Después de esta parada nos fuimos directos al hotel. Necesitábamos una ducha caliente, reponernos un poco y cambiarnos para ir a cenar.
Nuestra sorpresa fue que al llegar al hotel nos lo encontramos envuelto en niebla…¡vaya estampa! Otra vez parada antes de llegar y fotos, jajaja, somos un caso.
La milagrosa ducha revitalizadora nos hizo entrar en calor y componernos, por lo que decidimos ir a Cortina a cenar. Aunque era tarde llevaba apuntado un restaurante recomendado que cerraba tarde, por lo que la hora no era un problema: Hacker Pschorr Haus.
Hamburguesa y salchichas fueron nuestros platos, estaban ricas y a nosotros nos sirvieron muy rápido. No pudo decir lo mismo un grupo que se sentó al lado y que no sabemos porqué motivo no les atendían y terminaron por irse.
Para bajar la cena decidimos dar un paseo por Cortina (las tiendas están en Corso Italia, el llamado «paseo chic de Dolomitas»), casi desierta a estas horas, y comernos un helado de postre. Con el día que habíamos tenido nos lo merecíamos.
Por cierto, el coche lo aparcamos en un parking gratuito que encontramos muy cerca de la cervecería: «Parcheggio Ex mercato» con muchas plazas libres por la hora que era y gratuito.
Volvimos al hotel a dormir, al día siguiente teníamos otra de las etapas «top» del viaje y debíamos descansar. ¿Queréis saber cual es? Seguid leyendo y lo descubriréis.
DÍA 5: LAGO MISURINA, TRE CIME DI LAVAREDO, LOCATELLI
Amanecía un nuevo día en Dolomitas. Como el día anterior, desayunamos en nuestro maravilloso hotel (os he dicho ya que me encantó ¿no?jejeje), hicimos el check out y guardamos todo nuestro equipaje en el coche.
Allí miramos la previsión del tiempo (con no muy buenas noticias) y nos pusimos rumbo a la primera visita del día: Lago Misurina.
Paramos previamente en Cortina para comprar pan para nuestros bocadillos y continuamos hasta llegar al lago (en menos de media hora estábamos allí).
La imagen del lago nos decepcionó un montón. De hecho, ni pagamos el parking, me bajé yo del coche, saqué un par de fotografías y nos fuimos.
La panorámica más bonita se tiene de frente al hotel y yo llevaba apuntado que, con suerte, el reflejo de las montañas y el hotel creaban un efecto muy chulo. Pero quizás fue por lo que os comentaba en Sorapis, que al haber visto los grandes lagos de Canadá el listón estaba muy alto, o quizás porque el cielo estaba totalmente gris y no había ni reflejo ni nada parecido, pero el caso es que no nos pareció espectacular. Es una opinión personal, como todo lo que escribo, pero me gusta ser sincera porque no todo en los viajes es maravilloso e increíble.
Con el Lago Antorno más de lo mismo. Estaba lleno de «algas» y las vistas no eran nada del otro mundo. Aquí ni una foto, cuando el lugar no me llama mi cámara se esconde jajaja. Seguro que con una bonita luz de atardecer el panorama cambie por completo en ambos lagos, pero no era nuestro caso.
Continuamos nuestro camino muy nerviosos sin parar de mirar al amenazante cielo ya que la etapa que teníamos por delante era otra de las grandes: TRE CIME DI LAVAREDO, todo un símbolo de Dolomitas.
El acceso a esta maravilla está controlado y hay que pasar por caja: 30 euros por vehículo y día. Hay otras dos opciones si no se quiere pagar esto: coger el autobús público o subir andando (son unas dos horas). Ninguna de ellas nos convencía por lo que optamos por lo más cómodo y subimos con nuestro coche.
Normalmente os recomendaría estar en el parking de Tre Cime a primera hora para poder aparcar en un buen lugar y tener sitio, pero como hacía tan mal tiempo no tuvimos ningún problema.
Lo que no os he contado es que no solo íbamos a hacer el treking para ver las Tre Cime sino que también teníamos reserva para dormir en el Rifugio Antonio Locatelli. Era otro de los puntos fuertes del viaje y teníamos una ilusión enorme por llegar hasta allí y disfrutar de la segunda aventura después de Vajolet.
Esta reserva la hice un poco tarde y ya solo quedaban literas en habitación compartida pero no lo dudamos ni un instante y la reservamos (60 euros por persona con desayuno y cena incluidos) a través de su web
Con la mochila y complementos preparados salimos del coche, pero cuando llevábamos caminando muy poquito empezó a diluviar. ¡No podía ser! Volvimos a meternos en el coche y decidimos esperar, esta vez no nos iba a pillar como en Sorapis.
Y allí estuvimos esperando la friolera de 4 horas, sentados, comiendo, bajando al Rifugio Auronzo y mirando continuamente la previsión del tiempo para decidir que hacer, si anular la reserva en el refugio (cosa que me dolía en el alma) y reservar otro hotel cercano, o seguir esperando.
Optamos por esto último, no nos dábamos por vencidos y queríamos intentarlo.
Cuando paró de diluviar y parecía que ya había pasado lo peor vimos como avanzaba una niebla que en pocos minutos cubrió todo y no se veía nada. ¿En serio? ¿Podía pasar algo más? Nueva espera y nueva dosis de paciencia. En el refugio debíamos estar a las 6 p.m para hacer el check in y cenar, remarcaron mucho el tema de la hora, por lo que si para las 5 aquello no mejoraba nos íbamos.
Pero es que el paisaje desde el mismo parking ya era extraordinario ¡cómo íbamos a perdernos aquello!
Casi a la hora límite nos parecía ver que venía algún claro, la lluvia era débil, por lo que dijimos ¡o ahora o nunca!
Nos calzamos las botas, cargamos con la mochila, saco de dormir, trípode y todos los bártulos y empezamos a caminar por el sendero 101, esta vez con ropa de repuesto, todo metido en fundas impermeables y preparados por si por el diluvio universal llegaba de nuevo, previa parada a fotografiar el increíble paisaje con las nubes que tantos quebraderos de cabeza nos estaban dando.
El trayecto llevaba apuntado que era de una hora y la dificultad nada tenía que ver con las rutas que habíamos hecho, por lo que esto no era un problema (es un camino marcado, muy sencillo y con muy poco desnivel).
Hay muchísimas más rutas para realizar por esta zona, pero queríamos llegar cuando antes al refugio, por eso elegimos la 101 (hay otra muy famosa que pasa por el lago di Cengia, el sendero 104, una ruta más larga y menos transitada que la 101).
Lo normal hubiera sido que el sendero estuviera a tope, eso era lo que habíamos leído, pero nuestra experiencia fue totalmente contraria: silencio absoluto, soledad absoluta y unos paisajes por el camino que nos iban dejando alucinados. Más «guaus» se escaparon de nuestras bocas, que pasada.
Las cimas puntiagudas de los Dolomitas se han quedado grabadas a fuego en mi memoria, son de los paisajes más bonitos que he visto en todos mis viajes y en Tre Cime volvía a verlas.
El primer punto que reconocimos de la ruta fue la Cappella degli Alpini, una pequeña capilla con un telón de fondo espectacular.
El segundo punto fue el Rifugio Lavaredo, desierto después de la tormenta, como todo el camino.
Justo antes de llegar al refugio el camino se bifurca y se puede avanzar acercándose más a la base de las torres (camino a mano izquierda) o continuar recto para verlas con más perspectiva.
Nosotros optamos por esto último aunque ambos caminos os llevarán al mismo punto: Paternsattel (o Forcella Lavadero).
Fijaros en lo pequeñita que se ve una persona al lado de las impresionantes Tre Cime di Lavaredo (vistas desde un ángulo lateral, que no es una imagen tan habitual de ellas).
Desde este punto ya se divisaba nuestro refugio ¡qué ilusión verlo tan pronto! pero también se veía un cielo con unos nubarrones amenazantes. Pese a ello el pasaje hizo que me detuviera, era una pasada lo que estaba viendo, aquel lienzo (que me recordaba a Monument Valley, salvando las diferencias, está claro) me dejo impresionada.
Todas las fotos que saqué en el trayecto fueron sobre la marcha, ya que pese a que ya no llovía se oían truenos a lo lejos y no nos queríamos arriesgar pero es que era imposible no sacar la cámara jajaja.
Tanto hacia adelante como hacia atrás las vistas eran preciosas. Podíamos ver como cada vez las Tre Cime di Lavaredo iban tomando la imagen que tantas veces habíamos visto de ellas, pero ahora no era a través de una pantalla de ordenador, las veíamos en vivo y en directo y además en exclusiva, porque allí estábamos nosotros dos solos.
Continuamos el camino siempre echando la vista atrás para ver cómo iba cambiando la perspectiva de las torres.
El sendero era sencillo, muy marcado y con poco desnivel pero al ir caminando tan rápido la fatiga iba aumentando y yo estaba deseando llegar. Cada vez el refugio Locatelli lo veía más cerca y eso me animaba pero lo de hacer el recorrido express con todo a cuestas pasaba factura.
Cuando llegamos a la base del refugio nos esperaban unas bonitas escaleras por delante.»Último esfuerzo» pensé…pero no, porque al llegar arriba todavía faltaba la última cuesta ¡arg!
Cuando por fin entré en el refugio me quité las botas y vi a mi chico con una gran sonrisa. Solo con ver su cara supe que todo había ido bien ¡teníamos nuestra cama!
Salimos del edificio principal y preguntamos dónde estaban nuestra Suite Tre Cime (así se llamaba la habitación, en serio, al principio hasta pensé que nos habían dado una habitación doble pero no, era compartida). Unos chicos nos dijeron: «veis aquella montaña, pues tenéis que subir y a la vuelta está».
Al principio mi cara fue de pocos amigos, después de tantas horas esperando en el coche y un treking modo maratón no me lo podía creer. Y no, no era así, se estaban quedando con nosotros. La suite estaba bajando unas escaleras, en una especie de barracón. Que majos ellos.
Dejamos nuestras cosas en las literas asignadas (la habitación era de 12 literas pero solo veíamos equipaje de otras 4 personas por lo que no íbamos a estar a tope) y nos fuimos directos al restaurante ya que teníamos incluida la cena (el horario para cenar es de 6 a 7:30 p.m)
Empezó a diluviar a mares, menos mal que ya estábamos a cubierto. Esta vez Dolomitas se había apiadado de nosotros y nos había respetado hasta llegar al refugio.
Nuestro menú fue: sopa de tomate y pasta a la boloñesa de primero y costilla con patatas de segundo. De postre un pastelito con arándanos que estaba buenísimo. Todo muy rico, en muy buen ambiente pero sin internet, es la única pega. Está genial está desconectado y a mí en otra situación es algo que me encanta, pero el hecho de dormir en el refugio era para poder fotografiar el amanecer y sin Internet no sabíamos exactamente cómo iba a hacer. Sorpresa sorpresa. Podría diluviar o no, tendríamos que madrugar para saberlo.
Finalizamos la cena con un par de cafés (buenísimos por cierto) mientras hablábamos del reto que estaba suponiendo Dolomitas y de lo increíble que era estar allí, en nuestro segundo refugio del viaje y en un entorno impresionante. Caminar durante todo el sendero sin gente, con un cielo muy sugerente para las fotos y un final con cama conseguida bien se merecía estar contentos y lo estábamos.
Salimos del refugio para ir a nuestra suite y ¡sorpresa! estaba atardeciendo y parecía que el sol quería hacer su aparición para la hora mágica. ¿Tendríamos esa suerte?
Pues sí, esperamos en el porche del refugio y el fenómeno de la enrosadira nos volvió a alucinar. Se mostraba en las Tre Cime, ni nos lo creíamos, después del día tan malo que había hecho esto era un premio gordo.
Nos quedamos en el porche del refugio admirando este fenómeno que, a día de hoy, me sigue impresionando. Vaya estampa, «guau» de nuevo Dolomitas.
Antes de irnos a dormir nos alejamos un poco del refugio para sacar un par de fotos más pero como estaba medio lloviendo nos olvidamos de las fotos nocturnas y nos fuimos a la habitación.
Algo que me dio mucha rabia fue que al llevar la cámara colgada e ir sacando fotos en marcha durante el trayecto sin apagarla se configuró para que las fotos que sacara fueran en tamaño reducido (la pantalla de mi cámara es táctil y se ve que en algún movimiento se activó) y hasta que me dí cuenta al día siguiente en el coche disparé así. Por ello todas las fotos de Tre Cime las tengo en tamaño reducido ¡por no mirar! es la segunda vez que me pasa (la primera fue en Marruecos), por despistada ¡que disgusto me llevé!
DÍA 6: TRE CIME DI LAVAREDO, LAGO MISURINA, LAGO DI DOBBIACO, MONGUELFO TESIDO
Amanecía a las 5:45 a.m. por lo que os podéis imaginar a que hora sonó el despertador. Si, a las 5.
Salimos de nuestros sacos, intentamos hacer el menor ruido posible (porque nuestros compañeros de barracón estaban dormidos como cepos) y salimos a ver qué pinta tenía el cielo (cruzando los dedos para que no lloviera).
¡Siiiiiii! ¡Hacía bueno! Super contentos empezamos a buscar localizaciones para sacar las fotos (nuestra idea era haber dado una vuelta por la zona el día anterior para buscarlas pero con todo lo que nos pasó fue imposible, por lo que tuvimos que improvisar).
La primera localización fue la Chiesetta Alpina, al ladito de nuestro refugio y con las Tre Cime de fondo. Ya había luz pero el sol no había aparecido todavía. Teníamos tiempo.
La segunda tanda de fotos fue desde el mismo punto pero encuadrando nuestro refugio.
La tercera localización fue subiendo un poco la ladera de la montaña y añadiendo en la composición los Lagos dei Piani, espectaculares por cierto.
La luz era increíble, los colores que creaba los veía irreales, pero no, allí estaban. Y lo que no podía entender era como nadie había salido del refugio para admirar tal espectáculo. Independientemente de sacar fotos o no aquello era digno de darse un buen madrugón.
Estábamos emocionados, de verdad, no exagero. No puedo expresar con palabras lo que sentí teniendo aquellas imágenes ante mis ojos. De los paisajes más bonitos que he visto en todos mis viajes. Todavía al escribirlo se me ponen los pelos de punta y se me encoge el estómago y eso es un síntoma de lo especial del lugar. ¿Volvería a pasar las mil penurias hasta llegar allí? Si, si, y mil veces sí.
Íbamos montaña arriba y montaña abajo con los trípodes sacando fotos como dos locos, jajaja. Y la verdad, es que con esa luz desde cualquier lugar se sacaban panorámicas de infarto.
En pocos minutos el color del amanecer y la enrosadira desaparecieron, aunque la magia ya se había terminado continuamos sacando alguna foto más, fijaros en el cambio de tonalidad, es increíble.
Bajamos de la colina y seguimos sacando fotos ¡era un no parar!
Después de este subidón y de estar más contentos que un niño con zapatos nuevos nos fuimos a desayunar.
Al igual que la cena, el desayuno estuvo muy bien. Descansamos un poco en el comedor, seguimos viendo las fotos (sin dejar de asombrarnos) y nos fuimos a la habitación a recoger nuestras cosas.
Mirad las vistas que teníamos desde las literas: mejor imposible. Tanto en Vajolet como aquí tuvimos mucha suerte con esto, las mejores vistas en un lugar impresionante. Os dejo un vídeo también.
El cielo estaba azul azul pero como no teníamos internet no podíamos ver cómo iba a hacer y no nos fiábamos, por lo que decidimos comenzar el camino de regreso al coche.
Llevaba apuntadas varias rutas por la zona pero con lo que habíamos visto teníamos más que suficiente y estábamos cansados, la verdad. Si os quedarais aquí más tiempo podríais hacer el Giro delle Tre Cime rodeando la Cima Piccola (2.857 m), la Cima Grande (2.999 m) y la Cima Ovest (2.973 m) que según leí no lleva más de tres horas y media y es muy asequible.
Las Tre cime con sol se veían diferentes. Volví a fotografiarlas en el camino de vuelta pero sinceramente me quedo con la imagen del día anterior con el cielo amenazando tormenta o del amanecer con la enrosadira. Aun así estuvo bien verlas en todos los «escenarios».
Fijaros también en la inmensidad del paisaje con una persona como referencia. Muy guay la foto 🙂
Como curiosidad os cuento que hasta 1919, los picos formaban parte de la frontera entre Italia y Austria y puesto que la línea del frente entre ambos durante la Primera Guerra Mundial corría a través de estas montañas, podréis ver fortificaciones, cavernas hechas por el hombre, y placas conmemorativas.
Si el día anterior estábamos solos hoy el panorama era muy diferente. Aún siendo no muy tarde vimos mucha gente y cuando llegamos al inicio de la ruta no os quiero ni contar. Grupos enormes de japoneses, grupos de montaña, gente y más gente teniendo incluso que apartarnos en determinados tramos del camino. Por eso no puedo dejar de recomendaros que NO vayáis a estas horas, madrugad, quedaros a dormir en los refugios y así podréis disfrutar de la zona como se merece, no os arrepentiréis. Por no hablar de la luz…
Algo que me llamó mucho la atención fue que al inicio del sendero (para nosotros el final) había un chico tocando el piano ¡y cómo tocaba! El broche a nuestra etapa en Tre Cime.
Nuestro coche allí estaba esperándonos. No habían pasado tantas horas pero lo que habíamos visto ¡vaya tela! muchos «guaus» acumulados llevábamos ya.
Nos cambiamos de ropa y pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: Lago di Landro (Dürrensee lake) pero cual fue nuestra sorpresa cuando vimos que la carretera que nos llevaría hacia el lago estaba cortada ¡noooo! Paramos en un lado de la carretera para mirar Google Maps y descubrimos lo peor: era la única forma de llegar, no solo al lago di Landro sino a nuestro destino final que era el Hotel Seehof en la zona de Monguelfo-Tesido.
Lo que en un inicio era un breve camino de 15 kilómetros y menos de media hora hasta el lago, se convirtió en una y hora y media rodeando el Parque Natural de Tre Cime. Pero no había otro remedio por lo que resignados por el tiempo que debíamos perder nos pusimos en marcha, no sin antes darle una nueva oportunidad al Lago Misurina.
Con sol lucía bastante más pero no terminaba de engancharnos por lo que solo paramos un momento a sacar unas fotos y proseguimos el camino.
Después de curvas infinitas, puertos (por cierto, algo muy curioso es que en los puertos las curvas están numeradas) llegamos a nuestro siguiente objetivo: Lago di Dobbiaco (Toblacher See).
Como era la hora de comer decidimos aparcar el coche y llevarnos una bolsa para hacer un pic-nic en la orilla del lago (como hicimos en el Lago di Soraga) algo a lo que nos estamos aficionando y que nos encanta.
Este lago si que nos gustó, su color y su entorno eran precioso, nos recordó muchísimo a los de Canadá. Antes de sentarnos a comer decidimos dar un paseo para admirar el paisaje y buscar la mejor ubicación.
En vez de quedarnos en la zona de restaurantes optamos por ir a la orilla contraria, donde solo había un paseo y el ambiente era más tranquilo y ésto fue una gran elección.
Allí sentados a la sombra comimos nuestro bocadillo, con la compañía de los patos que se acercaban a curiosear que comida teníamos y después nos tumbamos un rato a descansar. ¡Eso es vida!
Las montañas se reflejaban en el lago y la estampa parecía un cuadro ¡no me digáis que este «restaurante improvisado» no tenía unas vistas magníficas!
El atardecer nos hubiera gustado verlo desde este lago ya que nos pareció precioso pero las nubes y los truenos empezaron a avisar que estaba pasando lo mismo que el día anterior: tormenta a la vista, por lo que apuramos al máximo y en cuanto empezaron a caer las primeras gotas recogimos y nos fuimos al coche.
No nos planteábamos ir al Lago di Landro con la pinta que tenía el cielo por lo que nos fuimos al hotel a hacer el check in.
Como os he dicho antes el hotel que elegimos para la siguiente etapa del viaje fue el Hotel Seehof ya que se encontraba muy bien situado para ver todo lo que queríamos de la zona y no tenía un precio excesivo.
Su decoración…bueno, digamos que la habitación era enorme, teníamos dos baños y vistas al lago jajaja. Por cierto, la entrada era super peligrosa, por lo que tened cuidado.
Nos pegamos una ducha, nos cambiamos y pese a que llovía a mares cogimos el coche para ir al pueblo a cenar (Monguelfo-Tesido). No queríamos comer otra vez bocadillo y llevaba apuntada una pizzeria muy recomendable allí: Gabi´s Pizza Restaurant.
Dos pizzas y unas cervezas y vuelta a la habitación, mañana tocaba madrugón nuevamente y las previsiones nos anunciaban buenas noticias (que angustia con el tiempo en este viaje jajaja).
DÍA 7: LAGO DI BRAIES, CHIESA STA MADALENA BRESSANONE, CHIESETTA DI SAN GIOVANNI IN RANUI, CHIUSA
El despertador volvió a sonar muy temprano, esta vez a las 4:30 ya que el lugar que queríamos fotografiar al amanecer lo teníamos a 16 minutos en coche desde el hotel: el famoso Lago Di Braies.
Cuando llegamos el parking estaba desierto y pese a ser de pago como era antes de las 8 a.m. no tuvimos que coger ticket alguno ni pagar, por lo que lo dejamos lo más cerca posible. Si vais después de este horario tendréis que pagar o buscar un parking que está más alejado pero que es gratuito.
El lago di Braies es uno de los lugares más visitados y fotografiados de los Dolomitas y por ello esperábamos encontrarnos con mucha gente. Pero no, en la pequeña playa del lago apenas había unas cuantas personas, la mayor parte fotógrafos con sus trípodes.
He de reconocer que me gustó mucho, es muy fotogénico, con los reflejos de la Croda del Becco y del Sasso del Signore en el lago, las barcas, la calma del agua, el silencio y el entorno. Juzgad vosotros mismos y decidme si es o no una preciosidad.
La hora es muy importante. Aunque da mucha pereza madrugar es al amanecer cuando se puede ver así de bonito, por lo que no lo olvidéis: Braies al amanecer.
Además, cuando el sol comienza a iluminar las montañas comienza la magia y volveréis a decir otro «guau» al verlo.
Sacamos muchísimas fotos de Braies, lo disfrutamos (salvo el momento en el que un chico se puso a volar el dron, «cacharrito» que salía en todas las fotografías y nos obsequiaba con un zumbido constante perturbando la paz y el silencio que había) y comprobamos que su fama era bien merecida.
Si os fijáis en la siguiente fotografía se puede ver a mano derecha la Cappella Lago di Braies, que le da un «toque» aún más bonito al lago.
Y lo que no esperábamos encontrarnos y que nos trajo muy buenos recuerdos de nuestro viaje por las rocosas canadienses fueron ¡ardillas! Había un montón y eran bastante grandes, con una cola con mucho pelo, super bonitas. Eso sí, no paraban quietas y sacarles una foto decente fue misión imposible, jajaja.
Después de estar un par de horas allí y caminar por alrededor del lago volvimos al coche y ¡sorpresa! Habían pasado diez minutos de la hora de comienzo del parking y allí estaba el señor que cobraba por estacionar. No nos lo podíamos creer, nos iba a hacer pagar por pasarnos diez minutos de la hora…y si, nos hizo pagar. Nos pidió dos euros, por lo que bueno, no fue mucho el despiste pero nos dio mucha rabia.
Por cierto, si queréis en este lago se pueden alquilar barcas (cuando abren la casa de madera que habéis visto en las fotos).
Volvimos a deshacer la misma carretera que a la ida, pero esta vez algo nos detuvo. Paramos el coche en el arcén porque lo que estábamos viendo se merecía una buena sesión de fotos ¡madre mía con los amaneceres en Dolomitas!
En el lugar más inesperado se te presentan escenas como esta.
También hicimos una pequeña parada para fotografiar la iglesia de San Vito, ya que se encuentra justo a un lado de la carretera.
Habíamos cumplido el horario y nos daba tiempo a volver al hotel a desayunar, si, cuando todos estaban recién levantados nosotros ya llevábamos tres horas danzando jajaja.
Por cierto, el desayuno del hotel nos sorprendió muchísimo, muy completo y muy rico, nos pusimos las botas.
Hicimos el check out y continuamos con una de las visitas que para mí era imprescindible y que el día anterior por el mal tiempo no pudimos hacer: Chiesa Santa Maddalena (en Villabassa, no confundir con la que veríamos al día siguiente).
Esta iglesia no es muy conocida, en pocos lugares he visto su foto y a mi parecer es una preciosidad. Disfrutad de ellas antes de que se «ponga de moda» porque merece mucho la pena por el entorno en el que está situada.
Después de estar un buen rato allí sacando fotos y cogiendo bien de olor a abono (si, como lo oís se ve que estaban abonando los campos y cogimos un perfume rico rico) volvimos al coche para poner rumbo a la ciudad donde queríamos comer: Bressanone (a una hora de la iglesia).
Aparcamos en un parking de pago (el centro es peatonal) en Via Cesare Battisti y en un corto paseo ya estábamos en el centro de esta encantadora localidad.
La primera imagen nos encantó: casitas de colores, iglesias y un ambiente muy tranquilo. No había reservado mesa para comer pero llevaba apuntado un restaurante recomendado: Kutscherhof por lo que lo primero que hicimos fue acercarnos para ver si podíamos comer.
En la terraza estaba todo completo pero dentro sí que había sitio por lo que no nos importó y entramos.
Pedimos una ensalada y una pizza para compartir (muy rico todo) y dejamos el postre para tomarlo en otro lugar que quería probar.
El sueño estaba empezando a pegar fuerte, habíamos madrugado mucho y llevábamos muchas horas en pie pero había que hacer un esfuerzo.
Salimos del restaurante y nos fuimos a por el postre a Eisdiele Pradetto: el mejor helado que he probado en mi vida, en serio. Había cola en la pequeña heladería y no me extraña porque estaba riquísimo, nada de hielo, cremoso y con un sabor…
Después de nuestro «momento dulce» decidimos dar una vuelta por los alrededores y así ver el Duomo di Santa Maria Assumta e San Casiano, la Piazza del Duomo y la Torre Bianca (en la Parrochia di San Michele Arcangelo).
Bressanone nos gustó muchísimo, un lugar en el que merece la pena parar y pasear con tranquilidad, pero debíamos continuar nuestro recorrido para llegar a ver la puesta de sol en un lugar muy especial.
El hotel que había reservado para esta noche era el Schmuckhof, en Chiusa, un hotel moderno (algo raro en Dolomitas), bien decorado y con camas muy cómodas. Además, su restaurante es muy original porque puedes cenar ¡dentro de una cuba! Eso sí, mucho cuidado con la entrada al parking (es muy peligrosa) y paciencia con la recepción, como atienden al restaurante y al hotel es un auténtico desastre.
El día se estaba estropeando. Como había pasado los días anteriores la predicción de lluvias por la tarde se confirmaba y al poco de llegar al hotel empezó a llover.
Descansamos un poco y aunque ya sabíamos que no íbamos a ver la puesta de sol, porque no había sol, decidimos acercarnos a ver la famosa Chiesetta di San Giovanni in Ranui, en Santa Maddalena, todo un símbolo de Dolomitas y una imagen que habíamos visto cientos de veces en fotografías y blogs.
Primero dimos una vuelta por la zona con el coche y vimos lo que habíamos leído recientemente: el terreno de alrededor de la iglesia estaba vallado y para entrar a verla había unos tornos y por tanto el «paso por caja obligatorio».
Al ser una propiedad privada están en todo su derecho y dada la fama que ha adquirido sinceramente no me extraña.
También nos fijamos en que pese a esto, había unos carteles indicando zonas de «mirador» gratuitas más elevadas que la valla y desde donde podíamos sacar fotografías a la iglesia, pero claro, no acercarnos a ella y tener más ángulos y opciones (os dejo una foto para que veáis el cartel que digo).
Como el día no acompañaba no tenía sentido pagar por entrar, de hecho solo nos encontramos con una pareja con una niña, incluso para aparcar pudimos hacerlo sin pagar en una zona próxima al primer mirador.
Primero sacamos unas fotografías desde la distancia y luego ya nos acercamos al punto fotográfico.
De la iglesia destaca, además de lo obvio ya que tiene un telón de fondo excepcional con los Odle, su torre angular coronada por un bulbo negro en cuya punta se alza una estrella y su fachada, adornada por diferentes pinturas y un fresco que representa al santo patrón de la iglesia.
Una pena la luz, las fotos no lucen con el día tan gris y lluvioso pero no podíamos irnos de Dolomitas sin ver esta estampa.
Pudimos ver, que pese a entrar hay un camino marcado con cuerdas que conduce a la iglesia, por lo que poder moverte por los alrededores supongo que estará prohibido (esto es una deducción mía).
Las fotos no daban para más y estaba empezando a llover con mucha más fuerza, por lo que volvimos al coche y nos fuimos al hotel.
Ya que llevábamos apuntado que en el propio hotel se comía muy bien (codillo y strudel, todo muy light jajaja) no quisimos dar más vueltas para irnos a dormir pronto y descansar, que falta nos hacía con el madrugón que nos habíamos metido.
DÍA 8: SANTA MADDALENA, SECEDA
Nos acostamos el día anterior sabiendo que las previsiones eran malas. No anunciaban como los días anteriores, sol al amanecer y luego tormentas sino que la previsión era de lluvia desde primera hora. Aun así, quisimos volver a Santa Maddalena y ver si algún rayo de sol nos alegraba las tristes fotos del atardecer anterior. Desgraciadamente no fue así, al menos respeto la lluvia pero el cielo estaba cubierto y la imagen que queríamos conseguir de esta zona al amanecer no fue posible.
Descartamos subir hasta el famoso banco desde donde se ven las vistas del valle con la Chiesa di Santa Maddalena (si vuestro día es soleado no os las perdáis, es una estampa preciosa), una pena y una excusa para volver, hay que buscarle el lado positivo.
Volvimos al coche y decidimos dar una vuelta por la zona para hacer algo de tiempo hasta la hora del desayuno (si, eso de levantarse antes de que «hayan puesto las aceras» es lo que tiene) y ver si la mañana despejaba algo o no.
Desde lo alto pudimos ver el valle al completo, un paisaje impresionante, porque los Odle son así, impresionantes. Podíamos ver las dos iglesias, la de San Giovanni y la de Santa Maddalena, rodeadas por montañas, bosques y prados creando estampas preciosas, y eso que el día no acompañaba, no me quiero imaginar cómo lucirían con el sol iluminando el lugar. Nos alegramos de haber madrugado y de haber vuelto.
Pero como el tiempo no mejoraba decidimos irnos al hotel.
Desayunamos tranquilamente y valoramos las opciones que teníamos para el día de hoy.
Mi plan de hacer un trekking hasta el Rifugio Genova con este tiempo era inviable. No podíamos caminar durante 11 kilómetros y 5 horas lloviendo, porque no lo íbamos a disfrutar. Además, la noche la teníamos reservada en un lugar muy especial por lo que no podíamos perder el tiempo esperando a que mejorara (cosa que la previsión en ningún momento anunciaba).
Con este panorama meteorológico decidimos ir directos a nuestro siguiente alojamiento y ver allí cómo nos recibía el cielo. Poníamos rumbo a Seceda.
Cuando estuve organizando cómo ver Seceda no tenía nada claro. Me volví loca buscando información de cómo poder subir hasta el famoso lugar para ver el atardecer o en el amanecer allí y al final llegué a la conclusión de que si no estás alojado en la montaña es imposible. Es imposible porque el tráfico está restringido y los telesillas/teleféricos no están en funcionamiento en esos dos momentos del día. Por tanto, la única opción para tener posibilidades de verlos era alojándoles en la montaña (al igual que pasaba con Vajolet y Tre Cime). Y así lo hicimos.
En media hora estábamos en el aparcamiento Col Raiser, lugar donde debíamos dejar el coche y coger el teleférico Col Raiser (os dejo su web para que veáis horarios www.colraiser.it) pero caía el diluvio universal y así no podíamos salir del coche.
Pensamos en ir a Ortisei y dar una vuelta por el pueblo, pero si nos íbamos y paraba de llover dando una pequeña tregua debíamos aprovecharla para coger el teleférico y subir hasta el refugio. Al igual que hicimos en Tre Cime, nos quedamos en el coche esperando y preparando la mochila, metiendo todo en bolsas impermeables para que llegara seco (por cierto, en este refugio no tuvimos que llevar saco de dormir pero la temperatura era muy baja por lo que nos llevamos ropa térmica y una cazadora de plumas ligera) y repasando las fotos y hablando de lo mucho que nos había sorprendido Dolomitas.
Os he hablado de un alojamiento muy especial, si, decidimos poner el broche final a nuestra ruta por Dolomitas en el Rifugio Fermeda Hütte (www.fermeda.com) un alojamiento de montaña idílico, cuidado hasta el último detalle.
Pero como pasaba en el resto de refugios en los que nos habíamos alojado, llegar hasta él no era tan sencillo porque no se podía acceder directamente con el coche (es el encanto que para mí tienen estos lugares). En este caso no era para nada duro pero había que coger un teleférico y caminar unos 15 minutos hasta llegar al refugio y diluviando a mares no era plan.
Estuvimos cerca de dos horas esperando y viendo que paraba un poco y que en las siguientes horas seguía el mal tiempo nos decidimos a subir. La parte buena: cero colas, no nos cruzamos con nadie, todo el teleférico y el camino para nosotros solos.
El camino fue muy llevadero y pese a la lluvia, me iba quedando impresionada de los paisajes que iba viendo. Tenía el foco puesto en Seceda, la famosa foto que había visto mil veces, pero me había olvidado de lo que había alrededor, que para mí, fue tan impresionante como lo primero.
De hecho, el camino de 15 minutos se convirtió en más del doble por las veces que paramos a sacar fotos.
Pese a hacer un día horrible, la niebla le daba al lugar un aire bucólico precioso y era incapaz de resistirme a sacar una y otra vez la cámara. De hecho, aquí saque algunas de las fotos que más me gustan de Dolomitas. En el lugar más inesperado, en el momento menos propicio, a veces las cosas surgen así.
Llegamos al refugio bastante menos mojados de lo que esperábamos pero con las botas llenas de barro. A la entrada había un recibidor para poder quitárnoslas y así no manchar nada (como ya habíamos visto en el resto de refugios).
Así lo hicimos, nos quitamos las botas, los abrigos y nos acercamos a la pequeña recepción a hacer el check-in.
La chica de recepción nos acompañó y nos enseñó la habitación ¡que bonita!
Nosotros elegimos una habitación doble con baño privado, no es económica y hay opciones más baratas compartidas pero queríamos cerrar el viaje así, con algo especial.
Nuestras vistas: a una pequeña iglesia y a las montañas (se supone jajaja).
Nos acomodamos y pensamos si ir al jacuzzi y a la sauna (no la tienen todo el día, al menos cuando fuimos nosotros) o intentar subir a ver si estaba más despejado y así ver el atardecer desde Seceda, algo que por las fotos era precioso. ¿Vosotros que creéis que hicimos? Pues sí, intentarlo, siempre intentarlo, por lo que volvimos a ponernos las mochilas a las espaldas y salimos de nuestro super refugio.
El telesilla que podíamos coger para llegar a la parte alta estaba ya cerrado por lo que la única opción era subir a pie, y así lo hicimos. Entre la niebla fuimos subiendo y subiendo, viendo nuevamente paisajes increíbles.
Por cierto, en ningún lugar había visto unas margaritas tan grandes ¡eran enormes!
Pero llegó un punto en el que la niebla lo invadía todo, por lo que optamos por abortar la misión y bajar al refugio para cenar.
Ver la puesta de sol iba a ser imposible ¡vaya días de atardeceres y amaneceres frustrados! ¡Qué rabia! Pero sin duda los paisajes que habíamos visto por el camino ya eran motivo suficiente para que subir hasta allí hubiera merecido la pena.
Que os puedo decir de la cena…asombrados nos quedamos tanto por la calidad como por la cantidad. La comida super bien presentada, el trato exquisito, aquello no parecía un refugio sino un hotel de cinco estrellas ¡exagerado!
Tuvimos que hacer un esfuerzo para terminarnos el postre, pero es que estaba todo tan rico que nos parecía un delito dejar algo en la mesa. ¡Vaya tripada!
Con esa cena, la ducha y la habitación romántica íbamos a dormir con angelitos…nuestra última noche en Dolomitas, ohhhh.
DÍA 9: SECEDA, BÉRGAMO
Nuestro despertador sonó muy temprano, antes del amanecer ¿os imagináis para que verdad? Miramos la web del tiempo y el pronóstico era 100% nublado, miramos por la ventana y no se veía ni una estrella…Con este panorama decidimos meternos de nuevo en la cama y aprovechar a descansar hasta la hora del desayuno. No íbamos a meternos una subida como la de la tarde anterior, de noche, y con esas perspectivas. No merecía la pena.
Segunda tanda de despertador, esta vez sí, nos levantamos, nos cambiamos y nos fuimos al comedor. Aunque parecía imposible ¡teníamos hambre! y el desayuno estuvo a la altura de la cena ¡buenísimo!
Desayunamos con tranquilidad, hicimos el check out y estuvimos allí tranquilos hasta la hora de apertura del telesilla (desde el refugio hay que bajar por un pequeño camino, se ve muy bien donde está el telesilla, aun así, os dejo una foto del mapa que nos dieron de la zona).
Hoy se veía más despejado que ayer, pero solo hacia una parte, si mirábamos hacia donde nos llevaba el telesilla el panorama no era nada halagüeño, de hecho, nuevamente íbamos solos y esto era señal de que la gente no se atrevía a subir.
Nos bajamos del telesilla y subimos por un camino. Un cristo de madera crucificado envuelto en nubes nos recibía. A sus pies un pequeño belén y a su alrededor nada ni nadie. Parecía que estábamos en el cielo.
He de reconocer que me disgusté, no es que viéramos Seceda con nubes, o con lluvia, es que directamente no podíamos ver nada. Son cosas que pasan pero me resistía a pensar que nos íbamos a ir sin verlo.
Volví a consultar la predicción y parecía que mejoraba, de hecho por la tarde anunciaban ya sol, pero nosotros debíamos marcharnos a coger el vuelo de regreso, por lo que no podíamos esperar tanto.
Estuvimos allí andando para un lado y para otro haciendo tiempo. Nuestro tope eran las 12:00 del mediodía y ya arriesgando mucho. Teníamos que coger un telesilla, caminar, coger el teleférico y ya una vez en el coche, cambiarnos y conducir durante tres horas hasta el aeropuerto de Bérgamo (y devolver el coche de alquiler, claro). Por lo que con el vuelo a las 6 p.m. las 12 era ya rozar el límite.
Cuando parecía que unas nubes se iban venían otras pero….¿se veía un claro a lo lejos? ¡Si, era un claro!
Como no estábamos ubicados no sabíamos dónde estaba el punto fotográfico que llevábamos en mente por lo que corrimos hacia el camino y super contentos empezamos a sacar fotos como locos. Nos daba igual no tener la foto perfecta, se estaba empezando a despejar el cortado y con eso ya eramos los más felices del mundo. Los picos más altos no se veían, pero con poco nos conformábamos.
Era un sueño poder verlo así y cerrar el viaje sin esa sensación amarga de no haber visto nada de nada.
Pero luego se volvió a tapar y nos tocó volver a esperar. Dolomitas desde luego nos puso a prueba en este sentido, la paciencia, la resistencia, los cambios de planes y la adaptación a las situaciones fueron claves. Yo que estoy acostumbrada a llevar todo atado y a seguir «mi plan» aquí tuve que cambiar el chip.
Pero cuando ya era nuestra hora de irnos, de repente, un semi-claro invadió los picos más altos y por instantes los pudimos «medio-ver» y fotografiar. ¿Os imagináis? La locura, no hacíamos más que saltar y decir: corre corre sácame, ahora tú, ahora quítate, graba vídeo, con el móvil, mierda ahora viene gente jajaja.
Ya íbamos tarde, nos habíamos pasado en media hora de la hora tope, jajaja, que desastre. Debíamos irnos pitando, no podíamos esperar más, pero seguro que la gente que allí se quedó pudo ver todo con claridad, incluso disfrutar de un atardecer mágico. Pero no podíamos quejarnos ya que lo que parecía imposible se hizo realidad: ver Seceda.
Cogimos la misma telesilla para bajar (y seguimos sacando fotos desde aquí, como no, aunque ya el sol desapareció), caminamos (esta vez ya no subiendo al refugio y a toda pastilla) hasta la telecabina Col Raiser y llegamos finalmente al coche, tarde tardísimo y bastante cansados.
Nos cambiamos y comenzamos nuestro viaje de vuelta al aeropuerto de Bérgamo.
Por delante teníamos unos días de descanso en las Islas Griegas, concretamente en Mykonos pero nos daba pena, muchísimas pena dejar Dolomitas.
Dolomitas nos habían encantado, estábamos yéndonos y ya hablábamos de volver en invierno a esquiar, en verano a hacer más rutas y eso era una señal de que, pese a todos los contratiempos que habíamos tenido, el viaje había superado nuestras expectativas e Italia nuevamente nos había conquistado. Por algo es el país al que más veces hemos ido, por lo que…Italia see you soon.
Como siempre, muchas gracias por leerme. Si tenéis alguna duda podéis escribir en los comentarios de esta entrada y os responderé lo antes posible (así todos los viajeros lo podrán leer).
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¡Salud Viajeros!
Elena
Preciosas las fotos y el relato. Muchas gracias
Conchi
¡Muchas gracias Elena! Me alegra un montón que te haya gustado. Dolomitas tiene unos paisajes preciosos, lo pone muy fácil para sacar fotos bonitas. Un abrazo.
Sandra Andueza
¡Qué maravilla de fotografías! ¡Y qué super post! Me ha encantado descubrir las Dolomitas contigo. Hasta me han entrado ganas de empezar a programar un viaje para conocerlas de primera mano 🙂 y, desde luego, cuando pueda hacerlo, tu post será la referencia para empezar a organizarlo 🙂
Conchi
¡Muchisimas gracias Sandra! Que ilusión me hace que te haya gustado. La verdad es que Dolomitas es una zona que sorprende, si te gusta la naturaleza no lo dudes, te encantará. Un abrazo y Felices Fiestas.