Kenia cuna de la humanidad, el país de los grandes safaris fotográficos y de los icónicos parques nacionales. Un lugar privilegiado donde ver vida salvaje y sentirte como un reportero de National Geographic. Un destino con mayúsculas que, combinado con uno de los lugares más paradisíacos que existen en la tierra como es Seychelles, hacen del viaje al continente africano una experiencia única. Dos joyas que os presento en esta entrada. ¿Me acompañáis?
CUANDO IR
Si habéis leído otras entradas de mi blog sabréis que elegir la época adecuada para un viaje es fundamental. Normalmente la elección de la fecha va en función del viaje elegido, pero en esta ocasión fue totalmente al contrario. Kenia y Seychelles era nuestra luna de miel, y por tanto, la fecha la marcaba la boda y ésta era a principios de Septiembre. Tenía muchísimas ganas de ir a Maldivas pero no era la mejor época y no quería arriesgarme a tener mal tiempo en aquel paraíso que descubriría más tarde. Japón y China también las estuvimos valorando, pero no eran lo que queríamos para nuestra luna de miel. La cabeza siguió dando vueltas hasta que dimos con la combinación ganadora.
La primera parte del viaje sería un safari y Kenia era una buena opción ya que la época de lluvias ya habría pasado (éstas se dan entre marzo y junio y entre octubre y diciembre) y el Masai Mara estaría repleto de animales. Además, habíamos leído que era un mes en el que no había mucha aglomeración de turistas y, con un poco de suerte, podríamos ver la migración en el cruce del río Mara (todo un espectáculo). Es muy muy importante saber dónde están los animales en cada época, si en Kenia o en Tanzania para adecuar el viaje y no llevarse sorpresas desagradables, no lo olvidéis.
La segunda parte del viaje queríamos que fuera un destino paradisíaco especial y Seychelles, y en concreto La Digue, cumplía con este requisito. La estación seca y con temperaturas más suaves en estas maravillosas islas es de mayo a octubre, por lo que Septiembre nos cuadraba muy bien (la temporada de lluvias se extiende de octubre a abril y está influenciada por los vientos alisios del noroeste).
DATOS PRÁCTICOS
-Vuelos/Barcos:
- Madrid/Dubai/Nairobi: volamos con Emirates (una aerolínea que me encanta por su calidad y comodidad) y reservamos los billetes en su web.
- Nairobi/Mahe: volamos directos con Kenya Airways y los billetes los reservamos desde su web (podéis ver las opciones pinchando aquí).
- Mahe/Praslin/La Digue: Estos trayectos nos los reservó una chica española con la que contactamos por email (os explicaré más adelante). Las compañías con las que navegamos fueron Cat Cocos (podéis ver horarios y reservar los billetes pinchando aquí) e Inter Island Ferry (podéis ver horarios y reservar los billetes pinchando aquí).
- Mahe/Dubai/Madrid: volamos nuevamente con Emirates.
-Visado:
- El trámite del visado para viajar a Kenia se puede hacer al llegar al país o a través de la web ecitizen y así ahorrarte colas y problemas (cuesta 51€). Tened en cuenta que el proceso de solicitud y concesión del visado puede tardar hasta una semana, por lo que no lo dejéis para última hora. Además, el pasaporte tiene que tener una validez mínima de 6 meses. Si finalmente decidís realizar el trámite del visado al llegar a Kenia, tendréis que hacer el pago de 50$ en efectivo (muy importante tener esto en cuenta y llevar la cantidad exacta. Consultad las tarifas antes de ir por si hubieran cambiado).
- Para entrar en Seychelles no hay que solicitar visado, aunque sí que es necesario aportar en el control de fronteras del aeropuerto prueba de alojamiento o de medios suficientes para sufragar la estancia en el país y billete de retorno o de continuación del viaje. El pasaporte tiene que tener validez suficiente para cubrir la estancia.
– Vacunas:
- Para Kenia nos vacunamos de la fiebre amarilla, del cólera (para evitar la tan temida diarrea del viajero), fiebre tifoidea, Hepatitis A y B (la B a nosotros nos la pusieron estando en el colegio, al igual que la del tétanos difteria). La profilaxis contra la malaria (Malarone) la dejaron a nuestra elección y, pese a no entrar por la seguridad social y saber que podía sentarnos mal, decidimos tomarla. Ningún síntoma ni antes, ni durante ni después, por lo que fue genial.
- En Seychelles no hay ninguna vacuna recomendada. Es un territorio libre de malaria y únicamente exigen a los viajeros provenientes o que hayan estado los 6 días anteriores a la llegada en el llamado “cinturón de fiebre amarilla de Africa y Sudamérica” (Argentina, Brasil, Colombia, Bolivia, Paraguay, Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá, Nigeria, Kenia, etc) certificado de vacunación contra la fiebre amarilla. De todas formas, siempre recomiendo que os acerquéis al centro de vacunación de vuestra ciudad para que os asesoren y receten lo necesario en cada momento.
– Moneda:
- En Kenia la moneda es el Chelín Keniano y aunque en la mayoría de los lodges aceptan tarjetas, nosotros llevamos dólares para las pequeñas compras de regalos o bebidas.
- La moneda de Seychelles es la rupia seychelense. En nuestro hotel aceptaban tarjetas y además nos cambiaron euros o dólares a moneda local para pagar en el supermercado y en los restaurantes. Preguntad si en vuestro hotel os proporcionan este servicio. Nosotros decidimos llevar dólares para ambos países.
– Hoteles y visitas: Como hacemos siempre, llevamos todo atado y bien atado desde España.
La parte de Seychelles la contraté vía email con Maria Sebastian, una chica española que trabaja para Seychelles European Reservations y que conocimos gracias al programa Españoles por el mundo. Elegimos el hotel por nuestra cuenta y ella se encargó de reservarlo (a menor precio que en los buscadores y que en la web del hotel), al igual que los traslados hasta llegar a él. Le Domaine de L’Orangeraie fue el elegido y la verdad es que fue una decisión muy fácil porque lo tenía fichado desde hacía mucho. Un hotelazo con mucho encanto, muy bien decorado, situado en la increíble isla de La Digue, en un entorno idílico donde sentirte en el paraíso, vamos, lo que queríamos para nuestra luna de miel. Podéis ver su web pinchando aquí.
En Kenia estuvimos valorando hacer el safari viajando en camión y durmiendo en tienda de campaña (hay agencias que lo organizan así). Nos parecía una aventura muy divertida y una forma diferente de conocer Kenia, pero era nuestra luna de miel y queríamos disfrutar el uno del otro y no compartir ese momento con más gente. Por ello, descartamos esta opción (que sigue en mi mente si vuelvo a hacer un safari) y contactamos con varias agencias por email para pedir presupuesto para un safari privado durmiendo en Lodges o Tended Camp. Masikio Safaris fue la agencia que nos ofreció lo que queríamos al mejor precio. Sus opiniones eran muy buenas y su atención aclarándonos las miles de dudas que tuvimos fue excelente. Os dejo el enlace a su página web para que podáis trastear y ver lo que ofrecen. Todo, absolutamente todo fue perfecto. El guía muy profesional, el 4×4 nos permitió fotografiar a los animales desde cualquier ángulo al estar los dos solos, los lodges una maravilla…Por cierto, nos alojamos en lodges de la cadena Sopa y cada uno tenía algo especial, los veréis luego en las fotos del relato.
No me gustan los viajes organizados, siempre lo digo, huyo de ellos, pero he de decir que en este caso fue todo un acierto y no puedo hacer otra cosa más que recomendarlos porque hacerlo por libre en coche de alquiler lo veo bastante complicado y peligroso.
– Comida: La comida en los lodges keniatas fue toda una sorpresa. No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar y cuando vimos que en el desayuno hacían tortillas en directo, crepes y zumos naturales nos quedamos a cuadros. La comida siempre era un pack con un sándwich, fruta y algún dulce en medio de la sabana (mejor escenario imposible) y en la cena teníamos un amplio buffet con mucha variedad de platos donde elegir.
En el hotel Le domaine de l’orangeraie en La Dige desayunábamos con los pies en la arena (literalmente) y al ladito del mar. Solo con eso yo ya soy feliz, aunque me pongan un vaso de agua con una rosquilla, jajajaja. Bromas aparte, la comida estaba cuidada hasta el último detalle, muy elaborada y, eso sí, muy cara también (nosotros solo teníamos incluido el desayuno y aunque alguna cena la hicimos en el hotel solíamos salir a cenar a los pequeños restaurantes de la isla que eran más baratos).
EQUIPO
En Septiembre en Kenia las temperaturas son muy agradables, hace fresquito por la mañana y luego calor, pero sin llegar a ser agobiante, por lo que os recomiendo llevar algo de abrigo (una chaqueta o polar para las primeras y últimas horas) y camisetas o camisas más finas para luego. Yo opté por ir casi siempre con pantalón largo, zapatillas de treking cerradas (para así evitar picaduras de bichos durante el día y por la noche), y camisetas de tirantes de algodón con camisas por si el sol pegaba mucho.
TODA la ropa (exceptuando la ropa interior) la impregnamos con PERMETRINA, la dejamos secar (a la sombra) un par de días y la guardamos, teniendo especial cuidado para que no se mezclara con la ropa que no llevaba permetrina. De hecho, en la maleta separamos toda esta ropa metiéndola en bolsas. Se compra en la farmacia y sirve para mantener a raya a los mosquitos ya que te pueden picar a través de la ropa (y doy fe de esto después de mi experiencia en las rocosas canadienses). Os recomiendo pedirla con pulverizador y lo que os sobre llevarlo al viaje para poder rociar las mosquiteras que tendréis en los hoteles. Toda precaución es poca cuando se va a un país con malaria y donde una simple picadura te puede complicar mucho la vida.
Gorra, gafas y una mochila también os vendrán muy bien, crema del sol para no ir como cangrejitos ya desde el primer día y antimosquitos tipo Relec Extra fuerte o Goibi Xtreme para echaros por las zonas de piel no cubiertas por la ropa.
Para Seychelles hay que llevar lo típico de un viaje de playa: muuuucha crema de alta protección (50+), protector labial, aftersun, bañadores, toalla, sombrero o gorra y gafas, ropa de playa y ropita más elegante para las cenas. Nosotros metimos también nuestro equipo de snorkel.
En cuanto al equipo fotográfico para Kenia es IMPRESCINDIBLE (si os gusta la fotografía, claro) llevar un teleobjetivo (en mi caso de 55-250mm) para obtener las fotografías de primer plano de todos los animales que vais a ver. Serán fotos que luego ampliareis para poner en casa, creedme, impresionantes. Yo acoplé a este objetivo un parasol para evitar los destellos y protegerlo del polvo y estuve muy contenta con el resultado. En Seychelles el filtro polarizador hará que se eliminen los reflejos en el agua y conseguiréis un cielo más intenso, con más fuerza y contrastado con las nubes, por lo que os recomiendo que lo añadáis al equipaje.
Y después de todo el rollo de preparativos viene lo bueno, ¡el relato y las fotos!
DÍA 1
La luna de miel puede parecer otro viaje más, pero no es así. Cuando vas camino del aeropuerto tienes el móvil lleno palabras de agradecimiento, buenos deseos y fotos del que, al menos para mí, fue el día más bonito de toda mi vida. Todo el vuelo nos lo pasamos recordando anécdotas, comentando momentos y reviviendo una y otra vez esas pocas horas que preparamos durante meses para que todo saliera perfecto. Cuando leo que la luna de miel es para descansar de lo que ha supuesto preparar y vivir la boda no lo entiendo, porque para mí, la luna de miel fue la continuación a esa nube en la que te sentí el día de mi boda. Esa sensación no la olvidaré jamás y no se ha repetido en ninguno de mis viajes.

Fotografía de Usual Fotográfica
Cuando llegamos al aeropuerto de Nairobi y salimos empezamos a creernos que estábamos allí, en África. El que sería nuestro guía los siguientes 8 días (Queñua) estaba esperándonos para llevarnos al hotel de Nairobi donde pasaríamos la primera noche: Boma Inn.
El trayecto hasta el hotel hizo que no despegáramos nuestras caras de las ventanillas. Gente, mucha gente por la autopista caminando, reunidos alrededor de bidones con fuego dentro, animales, vendedores, aquello parecía de todo menos una autopista.
Al llegar al hotel una verja y dos guardias armados nos pararon para identificarnos y permitirnos el acceso al recinto. La verdad es que estábamos flipando…Nuestra intención era llegar, pegarnos una ducha y coger un taxi para conocer un poco el centro de Nairobi y aprovechar a cenar, pero después de ver todo aquello y de que nuestro guía nos recomendara quedarnos en el hotel, cambiamos de opinión. Si de día nos daba respeto, no nos queríamos imaginar lo que sería aquello de noche. De hecho, unos días más tarde hubo un atentado en un centro comercial, por lo que nos alegramos de no habernos arriesgado. Nos gusta ver lo local, no solo lo turístico, pero cuando el riesgo de atracos, atentados etc es alto no merece la pena.
El hotel correcto, habitaciones muy normalitas pero limpias.
Descansamos un rato y bajamos al restaurante del hotel para cenar unas pizzas y nuestra primera cerveza Tusker, llamada así por los colmillos del elefante adulto. Salimos a la terraza del hotel a tomar otra cerveza pero cuando vimos que los mosquitos empezaban a revolotear a nuestro alrededor y estábamos sin repelente nos marchamos de allí. Como al día siguiente había que madrugar bastante decidimos acostarnos, era nuestra primera noche en Kenia y aunque estábamos agotados por el viaje teníamos unas ganas locas de que sonara el despertador para empezar nuestra ruta.
DÍA 2
Hoy nuestro destino era el Parque Nacional de Amboseli, famoso por sus manadas de elefantes con el Kilimanjaro como telón de fondo. Nada podía ser más auténtico que esto por lo que era una parada obligatoria en nuestra ruta. El trayecto sería de unas cuatro horas y media, por lo que llegaríamos para poder hacer un safari por la tarde.
Ya más relajados que el día anterior, comenzamos a disfrutar del trayecto. Laboratorios que más bien parecían un garaje, tiendas donde aparecía la palabra VISA y no tenían ninguna pinta de poder pagar con tarjeta, vendedores a pie de carretera….un mundo diferente ante nuestros ojos que no podíamos dejar de fotografiar aunque salieran las fotos desenfocadas o movidas al ser a través del cristal tintado y en movimiento.
Y por fin llegamos a nuestro primer alojamiento en Kenia: Amboseli Sopa Lodge, un hotel que parecía sacado de los dibujos de Los Picapiedra. Nuestra habitación era una cabañita muy chuli decorada al estilo del resto del hotel ¡nos encantó! Además, teníamos compañía porque un gracioso monito curioso no hacía más que mirarnos por la ventana, teníamos un vecino cotilla, jajaja.
El hotel tenía una pequeña piscina, pero como el sol turraba de lo lindo, decidimos dar una vuelta de reconocimiento por todo el hotel y tomarnos una cervecita hasta la hora de ir a hacer el safari de la tarde.
Y por fin llegó la hora. ¡Estábamos a punto de vivir nuestro primer safari y estábamos emocionados! ¿Veríamos muchos animales? ¿Nos gustaría?
Desde el primer momento en el que cruzamos el puesto de control del Parque Nacional de Amboseli empezamos a ver jirafas, elefantes, gacelas de Grant, ñus, cebras… No hacíamos más que avisarnos el uno al otro de cada animal que veíamos. Estábamos maravillados por tener ante nuestros ojos a tantos animales en su «casa». Sin lugar a dudas éramos unos privilegiados y no dejamos de sonreír y de sacar fotos como locos.
Continuamos conduciendo por las carreteras del parque, cuando de repente, vimos una manada de elefantes muy cerca de la carretera. Queñua condujo hasta ellos (siempre respetando el espacio de los animales, no hay que olvidar que los «invitados» allí somos nosotros) y paró el coche para que pudiéramos fotografiarlos. Pero, cual fue nuestra sorpresa cuando uno de ellos se acercó a nosotros, nos miró con toda tranquilidad y cruzó el camino sin inmutarse. La verdad es que da respeto verlos tan de cerca, los pliegues de su piel me alucinaron, sus ojitos pequeños y ¡sus colmillos! Todo un book fotográfico en nuestro primer día.
Seguimos nuestra ruta y otras dos maravillas aparecieron en nuestro camino: una hiena manchada que no nos dejó verle la cara y un avestruz que todo lo contrario, nos miraba con cara de mala leche jajaja.
Y pocos kilómetros después… apareció la tan ansiada imagen en el encuadre perfecto: un elefante con el Kilimanjaro como telón de fondo. ¡Buf! que os puedo decir, que era una de las postales que deseábamos traernos en nuestras retinas y en nuestras cámaras, y allí estaba. Era perfecto.
Pero este elefante no estaba solo, toda la manada estaba allí con él un poquito más adelante.
Continuamos con la sesión fotográfica a los elefantes desde nuestro coche. Nos estaba encantando la experiencia y aunque llevábamos horas parecía que acabábamos de salir del lodge.
Muy gracioso fue ver cómo los elefantes se metían en el barro y salían con las botas puestas jajaja.
Terminamos el día con una graciosa avestruz de patas rosas a los pies del Kilimanjaro. El sol ya iba bajando y era la hora de volver al lodge a ducharnos y cenar.
Cuando estábamos cerca de la salida nos dio por mirar hacia atrás y nos quedamos alucinados con la imagen que estábamos viendo….Un momentazo de esos que no se te olvidan en la vida. Una puesta de sol en plena sabana de quitarte el sentido.
El día había terminado, pero la aventura africana acababa de comenzar y nos quedaban muchos días por delante.
Y bien metiditos en la mosquitera impregnada de permetrina nos despedimos hasta mañana.
DÍA 3
Amanecía un nuevo día en Amboseli y hoy volveríamos al parque para hacer un nuevo safari hasta la tarde (esta vez no veríamos la puesta de sol). Nos duchamos corriendo (porque nos avisaron que cuando se acababa el depósito ya no había más) y nos fuimos a desayunar.
Con las pilas cargadas y el estómago bien lleno (madre mía que desayunos) nos montamos en el coche y recorrimos el mismo camino que el día anterior. Nuevamente los elefantes nos dieron la bienvenida (por algo le llaman a Amboseli el parque de los elefantes) pero hoy tuvimos la oportunidad de disfrutar y fotografiar muchos más animales.
Babuinos (con cara de pocos amigos)
Búfalos Cafre (con sus capas de barro y sus inseparables pajaritos para liberarse de los parásitos)
Cebras
¡Cuidado! Hay que parar en el paso de cebra jajaja.
Hipopótamos
Aves como Pelícanos, Avutardas, Garzas, Secretarios…
Elefantes, nuevamente vimos muchísimos. Al comenzar el safari con el Kilimanjaro de fondo y luego a lo largo de todo el día. Por algo es el santuario de los elefantes.
Tuvimos nuevamente la ocasión de ver al ladito nuestro a un elefante, parado mientras nos miraba con curiosidad y parecía posar para la cámara.
Jabalíes verrugosos (animal curioso como pocos. Como dato, Queñua nos dijo que comían de rodillas y lo pudimos comprobar).
Hienas
Después de tantas fotos nuestros ojos debían descansar, por lo que nos acercamos a una colina para dejar la furgo y poder comer. Si os fijáis estábamos en una zona alta, donde poder ver si «algo» se acercaba. Allí nos juntamos con personas de otros jeeps ya que era una zona habilitada para ello. Las vistas eran magníficas y pudimos ver la explicación que nos dio Queñua sobre el nombre del parque. Amboseli significa en lengua masai «el humo que sube», en referencia a las columnas de polvo que ascienden por decenas de las resecas tierras de la sabana.
Devoramos nuestros packs de pícnic y volvimos a la furgoneta.
Nos sorprendió una preciosa manada de Elefantes con babys incluidos que hizo nuestras delicias y con la que gastamos muchas fotos de nuestra tarjeta, jejeje.
Gacela de Thomsom (con su distintiva banda ancha de color negro en su lateral)
Nús
¡Y los tan ansiados Leones! Estaban lejos y no podíamos acercarnos hasta ellos ya que no había camino, por lo que nos conformamos con estas tomas de dos adultos demostrando su dominio junto a una leona. Su melena se distinguía claramente y su agresividad también. No me gustaría encontrarme de frente con esos dos mientras doy un paseo,jejeje.
Queñua nos dijo que debíamos regresar al hotel. Al día siguiente teníamos nuevamente viaje y había que madrugar. ¡Qué pena! Llevábamos todo el día viendo estos paisajes, pero no nos cansábamos. Los animales son adictivos y los paisajes de Amboseli también.
Nos despedimos del parque y regresamos al lodge a descansar.
Un ratito de siesta y nuevamente arriba. Decidimos salir de nuestra cabañita para ir a tomar un café y después darnos un baño en la piscina, pero antes de esto último surgió un plan inesperado. Empezamos a hablar con uno de los cuidadores del recinto y nos dijo que si queríamos nos llevaba hasta su poblado, que terminaba su turno ahora. Nos miramos y sin dudarlo ni un segundo aceptamos la oferta.
Lo que tan decididos aceptamos luego nos hizo dudar, porque nos fuimos hasta el poblado ¡andando! Y no precisamente 5 o 10 minutos, una caminata curiosa por medio de la sabana, con huellas de animales y expuestos totalmente. Yo iba con más miedo que ganas. Pero al llegar al poblado todo esto se pasó. Estábamos solos, no había ningún otro turista, ni guías ni nada por el estilo. Mi marido y yo solos. Creo que pocas veces he sentido que estaba tan lejos de casa, en un lugar tan diferente, donde la vida no se parecía absolutamente en nada a lo conocido y donde mis sentidos estaban a mil para captar cada detalle de lo que nos contaba el que tan amablemente nos enseñó el poblado, su casa y a su familia.
Como podéis ver las casas están hechas con adobes preparados con excrementos de vacas, paja y barro y su construcción es una tarea femenina tradicional. Su interior es muy básico, con una zona donde hacer fuego junto a unos pequeños tragaluces y un apartado donde dormir (de hecho cuando estuvimos dentro había un niño y un bebe durmiendo).
Los hombres Masái son guerreros por excelencia, ellos se dedican, sobretodo, a la protección de la tribu, al ganado y al cuidado de sus tierras para el pastoreo. Las mujeres Masái se encargan de todas las tareas domésticas (incluyendo su construcción como he explicado antes), cocinan, ordeñan, recogen el agua y cuidan a los niños. Además tuvimos la oportunidad de ver cómo hacían fuego con tan solo la ayuda de sus manos, un palo y algo que parecía paja. En cuestión de segundos aquello estaba listo y nuestras mandíbulas estaban por el suelo al ver aquello en directo, sin trampa ni cartón.
Una anécdota muy curiosa fue cuando el masái que hablaba inglés le preguntó a mi marido si yo era su primera esposa y cuántas quería tener. Yo no sabía si había entendido bien la pregunta (porque su pronunciación en inglés era complicada) porque estaba allí presente, en la conversación. Mi cara fue un poema y mi marido alegremente le dijo que con las españolas con una es suficiente, jajaja ¡Ole respuesta! Pero esto tiene una explicación y es que en la comunidad masái, la importancia y posición social de un hombre se mide por la cantidad de animales e hijos que posee. Y esposas puede tener todas las que pueda mantener y garantizarles la dote, ya que la poligamia está aceptada.
Después de un buen rato en su casa salimos a la explanada que había alrededor de las chozas. Iban a hacernos una demostración de danza masai con sus saltos, canciones y sonidos de los collares de las mujeres del poblado y estaban ya preparados. No habíamos pagado nada, compramos unas postales que hacían allí (súper auténticas, pintadas sobre piel de animal) pero en ningún momento nos pidieron nada. Yo no sé si es lo habitual o no pero desde luego dice mucho de un pueblo que precisamente no lo tiene fácil.
En fila y cantando entraron en la explanada. Ese momento fue uno de los más impactantes de todo el viaje. Solos, escuchando sus canciones y viendo como avanzaban hacia nosotros. Imposible de explicar con palabras, pero solo os digo que ahora cuando lo recuerdo me invade esa misma sensación que me recorrió el todo el cuerpo. Impactante.
Como podéis ver los masáis son un pueblo esbelto. Su indumentaria está compuesta por telas teñidas de vivos colores (suelen llevar una manta roja conocida como “Shuka”, que podéis ver a algunos en las fotos) y las mujeres se adornan con grandes collares de cuentas y algunas con cintas en la cabeza. Me llamó muchísimo la atención sus cortes de pelo, rapado al igual que los hombres.
A mí me cogieron y me llevaron con las mujeres y a mi marido con los hombres. Toda una experiencia compartir este momento con ellas. La sonrisa es algo universal, no hacen falta palabras cuando sabes que eres bienvenida.
Los tan famosos saltos de los masáis nos sorprendieron, el chico parecía saltar sin esfuerzo alguno, con una facilidad pasmosa. Yo me quedé con la boca abierta.
La cámara, como veis, echó chispas y eso que nos cortamos bastante. Por respeto y por disfrute. Si volviera sí que intentaría hacer unos bonitos retratos, me da mucha pena haberme cortado, pero soy muy vergonzosa para eso.
Esta visita, pese a ser increíble, nos dejó un sabor agridulce. Vimos una escasez de recursos que jamás hubiéramos imaginado, y además, nos contaron los problemas que tenían, con cada vez menos tierra para su ganado (por la creación de los parques nacionales y la privatización).
Cuando terminó todo se despidieron y nos quedamos pensando… ¿y ahora qué? ¿Cómo volvemos al lodge? El guardia de nuestro lodge no se había olvidado de nosotros. Nos dijo que como él tenía que descansar nos acompañaría un amigo suyo y así fue. Volvimos a recorrer el mismo camino, esta vez más tranquilos (aunque yo miraba para todos los lados, por si algún león como los que habíamos visto por la mañana aparecía por allí para comernos, jajaja).
Llegamos al lodge para la hora de cenar, agotados pero felices.
Amboseli nos había regalado no solo paisajes y animales sino también una experiencia que no olvidaremos jamás.
DÍA 4
Nos levantamos muy pronto, desayunamos nuevamente hasta reventar y buscamos al guardia que el día anterior nos había llevado a su poblado. Le pedimos una foto porque queríamos tener un recuerdo y amablemente aceptó. Yo parezco una enana a su lado y eso que no soy bajita precisamente. Como no, el telón de fondo fue el mismo que estos últimos días: el Kilimanjaro. El lodge no podía tener mejores vistas.
Metimos nuestras maletas en la furgoneta y pusimos rumbo al Lago Naivasha, nuestra segunda parada de este viaje. Como teníamos tantos kilómetros por delante (casi seis horas) decidimos poner una peli en la iPad y así ir entretenidos un buen rato.
Queñua decidió parar en un lugar estratégico: un punto panorámico desde donde admirar el gran Valle del Rift. Este valle es una fractura geológica que sigue creciendo en la actualidad, tanto en anchura como en longitud, como se pudo ver con la enorme grieta que apareció en marzo de 2018 y que, según dicen, es sólo el principio. Según dicen, el fondo del valle quedará inundado por las aguas marinas de forma total dentro de 10 millones de años. Con ello, la placa somalí se habrá desgajado de la placa africana formando un subcontinente distinto que se separará más aún de África y el valle formará un nuevo mar.
Continuamos el viaje hasta llegar a nuestro siguiente alojamiento: Lake Naivasha Sopa Resort. Si el lodge de Amboseli nos había encantado, éste no se quedó corto. El alojamiento consistía en cabañas con varias habitaciones, en medio de un gigantesco jardín (por llamarlo de alguna forma) donde había jirafas, monos, ciervos y todo tipo de fauna andando libremente (eso sí, siempre bajo la vigilancia del personal del hotel que no te dejaba acercarte). El entorno era verdaderamente increíble. Todo verdísimo y cuidado al máximo.
Las habitaciones enormes, con una ventanal gigante hacía el jardín y una mosquitera del mismo tamaño, porque ¡madre mía que de mosquitos había! No tenía el encanto de la habitación de Los Picapiedra de Amboseli pero el entorno lo compensaba.
Dejamos algunas cosas en la habitación y volvimos a la recepción para ir al lago a hacer nuestro «safari acuático». De camino y justo al lado de nuestra habitación pasaba una jirafa y pocos metros más adelante un Antílope de agua nos miraba fijamente mientras pasábamos de largo.
Un Colobo blanco y negro nos deleitó con su presencia ¡qué mono más mono! Parecía que tenía un abrigo de pelo puesto por encima. Muy curioso, jamás habíamos visto un mono de ese tipo.
Y ya casi llegando a la recepción más jirafas se cruzaron en nuestro camino. A mí me daban ganas de acercarme y achucharlas ¡es que son tan majas! pero, lógicamente, no podíamos hacerlo. Impresiona verlas no estando metidos en una furgoneta. Todo esto sin salir del recinto del hotel.
El pobre Queñua estaba esperándonos con su infinita paciencia jeje. Nos montamos en la furgo y ¡a por nuestro safari acuático!
El Lago Naivasha es un lago de agua dulce y el más alto de los lagos del Valle del Rift. Es el hogar de más de 400 especies de aves y una de las mejores zonas para ver hipopótamos de cerca.
Nuestro safari consistía en un recorrido de algo más de una hora en una barca en la que solo íbamos nosotros dos. La primera impresión al ver el lago fue muy buena. Árboles sumergidos, un montón de pájaros, un paisaje muy bonito y muy diferente al de días anteriores. Había pescadores metidos en el lago con sus redes y animales allí al ladito.
Nos montamos en la barca y ¡a fotografiar! Por cierto, cuidadin si hace sol, no estás en el coche metida por lo que hay que darse crema para no quemarse.
Pelícanos
Espátulas
Cormoranes
Garcetas y Garzas reales
Ganso egipcio
Cigüeña de pico amarillo
Ibis
Y los tan ansiados hipopótamos. Con ellos tuvimos un pequeño susto y es que nuestro barquero quiso acercarse bastante para que pudiéramos sacarles buenas fotos y lo que no vio fue que un hipopótamo estaba sumergido. Cuando salió casi nos tira de la barca ¡nos quedamos paralizados del susto! No hay que olvidar que son animales que pueden estar sumergidos durante más de diez minutos y que son los más mortíferos de África y uno de los más peligrosos para el hombre. Pasado el susto les hicimos un buen book.
Os voy a explicar algo que a mí me llamó la atención. Los griegos antiguos veían al hipopótamo como una especie de caballo (de ahí su nombre, ya que hippos es caballo y potamos es río, por tanto caballos de río) pero en realidad sus parientes genéticos más cercanos son los cetáceos. Los hipopótamos tienen más puntos en común con las ballenas que con los cerdos. ¿Curioso verdad?
Después de las fotos a nuestros grandullones acuáticos tuvimos otra sorpresa más. Un águila cazando un pez en directo, peeero esto he de confesaros que tiene truco. No es que tuviéramos la inmensa suerte de presenciar este momento, es que el pez se lo echó muerto nuestro barquero jajaja. Aun así es impresionante ver cómo lo captura con sus garras y se lo lleva.
Y con estas últimas imágenes dimos por finalizado el safari acuático.
Regresamos al resort relativamente pronto, por lo que teníamos tiempo para descansar tomándonos una cervecita en el hall del resort (una preciosidad por cierto, con enormes chimeneas, sofás de piel y paredes de piedra).
Algo que nos sorprendió fue que, cuando nos fuimos a nuestra habitación para ducharnos antes de cenar, nos dijeron que al salir de noche llamáramos a recepción para que viniera un guardia a buscarnos a la puerta y nos acompañara hasta el restaurante. El motivo: los hipopótamos. Nosotros pensamos que era una excusa para tener que dar propina (que mal pensados que somos), pero como nos daba cosa no hacerles caso lo hicimos. ¡Y menos mal! una mamá hipopótamo con su cría estaban paseando tan tranquilos por el resort. El guardia los alumbró con la linterna y nosotros alucinamos en colores. Este hotel no dejaba de sorprendernos jajaja.
Cenamos en el bufet del hotel (muchísima variedad aunque menor calidad que el de Amboseli) y de nuevo vez a pedir que nos llevaran a la habitación.
DÍA 5
Hoy de nuevo tocaba viaje. Debíamos llegar a Masai Mara para hacer un safari de tarde (al igual que hicimos en Amboseli) y eran casi cinco horas de camino, por lo que madrugar, desayunar y ¡a la carretera!
Tantas horas de viaje dieron para sacar muchas fotos en marcha. Nos seguían sorprendiendo las tiendas, las casas de la gente, los mercados…Por no hablar del camino de tierra lleno de baches por el que tuvimos que ir en el último tramo…a dos por hora y votando a lo loco, jajaja. Se nos hizo eterna esta parte.
Por fin llegamos al que sería nuestro hotel las próximas dos noches: Masai Mara Sopa Lodge, un hotel muy cercano a la frontera con Tanzania y situado al lado de la Reserva. Nuestra habitación nuevamente estaba en una cabañita y la decoración interior era de estilo africano (me sorprendió que tuviera parquet).
Como en otras ocasiones, nos instalamos, descansamos un poco y a la hora que nos indicó Queñua ya estábamos listos para subir a la furgo y comenzar nuestro safari.
La reserva de Masai Mara es en realidad una continuación del parque nacional del Serengueti y su nombre es una combinación de la tribu masái que la habita y el río Mara que la cruza.
Familias de jirafas nos dieron la bienvenida. No nos cansaremos de fotografiarlas, creo que fue el animal que más me gusto de todos los que vi en el viaje.
Nuevamente búfalos y avestruces se cruzaron en nuestro camino. Los búfalos acompañados de sus inseparables amigos los picabueyes.
Sonó la radio y Queñua nos dio la noticia. Habían avistado un grupo de leonas con sus crías ¡bieeeen! Cuando las vimos nos quedamos maravillados. Qué bonita estampa.
Comenzaron a caminar y se movieron de lugar. Pasaron por al lado de nuestra furgo pudiéndoles así sacar unos preciosos primeros planos.
Continuaron el camino y nosotros nos fuimos moviendo en su dirección (siempre respetando su espacio y los turnos de cada furgo).
Son unos animales majestuosos. Los que me conocen saben que adoro a los gatos y las leonas y sus crías, pese a ser gatitos grandes y feroces me despertaban la misma adoración.
Nuestro último animalito del día fue esta preciosa jirafa de pestañas enormes y cuernitos adorables que nos miraba fijamente.
Un día cansado por lo duro del trayecto pero que sin duda había merecido la pena. Y si el día terminaba con esta puesta de sol en la sabana ya no se podía pedir más. KENIA ES MÁGICA.
DÍA 6
El desayuno en el Masai Mara Sopa Lodge fue abundante y muy rico (con cocina en directo ¡cómo nos gusta eso!). Estábamos bastante cansados porque a la paliza de viaje del día anterior le habíamos sumado el safari y asistir a una fiesta con música y bailes africanos que organizó el hotel (las fotos de esto tienen muy mala calidad, por eso no las subo) pero era nuestro último día safari y había que aprovecharlo al máximo.
Es curioso cómo uno se acostumbra a ver animales. Los primeros días veíamos un ñu y no parábamos de hacerle fotos y ahora era como ver a otro animal más. Cuando me preguntan cuánto tiempo considero ideal para un safari siempre digo lo mismo: una semana. Es el tiempo que hace que te asombres con todo y que no te aburras. Pero para gustos los colores, es una opinión personal en base a mi experiencia.
El día nos deparaba unas cuantas sorpresas de animales que no habíamos visto.
Topis
Elands (el antílope más grande que existe en África)
Marabú africano
Kongoni
Mwanza agama cabeza plana
Buitres
Y llegó uno de los grandes avistamientos ¡el Guepardo! El mamífero terrestre más rápido del mundo (pasa de 0 a 96 kilómetros por hora en apenas tres segundos) era uno de los animales que más ganas tenía de ver (otro gatito grande y fiero) y me impactó. Su cuerpo alargado, su pequeña cabecita, su mirada fiera…todo en él me gustó. Tuvimos la suerte de ver a dos, uno caminando y otro al ladito nuestro tumbado a la sombra.
Y de un felino a otro…Queñua sin decirnos nada metió la directa en la furgo y fue como una bala hacia no sabíamos dónde. No nos dijo nada pero cuando paró y vimos lo que teníamos delante A L U C I N A M O S. Un León, el rey de la selva allí a nuestro lado. Abrí la ventanilla pero me dio hasta miedo tenerlo tan cerca y la cerré. Me sentía más segura fotografiándolo desde la capota de la furgo.
Queñua avisó por radio al resto de vehículos y poco a poco vimos cómo se iban acercando a nosotros desde todas las direcciones. Parecía que nos iban a atacar, jajaja. No nos atrevíamos ni a hablar entre nosotros dos. Solo silencio y admiración por este animal. Nuestro Rey León, hakuna matata 🙂
Muy cerca del rey había una Leona con un león joven tumbados a la sombra. Nos acercamos hacia ellos y les sacamos unas fotitos antes de marcharnos del lugar.
Si os fijáis veréis el reflejo de nuestra furgoneta en los ojos de la leona. Increíble ¿verdad?
Después de este empacho leonino continuamos nuestro camino hacia el río Mara. Queríamos intentar ver la migración y hoy era el día que teníamos para ello. Queñua nos llevó hasta un alto para comer (ya veis las vistas, plena sabana) y después bajamos hasta un punto del río donde paramos la furgoneta a la espera del espectáculo.
Los sigilosos cocodrilos también estaban a la espera, pero en este caso para comer a sus presas, no para fotografiarlas (bueno de hecho uno ya se estaba comiendo a una, fijaros en las fotos).
Los hipopótamos también estaban en el río disfrutando de un refrescante baño.
Y las cebras bebían agua sin perder de vista a sus posibles depredadores.
Y entonces empezamos a oír un ruido….el ruido se fue incrementando hasta el punto de que dentro del coche notábamos vibraciones….no nos lo podíamos creer, una gran manada de ñus avanzaba hacia nosotros ¡la migración!
Fue muy curioso ver el comportamiento de los ñus. La manada se acercó hasta el río, pero sin bajar a él. Un ñu fue el encargado de observar lo que tenían por delante. Se asomó, se acercó algo más al barranco y se quedó inmóvil allí. Desde la otra orilla del río otros ñus emitían sonidos (nosotros suponíamos que de aviso, porque uno de ellos ya estaba en el estómago del cocodrilo).
Allí estuvimos todos los coches más de una hora esperando a ver si se animaban a bajar y a cruzar el río Mara. Pero nada, el «ñu encargado» se asomaba, se volvía a asomar y retrocedía.
Esperamos un buen rato más y de repente, sin saber por qué, empezaron a correr en sentido contrario al rio ¡nooooo! por ahí no tenéis que ir, jajajaja. Queñua nos explicó que los ñus no veían ese cruce seguro y que buscarían otro lugar por donde cruzar. Una pena porque habría sido impresionante verlos. Nos conformamos con ver la migración «a medias». Aun así, verlos llegar y sentir la fuerza con la que corrían hasta el punto de retumbar el suelo fue toda una experiencia.
Después de esto emprendimos el camino de vuelta al lodge. Pensamos que ya no fotografiaríamos a más animales, pero no, era nuestro último día de safari y no pudimos resistirnos.
Unos impalas pequeños que eran para comérselos de bonitos
Un bufalo cafre también pequeño
Una simpatiquísima jirafa (os he dicho que me encantan 🙂
Un elefante solitario
Y cebras. Dos de ellas en posición vigía y otra que me regaló la foto de portada de este post.
Y para despedir el parque dos leones tumbados y dormidos como cepos. Esperamos por si se levantaban, pero no, parecían estar relajados por completo y ni se inmutaron ante la llegada de nuevas furgos.
En el lodge cenamos y nos fuimos a la habitación. Al día siguiente teníamos viaje en coche por la carretera infernal y no queríamos estar destrozados. Nuestra cama «búnker» con la mosquitera estaba esperándonos. Íbamos a dormir como bebés en nuestra última noche en la sabana de Kenia, habían sido unos días maravillosos. Ya no escucharíamos a los miles de bichos y ruidos de animales por las noches, ya no veríamos esas puestas de sol increíbles en medio de la sabana ni nos enterneceríamos con todos los animales bebés…que pena…pero el viaje debía continuar y además lo que nos esperaba era una gran segunda parte.
DÍA 7
Un nuevo día y un camino largo por delante (más de cinco horas y media de coche). Dejamos nuestro último lodge y pusimos rumbo a Nairobi. Ya sabíamos que el primer tramo iba a ser durillo, pero que luego vendría carretera sencilla y podríamos amenizarnos con otra peli en el iPad.
Una calavera de búfalo nos despedía de la sabana, pero no con un adiós, sino con un hasta luego.
En el coche seguimos nuestra labor de «reporteros» sacando fotos de los paisajes y la gente que nos encontrábamos a nuestro paso. Eran ya nuestras últimas fotos en Kenia y no dejaban de sorprendernos.
La comida de hoy la haríamos en el restaurante Carnivore de Nairobi, un restaurante singular y diferente. Como llegamos bastante tarde estuvimos prácticamente solos, por lo que la atención fue muy buena. Primero nos explicaron el funcionamiento: te ponen las salsas en el medio para que las vayas combinando con las carnes que te van trayendo y tienes una banderita para indicar que sigues queriendo carne. Mientas la bandera esté colocada seguirán y seguirán hasta que ¡revientes! jajaja.
Te ofrecen salchichas de varios tipos, avestruz, cocodrilo, costillas, cordero etc. Muchas de estas carnes se pueden comer hoy en día en cualquier parte del mundo, pero nosotros por ejemplo no habíamos probado nunca la de cocodrilo y no perdimos la ocasión de hacerlo (es cierto, sabe a pollo jajaja).
Y de aquí nos dirigimos al hotel en el que nos habíamos alojado la primera noche en Kenia. Allí pasaríamos la noche hasta coger el vuelo que nos llevaría a uno de los archipiélagos más bonitos del planeta: Seychelles.
DÍA 8
Último día en Kenia. Desayunamos en el bufet del hotel y salimos para coger por última vez la furgoneta para ir al aeropuerto de Nairobi. Nos despedimos de Queñua, había sido un placer contar con él en el safari, no me imagino un guía mejor.
Hoy teníamos un día muy movidito ya que para llegar a la Digue debíamos coger un vuelo y dos barcos. En el aeropuerto de Nairobi compramos algunos regalos para la familia mientras esperábamos (no quisimos hacerlo en el safari para no ir cargando). La verdad es que la terminal no era muy «cómoda» y estábamos deseando montarnos en el avión.
El vuelo era directo y en poco más de tres horas estábamos aterrizando en Seychelles. Recogimos las maletas y nos montamos en un autobús de la agencia Mason Travel que nos llevaría al puerto donde cogeríamos el primer barco (previa presentación de los bonos de Cat Cocos, el autobús era gratuito por cierto).
Como os he comentado al principio de la entrada, el hotel de La Digue y los trayectos hasta llegar a él los reservamos a través de una chica que conocimos viendo el programa Españoles por el mundo (tenéis el enlace arriba y os puedo facilitar su email). Nos envió unos días antes de partir a Kenia los bonos con los horarios para que tuviéramos todo listo. A ella no la vimos, simplemente presentamos los bonos y nos dieron los billetes.
Yo estaba toda emocionada cuando entramos en nuestro fast ferry de Cat Cocos, lo que no sabía era que el estado de la mar era malísimo y que lo que al principio eran risas porque parecía el barco una montaña rusa se tornó en un mareo como nunca antes había tenido. No sentía las manos, sudaba como si hubiera corrido una maratón, me encontraba fatal. Y miraba a mí alrededor y la gente iba ¡dormida! ¡Pero si parecía que íbamos en un submarino en vez de en un barco del oleaje que había! Pasé una hora horrible, y solo pensar que tenía que coger otro ferry me daba terror…
Llegamos a Praslin, NO desembarcamos (porque el trayecto era directo) pero paramos para recoger pasajeros. Este tiempo de margen hizo que pudiera recuperarme un poco y como el trayecto hasta La Digue era muy corto (unos 15 minutos) pude aguantar. Cuando llegamos a La Digue nos estaban esperando con un carrito para llevar nuestro equipaje (y a nosotros) hasta el hotel Le Domaine de L’Orangeraie.
Nos recibieron a golpe de gong y nos acomodaron en la recepción con un refresco y un aperitivo. Me sentó genial tomar esa limonada pero lo que quería era ir a la habitación a tumbarme en la cama para que se me pasara el mareo que llevaba encima. Después de estar un ratillo esperando vino una chica, nos explicó el funcionamiento de todo y nos acompañó a la habitación Anse Coco ¡Nos encantó! Decoración moderna, con una terraza enorme, muy cerca de la playa y con el detalle de unas frutas y una botella de champan para celebrar que estábamos de luna de miel. El baño muy coqueto también.
Tumbarme en esa cama fue todo un regalo y al despertarme estaba como nueva. Me pegué una ducha y nos fuimos a cenar al restaurante del hotel (como era la primera noche no queríamos andar buscando otra opción, fuimos a lo cómodo).
La cena era bufet y lo curioso es que además de estar al lado del mar comías con los pies en la arena, literalmente. Todo muy bien decorado y el personal encantador. Lo malo el precio, que nos metieron una leche…pero bueno, después del día que habíamos tenido nos merecíamos una rica cena.
Nos fuimos a la cama deseando que llegara el amanecer para explorar el hotel y la isla con lupa. Allí pasaríamos 8 días de relax y desconexión.
DÍA 9
Hoy no tocaba madrugar para ver jirafas o ñus, hoy tocaba ver un paraíso turquesa. Nos asomamos a la terraza y ya lucía el sol. Nos cambiamos y nos fuimos a desayunar al mismo lugar donde la noche anterior habíamos cenado.
He de confesaros que si hay un momento que me gusta especialmente en unas vacaciones de playa es éste: desayunar al lado del mar (al lado al ladito, no vale una ventana con vistas lejanas), con los pies en la arena, sin ruidos ni gente gritando y sin ningún tipo de prisa.
Estuvimos pensando si salir a explorar la isla o quedarnos en la playa y piscina del hotel y optamos por la última. Teníamos muchos días por delante para salir a investigar y hoy queríamos descansar.
La piscina infinity del hotel era una maravilla. Estaba rodeada de tumbonas con un colchón mullidito que hacía que estuvieras en la gloria (nada de hamacas duras incómodas jeje). Toallas perfectamente colocadas con olor a flores, cojines a juego con la decoración del hotel, vistas increíbles…Era perfecto.
Y a solo un paso de la piscina estaba la playa. Súper cuidada, con camas balinesas, una arena blanquísima y un agua impresionante. Y como telón de fondo una vegetación verde exuberante. Desde luego que el hotel tiene bien merecida su fama, porque es una maravilla en un lugar maravilloso.
Y así pasamos el día. Leyendo, bañándonos en la playa y en la piscina y disfrutando de aquel paraíso que estaba en mi lista de deseos y que no pensé que podría ver con mis propios ojos.
La cena de hoy la teníamos incluida y no era bufet como el día anterior, sino una cena con menú cerrado en un lugar apartado y romántico. ¡Qué bueno estaba todo!
Finalizaba nuestro primer día en Seychelles, pero quedaban muchos más.
DÍAS 10 A 17
Los siguientes seis días los pasamos igual de mal, jajaja. Para no ser repetitiva voy a juntarlos y a enseñaros los rincones que descubrimos de La Digue junto con algunos datos de esta preciosa isla.
En la isla de La Digue no hay coches ni carreteras, por lo que el medio de transporte más recomendado para recorrer esta isla de 10 km² es la bicicleta. Los locales también usan carros tirados por bueyes, por lo que la tranquilad está asegurada. Está situada al noreste de Madagascar y debe su nombre a una nave de la flota del explorador francés Marc-Joseph Marion du Fresne, que visitó las Seychelles en 1768. Su población es muy reducida, unas 2.000 personas dedicadas al turismo que viven, sobre todo, en las aldeas de la costa oeste: La Passe y La Reunión.
No hay grandes restaurantes, solo pequeños negocios locales donde poder cenar. Algo que me sorprendió fue la poca amabilidad en estos negocios, pero cenar todos los días en el hotel era mucho presupuesto, por lo que «tragamos». El que más repetimos fue La Digue pizzeria (buenas pizzas a buen precio aunque muy muy lentos). Chez Jules es el número uno en la isla, con unas bonitas vistas y a pie de playa (Anse Bananes) bien merece el paseo en bici hasta llegar a él. Podréis degustar comida criolla y pescado fresco (mención especial al pulpo).También es recomendable el chiringuito de playa Lanbousier para comer cerca de Anse Source d’argent (aunque por lo general comíamos en la playa un bocadillo hecho con lo que comprábamos en el único super que había en nuestra zona). Tened en cuenta que hay que pagar en efectivo.
Comentaros también que teníamos planificada una excursión con un chico local (que recomendaban en la web de los viajeros) para hacer snorkel pero justo para ese día daban lluvias y el resto de días los tenía ocupados, por lo que decidimos anularla y quedarnos tranquilos. Ahora mismo si volviera a Seychelles exploraría las islas y los fondos marinos de los alrededores, pero en esa ocasión, lo que quisimos fue disfrutar del hotel y de la isla sin complicarnos demasiado. Y sinceramente no me arrepiento. No siempre hay que estar sin parar en un sitio más de dos días, hay viajes y destinos que hay que «saborearlos» despacio y Seychelles es uno de ellos.
El hotel nos dejó bicicletas, de forma gratuita, por lo que el tema del «transporte» estaba solucionado (el paraguas estilo Mary Poppins también nos lo prestó el hotel, como veis muy discreto no era jejeje).
Una de las cosas que más nos gustó fue poder ver a las tortugas gigantes (procedentes de la isla de Aldabra) y darles de comer. Las encontramos en un pequeño recinto del parque protegido (L’Union Estate o Union Estate Park) en el que hay que pagar por entrar (115 rupias válido para todo el día).
Y las encontramos también en libertad, lo que nos hizo una ilusión enorme. Además en un entorno precioso como podéis ver en la foto.
Pero el principal atractivo de La Digue son sus playas, y más concretamente Anse Source d’ Argent, considerada una de las mejores playas del mundo. Puede parecer exagerado, pero después de todas las que hasta la fecha he visto (Caribe, Maldivas, Islas griegas, Cerdeña, Baleares, Canarias, Isla Mauricio…) puedo decir que es verdad. Maldivas ha sido el lugar más paradisíaco y Anse Source d’Argent la playa más espectacular.
Sus aguas color turquesa y su arena fina y blanca son una maravilla, pero es su vegetación y las formaciones rocosas de granito lo que la hacen tan paradisíaca. Mirad las fotos y veréis de lo que os hablo.
La playa está formada por pequeñas calas y si os preguntáis si había mucha gente os tengo que decir que no, teníamos momentos de absoluta soledad. Rinconcitos maravillosos de los que disfrutamos varios días.
Allí no esperéis terracitas ni nada por el estilo, pero nos sorprendió este chico vendiendo cocos y frutas en una de las calitas. Eso sí, el coco con un poquito de ron para alegrar el día, jajajaja. Fue muy bueno.
Aquí las horas pasaban volando y la cámara echaba humo porque parecía que estábamos metidos en un fondo de salvapantallas de ordenador. No me digáis que no.
Para llegar hasta esta maravilla hay que pasar por el parque que os he comentado antes (L’Union Estate o Union Estate Park) pagando la entrada pero disfrutando tanto de las tortugas como de este impresionante paisaje. Sin duda merece la pena.
Los atardeceres en Anse Souce d’Argent tampoco defraudan y quedarse hasta última hora allí es algo que no os debéis perder.
Pero en La digue no solo está Anse Source d’Argent, también hay otras playas impresionantes que merece la pena visitar (aunque para mí la más bonita es la primera). Algunas de ellas son Grand Anse, Petite Anse y Anse Cocos en el sureste, Anse Severe, Anse Patates, Anse Gaulettes, Anse Grosse Roche, Anse Banane, Anse Fourmis o Anse Caiman en el noreste. Vamos, que aburrirte allí no te aburres jeje. Os dejo algunas de las mil fotos que tengo.
En la isla encontrareis una iglesia católica, un museo y poco más. Vamos, que no es un sitio para hacer turismo cultural. La foto de la iglesia es cortesía de mi marido.
Y para finalizar nuestros últimos días en Seychelles y poner el broche a la luna de miel reservamos una Villa de Charme en el mismo hotel. Una habitación increíblemente romántica y un baño al aire libre espectacular (la parte mala es que nos acribillaron los mosquitos, por lo que ojo con esto).
Estas villas se encuentran en la parte alta del hotel, por lo que para llegar hasta ellas había que solicitar un shuttle. Un poco engorro porque estábamos acostumbrados a salir y entrar cuando queríamos (es más cómodo) pero la verdad es que la villa es impresionante.
DÍA 18
Nuestra luna de miel llegaba a su fin. Había que despedirse de aquel paraíso que nos había robado el corazón. El viaje combinado de Kenia y Seychelles había sido perfecto, no podíamos quejarnos de nada, bueno si, de que se terminara jejeje. Cogimos los ferry de Cat Cocos e Inter Island para volver a Mahe (esta vez con muy buena mar) y desde allí el vuelo de regreso a España vía Dubái.
Fue un viaje que nunca olvidaré y que culminó con un recibimiento en casa sorpresa que nos hizo muchísima ilusión. Porque tenemos una familia que es lo mejor de lo mejor.
Como siempre, muchísimas gracias por leerme. Si tenéis alguna duda podéis escribir en los comentarios y os responderé lo antes posible (así el resto de viajeros también lo verán) o enviarme un mensaje a través de Facebook o Instagram.
La galería de fotos la podéis ver en mi cuenta de Flickr y si queréis saber cuándo publico una entrada nueva en el blog no olvidéis seguirme en Facebook (pinchar en «Seguir» y «Me Gusta») y en Instagram.
¡Un saludo viajeros!
Sandra
Me ha encantado vuestro viaje , creo que me voy a inspirar en el para nuestra próxima escapada.
Un abrazo
Conchi
Muchísimas gracias Sandra!!! si te animas y tienes alguna duda puedes decirme y en lo que pueda te ayudo. Un abrazo!
jarri
Precioso.
Mi lista de favoritos de documentales de animales se la repartían «National Geographic» y «Planet Earth» ahora tendré que añadir la tuya.
Felicidades y seguir deleitándonos con vuestros viajes.
Conchi
Muchas graciaaas!!!! Impresiona verlos en directo y tan cerca, es toda una experiencia. Un abrazo!