Si os pregunto a que país asociáis el chocolate, el queso, las navajas multiusos o los relojes, estoy segura de que muchos responderías sin dudarlo ni un segundo: Suiza.
Pero este pequeño país situado en el corazón de Europa es mucho más que eso. Con el glaciar más grande de todos los Alpes, sus trenes y teleféricos panorámicos, el icónico monte Cervino y sus paisajes de ensueño, Suiza se convertirá en un destino al que querréis volver antes de haberos ido. Una mezcla perfecta entre ciudades modernas, pueblos encantadores y naturaleza a raudales con los Alpes como telón de fondo.
Abrocharos los cinturones porque comienza un impresionante road trip por Suiza.
CUANDO IR
Suiza tiene la gran ventaja de poder visitarse durante todo el año, eso sí, dependiendo de la época en la que vayáis las actividades y rutas a realizar variarán.
Nosotros elegimos el mes de Julio para poder gozar de un tiempo más benévolo y así poder disfrutar de sus paisajes y hacer varias rutas de senderismo. Pero he de confesar que estando allí, al igual que nos pasó en Dolomitas, soñamos con volver y deslizarnos por sus pistas de esquí y ver todo el paisaje nevado.
Tiene que ser increíble bajar esquiando con vistas al Cervino, poder visitar los mercados navideños y terminar el día en una cabaña de madera, bebiendo chocolate al lado del fuego. Un plan muy chulo para hacer en Suiza en invierno ¿verdad?
No debéis olvidar que si viajáis en estas fechas (diciembre a marzo) es temporada alta, como pasa con el verano, y los precios van acorde a esto. Además hay que reservar con tiempo el alojamiento para tener más opciones.
Pese a que las temperaturas en los meses veraniegos (julio-agosto) en Suiza son agradables, la lluvia suele hacer acto de presencia bastante a menudo, por lo que hay que tenerlo en cuenta a la hora de hacer la maleta. Además, como siempre os digo, en las zonas de alta montaña el tiempo puede cambiar en cuestión de minutos y hay que ir preparado. Nadie quiere ponerse malo por no llevar un chubasquero y terminar un una ruta empapado y muerto de frío.
La primavera y el otoño (de abril a junio y el mes de septiembre) son épocas ideales para poder admirar los diferentes colores del paisaje y la floración (además de ser una época más económica, cosa a tener muy en cuenta en Suiza, que de barato no tiene nada) pero puede haber problemas de nieve en cotas altas o instalaciones y rutas de senderismo cerradas.
Los meses que leímos que no estaban recomendados por su mala climatología y el cierre de la mayor parte de los atractivos turísticos eran los que van de octubre a marzo.
DATOS PRÁCTICOS
– Ruta: La distribución del viaje por Suiza la hicimos de la siguiente forma:
- Stein am Rhein-Lucerna
- Lucerna-Pilatus-Interlaken
- Lauterbrunnen-Männlichen-Wengen
- Lago Oeschinen-Thun
- Museo de Omega-Berna-Grindelwald
- Grindelwald-Bachalpsee-Jungfraujoch-Zermatt
- Zermatt-Ruta de los cinco lagos
- Zermatt-Gornergrat
- Gornergrat-Fin de la ruta por Suiza
– Vuelo: En nuestro caso no entramos en Suiza por aire sino por tierra ya que la visita al país era una de las partes de un road trip que abarcaba también Baviera (Alemania) y Alsacia (Francia).
Si vuestra intención es llegar en avión, los aeropuertos más habituales son los de Zurich y Ginebra.
Nosotros volamos a Munich (Alemania) y desde allí fuimos recorriendo toda la parte sur del país hasta entrar en Suiza.
También valoramos volver desde Basilea, Stuttgart y Milán.
La parte buena que tiene Suiza es que, al estar en medio de muchos países, si te mueves en coche tienes mil alternativas diferentes y, como es un país pequeño, no hace falta coger vuelos internos para moverse por él.
Comparad precios y elegid el aeropuerto de entrada y salida en función de vuestra ruta y no a la inversa, así será acierto seguro.
– Visado: Los ciudadanos de la Unión Europea no necesitamos tramitar ningún visado para acceder al país gracias al acuerdo Schengen. Con presentar el DNI en vigor es suficiente (aunque nosotros también llevamos el pasaporte).
Si no pertenecéis a la Unión Europea consultad los requisitos y trámites.
– Moneda: Suiza tiene su propia moneda que es el franco suizo (CHF) ya que no es uno de los países de la zona Euro.
Casi todos los pagos los hicimos con la tarjeta de crédito (hoteles, restaurantes y compras cuyo importe fuera elevado, como los telesillas, que no son baratos). Pese a esto, siempre conviene llevar dinero en efectivo, cambiado en el país de origen, en destino, o retirado del cajero con tarjetas con exención en el cambio para no encarecer el viaje.
– Seguro: En esta ocasión decidimos contratar el seguro Iati Escapadas ya que era el que más se ajustaba a nuestra ruta y necesidades.
Aunque llevábamos la Tarjeta Sanitaria Europea preferimos ampliar las coberturas con un seguro privado. La salud es lo primero y es donde no se debe escatimar. Debería de ser un elemento imprescindible en todos los viajes.
Si accedéis a través de este enlace o pincháis en a foto, tendréis un 5% de descuento.
– Coche de alquiler: El coche elegido fue un Ford Focus familiar que reservamos con la compañía Álamo (hubiéramos preferido un SUV porque nos parecen los coches más cómodos para este tipo de viajes, pero no tenían).
Para buscar el coche usé el comparador de la web rentalcars.
El seguro no pude contratarlo a través de la web ya que me indicaron que la cobertura premium no estaba disponible con esa compañía, por lo que tuvimos que contratarla al recoger el coche.
Por suerte no lo usamos pero jamás se nos pasa por la cabeza no contratarla (aunque nos de mucho dolor pagar el extra).
El coche llevaba GPS incorporado pero no tuvimos que pagar ningún extra por él. Así nos ahorramos gastar datos con la tarjeta, ya que en Suiza el roaming con nuestra compañía no estaba incluido.
El mostrador de Álamo en el aeropuerto de Munich está dentro de la terminal y el parking con el coche a escasos metros de la salida.
Algo muy importante si vais a recorrer Suiza en coche es que, para circular por las autopistas suizas, hay que llevar una pegatina especial (vignette en francés y alemán y contrassegno en italiano) que se compra en los puntos fronterizos, gasolineras, oficinas de correos u oficinas de aduanas. En España se puede comprar por anticipado a través de RACE.
Hay que llevarla pegada al lado del retrovisor y es válida por todo un año.
Si estáis pensando en compartir el gasto con alguna otra persona nosotros fuimos incapaces de despegarla sin que se rompiera, y si se lleva sin pegar y te pillan te multan, por lo que cada uno que valore lo que prefiere.
Os dejo una foto para que la veías.
Además algo muy importante que no debéis olvidar, es avisar a la compañía de alquiler de coches los países que vais a recorrer.
Es muy habitual que se crucen fronteras y si pasa algo podéis tener un problema. Nosotros pagando un pequeño suplemento nos añadieron tres países.
Para conductores Españoles no es necesario llevar el carnet de conducir internacional, con el del país de origen es suficiente. Si tenéis alguna duda o sois de otra nacionalidad preguntad a la compañía de alquiler directamente para poder solicitarlo con anticipación en caso de que fuera necesario.
– Hoteles: Como siempre señalo, este apartado es muy subjetivo.
Para mí un viaje no es solo las cosas que se ven, sino también dónde se duerme, es un todo, y en este viaje teníamos dos alojamientos especiales reservados a los que tenía unas ganas inmensas de ir. Ya veréis cuales son y alucinareis, sobretodo con uno de ellos.
Todos hoteles los reservé con Booking con opción de cancelación sin coste.
– Internet: Suiza fue el único país de nuestro road trip en el que no teníamos roaming y para evitar perder el tiempo y tras nuestra buena experiencia de otros viajes con ella, optamos por comprar desde España la tarjeta de 12 GB de Holafly.
Nos llegó a casa y cuando pasamos la frontera Suiza la pusimos en el teléfono y ¡magia! internet a tope.
– Electricidad: La corriente eléctrica en Suiza es de 230 V y los enchufes son de tres agujeros de forma hexagonal (tipo J) aunque a veces es compatible con el europeo normal de dos clavijas. Si lleváis algún aparato de dos clavijas gordas (un secador p.e) es mejor llevar adaptador porque seguramente no os entre.
– Comida: Como hemos hecho otras veces, en la maleta metimos embutido (lomo, jamón, salchichón y chorizo) para hacernos bocadillos y comer en las rutas.
En los supermercados suizos hay de todo pero nosotros preferimos llevarnos provisiones desde España para garantizarnos unos buenos bocatas «made in Spain» y despreocuparnos de este tema. Además los precios en Suiza, incluso en los supermercados, son muy altos, por lo que todo lo que podías llevar os ahorrará unos cuantos francos suizos.
Cenar o comer en restaurantes es muy caro y no es fácil encontrar restaurantes con las tres B. Incluso comiendo hamburguesas la cuenta sube de lo lindo en lugares como Zermatt.
Aun así, quisimos probar algunas de sus especialidades como la Fondue, que es queso fundido (gruyère y emmentaler) y otros ingredientes como ajo, vino blanco incluso kirsch (brandy de cereza) .
Se sirve en una cacerola de cerámica llamada caquelón con un pequeño quemador debajo para mantener la fondue a temperatura constante y donde para mi sorpresa (y decepción jajaja) no te ponen carne sino pan para untar en el queso con un tenedor largo.
El Rösti lo pudimos probar en la cena de uno de los hoteles en los que nos alojamos. Yo lo bauticé como la tortilla de patatas suiza ya que está compuesto de patatas ralladas fritas en forma de hamburguesa a la que le añaden ingredientes como queso, cebolla etc. En este caso llevaba salmón ahumado y estaba brutal.
La Raclette yo no la probé ya que no soy una gran amante del queso (si, lo sé, es un delito pero lo he intentado y todos los curados o fuertes no puedo, no me gustan nada de nada). Procede de la leche de vaca alpina, que es un queso semiduro. Generalmente se utiliza para derretirse o para ser consumido en una rebanada junto con cebollas encurtidas, patatas y carnes.
Y bueno, no podemos olvidarnos del famoso Chocolate suizo, esto no necesita presentación. Si hubiéramos tenido algo más de tiempo habríamos ido a ver una fabrica de chocolate. El paraíso de los niños y de los no tan niños.
– Excursiones/Entradas: Todos los recorridos los hicimos por nuestra cuenta y lo que sí que pagamos fueron los telesillas o teleféricos y trenes que nos llevaban a los inicios de algunos trekings o puntos a visitar.
Los precios y horarios (muy importante ver la hora de la última subida para no quedaros en tierra o sin tiempo de ver las cosas, porque suele ser temprano) los podéis ver en a través de sus webs.
Os dejo los accesos directos a dos de ellos: Pilatus y Jungfrau aunque os iré indicando en cada apartado de la ruta el detalle de ellos.
– Swiss Travel Pass: Pese a que visitar Suiza en tren con este pase es una de las mejores formas de recorrer el país, nosotros optamos por el coche (al tratarse de un viaje que combinaba varios países) y por lo tanto tuvimos que hacer cuentas para ver si nos era rentable o no comprarlo.
La semana que estuvimos en Suiza no teníamos muy claro que íbamos a poder visitar, principalmente por el factor «meteorología».
Si hacía todos los días buen tiempo ahorrábamos dinero con el pase, pero, si teníamos que anular planes por el mal tiempo ya no era así. Por eso, y en nuestro caso en concreto, decidimos no adquirirlo.
Ya quedarte sin ver algo por el mal tiempo es una faena y si encima has prepagado dinero para nada pues ya la rabia es doble.
Leí hasta la saciedad que recorrer el país en tren era una idea genial y yo no quiero ser quien niegue esto, pero el tren te limita en muchos sentidos y más si no tienes muchos días. Por eso, para un primer contacto, el coche da la libertad necesaria.
En una segunda visita al país nos plantearemos conocer Suiza en tren y así compararemos, pero en este caso no era la mejor opción.
Para los que estéis interesados en valorar o adquirir este pase os voy a dejar un resumen.
Lo más importante es acceder a su página web desde donde podéis comprar los pases y ver toda la información actualizada y al detalle. Además está en español. Hay cuatro pases:
- Swiss Travel Pass: Con este pase podréis utilizar la red Swiss Travel System sin restricciones durante 3, 4, 8 o 15 días e incluye entrada gratuita a más de 480 museos y exposiciones.
- Swiss Travel Pass Flex: Este pase funciona por días de viaje (no consecutivos) por lo que te da más flexibilidad que el anterior. También se puede adquirir para 3, 4, 8 o 15 días de un mismo mes y os permitirá desplazaros sin restricciones durante esos días por toda la red de Swiss Travel. Más cómodo pero también más caro.
- Swiss Half Fare Card: Este fue el que estuvimos valorando ya que sirve para combinar coche y tren por Suiza. Si compráis este pase os beneficiareis de un descuento del 50% en todos los billetes de tren, barco y teleféricos durante un mes.
- Swiss Coupon Pass: Con este pase os podréis aprovechar de ofertas 2×1 y otros beneficios en 11 destinos diferentes.
Para conocer todas las rutas y planificar tu viaje hay una aplicación que os será de gran ayuda: Swiss Travel Guide. En ella además podréis ver los horarios de los trenes, consejos e inspiración viajera.
Y como siempre, después de todos los datos viene lo más divertido ¡la ruta!
Día 1: Stein am Rhein-Lucerna
Después de pasar varios días en la zona de Baviera, en Alemania, tocaba cambiar de país y adentrarnos en Suiza.
Como os comentaba en los datos prácticos, este viaje a Suiza era parte de un road trip por varios países y por ello, lo hicimos en coche de alquiler.
Nuestra primera parada en territorio suizo era el precioso pueblecito de Stein am Rhein.
Aparcamos el coche en un parking de pago junto a la torre del reloj y con la aplicación EasyPark (ya la habíamos usado en Alemania y fue muy práctica) pagamos la tarifa para el tiempo que pensábamos pasar en el pueblo (si luego necesitas más tiempo es tan sencillo como volver a añadir dinero y no hay necesidad de acercarse al coche ni nada, todo se gestiona desde la app).
Entrábamos en uno de los pueblos más bonitos de Suiza y es que sus casas con frescos, balcones de madera y su puntiaguda iglesia te dejan con la boca abierta. Por no hablar de las vistas de postal que hay desde la orilla del rio.
La Torre del reloj (Untertor) da acceso al pequeño pueblo que recorreríamos a pie y ya te va «avisando» de lo que te vas a encontrar cuando la cruces y es que, el casco antiguo de Stein am Rhein es una delicia.
Sucia y poco agradecida por fuera (salvo el reloj que me pareció precioso), adecentada y mucho más vistosa por dentro.
La calle adoquinada que conduce a la impresionante Rathausplatz (o plaza del ayuntamiento) está flanqueada por tiendas y restaurantes y al llegar allí y ser la hora de nuestro café de después de comer, no pudimos resistirnos a sentarnos en una terraza a tomárnoslo con un crepe en La P´tite Crêperie y disfrutar el ambiente tranquilo y la buena temperatura que hacía.
Con las pilas cargadas, avanzamos por la calle hasta llegar a la impresionante plaza del ayuntamiento y allí nos quedamos parados, abobados mirando hacia arriba y sacando fotos que no pueden plasmar lo que se ve en directo.
La Fuente de la ciudad o también llamada Fuente del Mercado (Marktbrunnen) tiene en su centro una estatua, que simboliza a un confederado suizo, que es testigo permanente de toda esa belleza.
Detrás de la fuente hay varios edificios, cada cual más espectacular. ¿Alguna vez habíais visto casas con unas pinturas tan impresionantes? Nosotros alucinamos y eso que veníamos de Baviera, donde no se quedaban tampoco cortos en este sentido.
Una de las casas que está detrás de la estatua es la Meise y la podéis ver en la foto anterior, ya que se diferencia del resto por ser un poco más baja que las demás y terminar en lo alto con su frontón triangular. No tiene ni mucho menos la decoración de sus vecinas pero se merece una mención.
A su lado La Posada del Sol (Gasthof zur Sonne), que fusiona el estilo gótico y rococó, y donde el sol está presente en sus pinturas. Es un hotel y restaurante en la actualidad.
Anexa se encuentra el Rother Ochsen, la taberna más antigua de Stein am Rhein levantada en 1446.
Y seguimos con más edificios destacables. La casa más alta que veis en la foto es la Vordere Krone, de estilo barroco, construida en el siglo XIV y remodelada a principios del siglo XVII. Otra preciosidad.
Steinenen Trauben, que podéis ver en la foto al lado de la Posada del Sol, data de 1688 y si os fijáis se puede ver a mano izquierda un racimo de uvas llevado por dos agricultores y es que Trauben es la palabra alemana que designa a las uvas. Es un restaurante en la actualidad, por eso sus sombrillas en la puerta (al igual que su vecina La Posada del Sol).
Pelikan, la Casa del Pelícano es otra de las paradas que no queríamos perdernos. Es una imagen un tanto «siniestra» fijaros bien y veréis porqué.
Al otro lado de la plaza el espectáculo de edificios continúa. El más significativo es el Weisser Adler, una construcción de principios del siglo XV con el mural más antiguo de Suiza, creado por Thomas Schmid a principios del siglo XVI (en la fotografía a mano derecha).
Y más fachadas curiosas, tengan pinturas o no son preciosas, de cuento.
Como no, el edificio que preside la plaza, el Rathaus, sede del Ayuntamiento, levantado entre 1539 y 1542 y cuyas pinturas frontales fueron creadas por Carl von Häberlin en 1900 y cuentan la historia de Steim am Rhein.
Con esta «borrachera» de fachadas continuamos el recorrido, parándonos nuevamente para fotografiar la antigua iglesia de la Abadía de San Jorge, con su puntiaguda torre y sus curiosas gárgolas rojas con forma de dragón con corona y todo.
Avanzamos hasta llegar al río Rin y cruzamos el puente para poder admirar la preciosa panorámica del complejo de la Abadía de San Jorge(os dejo el enlace a su web donde podéis ver los horarios y los precios si queréis visitarla, nosotros no tuvimos tiempo).
Volvimos por el mismo camino para dirigirnos al coche y continuar el viaje.
¿Qué os ha parecido el primer contacto con Suiza?
Nuestra siguiente parada era Lucerna (a poco más de una hora desde Stein am Rhein) y optamos por ir primero a hacer el check in al hotel y adecentarnos un poco (habíamos pasado bastante calor).
Pero la idea no era esta, en mi ruta quería haber pasado antes por las Cataratas del Rhin pero se nos había hecho muy tarde y no queríamos ir simplemente a sacar una foto. Queríamos coger el barco que permite subir a la isla que hay en medio de las cataratas (y el último barco salía a las 6 p.m), recorrerlas desde ambas orillas y eso, con la hora que era, ya no nos daba tiempo, por lo que con mucha pena decidimos dejar esa visita para otro viaje. La mayor cascada simple de Europa tendrá que esperar.
El hotel elegido en Lucerna fue el Gasthaus Zur Waldegg BW Signature Collection, con parking gratuito, no muy caro (teniendo en cuenta los precios en Lucerna) y habitaciones amplias y limpias. Eso sí, para llegar a la habitación había que llevar un mapa ¡vaya lío de pasillos!
Está alejado del centro, pero teniendo coche esto no es un problema y había que ajustar el presupuesto para poder destinarlo a otros hoteles del viaje más especiales.
Ducha y cambio de vestuario y nos vamos a Lucerna a ver el atardecer y a cenar.
Dejamos el coche en un parking de pago (Parkhaus Schweizerhof) y fuimos caminando a uno de los lugares que estaba deseando conocer de Suiza: Kapellbrücke o el famoso puente de la capilla cubierto de Lucerna.
Y su primera imagen no me decepcionó, es más, me dejó sin palabras. El ambiente, la luz que había con el atardecer sobre el monte Pilatus, sus flores…
Este puente del s XIV junto con el depósito de agua octogonal (Wasserturm) forman una de las imágenes más típicas de la ciudad, todo un icono de Suiza y un regalo para las cámaras fotográficas. Si tenéis la opción de visitar Lucerna al atardecer no lo dudéis, os encantará.
Cruzar el puente es un imprescindible, pero como nosotros íbamos a volver al día siguiente, preferimos fotografiar los alrededores para aprovechar los escasos minutos de luz de atardecer que quedaban.
Y es que otra de las estampas que no queríamos perdernos era la que os voy a mostrar a continuación: La Iglesia de los Jesuitas o Jesuitenkirche. Con sus dos torres finalizadas con una forma de bulbo es una preciosidad. Se construyó en 1677 y fue la primera iglesia de todo el país de estilo barroco. ¿Qué os parece?
Que pena que los atardeceres no duren eternamente (bueno, salvo en el verano ártico jejeje) porque momentos así son mágicos.
La ciudad comenzaba a encender sus luces, unas fotos más y ya tocaba pegarnos una cena homenaje de «Bienvenidos a Suiza» en un restaurante romántico a orillas del río Reuss: Restaurante Schiff.
No es el restaurante más económico del mundo pero el lugar y la calidad de la comida bien mereció el precio (siempre teniendo en cuenta que estamos en Suiza y no se puede pensar en calidad-precio España).
Terminaba nuestro primer día en Suiza, tocaba descansar que estábamos derrotados (en este post no lo veis, pero por la mañana nos pegamos un señor madrugón para ver el amanecer en el castillo de Neuschwanstein).
Día 2: Lucerna-Pilatus-Interlaken
Hoy la mañana amanecía muy poco apetecible, con lluvia torrencial y un cielo gris total, por lo que en vez de madrugar decidimos aprovechar un poco más la cama.
Después de remolonear y viendo que el tiempo mejoraba, desayunamos en la habitación del hotel y nos pusimos en marcha. El día anterior no nos había dado tiempo a conocer Lucerna, por lo que hoy queríamos recorrer y conocer la ciudad más en profundidad.
Aparcamos en el mismo parking de la noche anterior y con la suerte de que la lluvia ya había parado, comenzamos el recorrido.
Hoy había un mercadillo instalado en los alrededores del maravilloso Kapellbrücke y aprovechamos a echar un ojo por allí. Nos encantan los mercadillos y además nos dieron a probar muchos dulces riquísimos. Doble ración de desayuno.
Esta vez si que queríamos pasear por el puente Kapellbrücke y cruzar el río Reuss y no solo quedarnos con su preciosa imagen exterior.
El puente fue construido en 1365 y conecta la ciudad antigua con la nueva de Lucerna. El puente era más largo, pero sufrió un incendio que lo dañó y se perdieron 75 metros aproximadamente.
Cuando paseéis por el no olvidéis mirar hacia arriba. Paneles triangulares con reproducciones de la historia y la mitología suiza os amenizarán el recorrido.
Tampoco podéis perderos las vistas de la orilla del Rathausquai desde el puente. Maravillosos edificios con la arquitectura típica y la fantástica torre del Kornschütte sobresaliendo sobre todos.
Avanzamos por el puente, parándonos cada dos por tres a sacar más fotos a un lado y a otro. Es una preciosidad y eso se nota cuando tardamos en ver algo mucho más de lo normal.
Y llegamos a la otra orilla, donde más puestos nos esperaban con música y un ambiente muy animado.
Dejábamos la panorámica del puente, la torre y la Iglesia de San Leodegario o Hofkirche, con sus dos características torres puntiagudas, para seguir el recorrido por la ciudad.
Cruzamos el puente Rathaussteg para admirar de cerca el Ayuntamiento o Kornschütte, con su preciosa fachada de estilo renacentista, su torre y su reloj.
La plaza estaba a tope de furgonetas de reparto para todos los restaurantes de los alrededores, por eso no pude hacer las fotografías que quería.
Pasear por la ciudad vieja de Lucerna (altstadt) fue toda una sorpresa. Calles empedradas y edificios que nos trasladaban a la época medieval con ese ambiente que tanto me gusta. Y todo muy bien conservado.
Continuamos callejeando hasta llegar a Weinmarkt donde al igual que nos pasaba en el ayuntamiento, el encanto de la plaza se veía ensombrecido por la cantidad de furgonetas y coches que allí había. Aun así, los edificios se merecían una mención especial y fotografiando hacia arriba no se veía el caos que reinaba a «ras de plaza».
Volvimos a cruzar el río Reuss por otro de sus puentes para admirar otra panorámica de la fotogénica Iglesia de los Jesuitas y al fondo el inconfundible Wasserturm.
Y, como no, las vistas de ambas orillas del río en esta zona de la ciudad, con sus coloridos edificios y banderas tan fotogénicas.
Desde este puente se puede admirar la Presa histórica Nadelwehr, el Hotel Chateau Gütsch (en lo alto de la montaña y un lugar ideal para alojarse) y otro puente cubierto del que os hablaré más adelante.
Pero antes tocaba callejear un poco por el otro lado del río, zona que merece muchísimo la pena y que no os debéis perder.
Toda esta zona es muy tranquila y con mucho encanto.
Aunque el puente más famoso de Lucerna (y de toda Suiza) es Kapellbrücke, en la ciudad hay otro puente cubierto que es de visita obligada: Spreuerbrücke, que podéis ver en la foto junto con la antigua Muralla Medieval o Museggmauer.
Este puente fue construido en el año 1408 y se dice que su nombre se debe a que en la Edad Media era el único desde donde los locales tenían permitido tirar spreu (residuos de cereales) y desperdicios al río.
Aquí tampoco podéis olvidar mirar al techo, ya que las maravillosas pinturas de la cubierta representan La danza de la muerte, relatando la peste que asoló la ciudad.
Desde el puente nuevamente se puede ver la panorámica de la presa, la iglesia de los Jesuitas y el puente por el que habíamos cruzado hacía un rato.
Nuestra siguiente visita en Lucerna era la antigua muralla medieval o Museggmauer del siglo XV de la que se conservan nueve torres defensivas.
La entrada es gratuita y se puede recorrer un buen tramo de la muralla a pie, eso si, el subir a las torres no es apto para personas con movilidad reducida o carritos, ya que son escaleras muy estrechas y empinadas.
Pero este esfuerzo se ve ampliamente recompensado con las increíbles vistas panorámicas que se ven desde lo alto.
El bonito Monte Pilatus enmarcando la ciudad y todos los puntos que habíamos recorrido a pie durante estas horas.
Nosotros comenzamos el recorrido por la torre Schirmerturm y continuamos hasta Wachturm.
La torre Zytturm tiene un precioso reloj en la fachada pero al no verla desde abajo no os lo puedo enseñar. No os la perdáis, a mí me apenó muchísimo no pasar a verlo.
La torre Männliturm es la que se encuentra más al oeste y no está conectada a las pasarelas de la muralla.
El recorrido por la muralla merece muchísimo la pena, nos encantó y, por suerte, el tiempo aguantó.
Una visita que llevaba apuntada y que finalmente decidimos eliminar al encontrarse alejado del centro, era el Monumento al León. Una estatua de 10 metros de largo de un león moribundo como homenaje a los soldados suizos que murieron defendiendo al rey Luis XVI durante la revolución francesa. Si os da tiempo no os la perdáis.
Era ya la hora de comer pero no queríamos ni perder mucho tiempo ni gastar mucho dinero, por lo que optamos por un par de bocadillos y un dulce que compramos en una pastelería y que nos comimos sentados viendo pasar a turistas y lugareños en el centro de esta preciosa ciudad.
Viendo que la previsión del tiempo para las siguientes horas no era nada prometedora, decidimos cancelar una reserva muy especial pero que no íbamos a disfrutar como se merecía por el mal tiempo. Y diréis ¿Qué tendría pensado esta chica? Pues tomad nota de este hotel: Bürgenstock Resort y mirad la impresionante piscina que tiene con vistas de vértigo al Lago de los Cuatro Cantones.
Alojarse en él no es nada barato (unos 600 euros la noche) pero se puede acceder a su Spa sin ser huésped y eso…mola muchísimo.
Si hubiera hecho el solazo del día anterior allí habríamos pasado la tarde, el plan perfecto para descansar y deleitarnos con tan impresionante panorámica, pero la suerte no nos sonrió. Con amenaza de lluvia y tormentas, lo mejor no era meterse en una piscina al aire libre y pese a que soy muy cabezona e intento no perder los planes (y menos cuando son tan esperados) en este caso tuve que resignarme y pensar que cuando vuelva a Suiza, la piscina del hotel Burgenstock Resort me estará esperando.
Otra opción igual de impresionante es el Hotel Villa Honegg, otro cinco estrellas que hará que se os desencajen las mandíbulas al ver sus fotos. Piscina de infarto e instalaciones de infarto. Ahí lo dejo.
Como alternativa decidimos arriesgarnos a subir al Monte Pilatus, el macizo más alto de los prealpes de Lucerna y desde donde habíamos leído que había unas vistas impresionantes al Lago de los Cuatro Cantones.
Dice la leyenda, que este pico debe su nombre a Poncio Pilato, cuyo cadáver fue arrojado al lago desde la cima y cuyo espíritu vaga por su cima desde entonces. Leyendas a parte, lo más probable es que su nombre proceda de la palabra latina pileatus, que significa cubierto de nubes, algo muy frecuente en esta montaña.
Las entradas y la información de horarios y actividades las podéis ver en su página web. Nosotros subimos desde Alpnachstad (el coche lo dejamos en un parking de pago que hay al lado de las vías del tren, y con la app pusimos el tiempo que estimábamos que estaríamos en esta visita).
Os dejo también una foto de la entrada donde podéis ver las opciones que hay para llegar hasta allí (tren desde Lucerna, barco, teleférico o tren cremallera). También podéis combinar la subida en uno y la bajada en otro diferente (fue nuestra opción para ver ambas panorámicas, pero por falta de tiempo la tuvimos que descartar).
Además, esta subida tenía un aliciente y es que para llegar a este pico de 2132 metros hay que coger nada más y nada menos que el tren cremallera más empinado del mundo, ahí es nada.
Ojito con la subida nada más empezar.
El recorrido es toda una experiencia en sí misma, estábamos alucinando en colores y sacando fotos con el temor de caernos en cualquier momento jajaja.
Los paisajes eran de postal total, con las montañas, el tren cremallera, idílico.
Al llegar al final del recorrido una especie de «centro comercial» nos recibía. Algo que nos «chocó». ¿Qué hacían esas instalaciones en lo alto de la montaña? Había un hotel (desde donde ver el amanecer tendría que ser precioso, sí, lo tengo apuntado también para la próxima vez: Hotel Bellevue) pero todo ese despliegue…Luego veríamos que era lo habitual.
Suiza no es Dolomitas, no es Canadá, es Suiza, con sus cosas buenas y malas (para mí esto, pese a ser muy cómodo, en la montaña no me gusta, pierde encanto).
Salimos al exterior y comenzamos a caminar por los diferentes miradores con un viento considerable y viendo a nuestros primeros animalitos suizos, que nos vigilaban con curiosidad desde la distancia.
Y las vistas…Pues como una imagen vale más que mil palabras os dejo con el espectáculo.
De origen glaciar y con grandes lenguas que nos recuerdan al paisaje de los fiordos, el Lago de los Cuatro Cantones es todo un espectáculo desde las alturas. Su nombre proviene de los cuatro cantones (regiones en las que se divide Suiza) que rodean el lago: Lucerna, Uri, Schwyz y Unterwalden.
Hay tres rutas que llevan a cuatro miradores distintos: Tomlishorn, Oberhaupt, Dragon Trail y Esel. Nosotros solo pudimos hacer este último ya que, como veis en las fotos, el cielo cada vez se estaba poniendo peor y tuvimos que elegir.
Comenzó a llover y decidimos esperar al siguiente tren en la cafetería (por cierto, los precios de escándalo, íbamos a comer algo y nos quedamos solo con las bebidas jajaja).
Mismo trayecto pero en bajada y nuevamente con la cara pegada al cristal para no perdernos detalle. Mirad que vistas.
Volvimos al coche, finalizamos el estacionamiento en la app del parking y nos pusimos rumbo al siguiente destino: Interlaken.
Algo menos de una hora para llegar a nuestro hotel en esta famosa localidad: Swiss Inn Hotel & Apartments una preciosa casa construida en 1906 con una dueña encantadora y que nos recibió con todo el cariño.
La habitación modesta pero muy limpia y con un par de chocolatinas de chocolate suizo de bienvenida. Todo un detalle.
Después de dejar las cosas decidimos ir a un Lidl que teníamos cerca del hotel para comprar la cena y el desayuno de los siguientes días (ya que no lo teníamos incluido).
Se terminaba nuestro día y estábamos ansiosos por recorrer toda esta zona.
Día 3: Lauterbrunnen-Männlichen-Wengen
Lluvia. Si, por algo Suiza es tan verde (y bien lo sé yo que vivo en el País Vasco). Estaba lloviendo y no poco precisamente, por lo que hicimos como el día anterior, nos volvimos a meter en la cama un rato más y después ya desayunamos tranquilamente.
No dejaba de llover y las horas iban pasando, por lo que viendo que aquel panorama no iba a cambiar, decidimos salir y hacer la visita que era más factible para un día lluvioso: Lauterbrunnen.
Desde Interlaken teníamos varias visitas para hacer y las iba a organizar en función del tiempo que hiciera. Era ridículo ir a hacer un treking de dos horas para ver un lago si estaba diluviando, por lo que, viendo que al día siguiente la previsión era mucho mejor hoy pusimos rumbo a este encantador pueblo suizo.
En 15 minutos estábamos aparcando el coche en un parking cercano a la iglesia (kirche Lauterbrunnen). Paraguas en mano salimos a recorrer este pueblo de postal salpicado de casitas de madera que parecían sacadas del cuento de Heidi, quedándonos boquiabiertos al ver que teníamos ya frente a nosotros la famosa cascada Staubbachfall.
Pero la cascada la veríamos más tarde.
Nuestra idea era aprovechar que ahora con la lluvia no había nadie para acudir a uno de los miradores más bonitos del pueblo, desde donde poder fotografiar la imagen que tanto ansiaba de Lauterbrunnen.
Y esa imagen es la que veis a continuación.
Prados verdes frondosos, casitas de madera, montañas de vértigo, la impresionante cascada Staubbachfall y la iglesia del pueblo. Un conjunto que nos dejó sin palabras y que se fue de forma inmediata a los mejores rincones viajeros del mundo que hemos visitado. Un sueño hecho realidad.
Y además disfrutarlo en soledad a media mañana, algo increíble. Aunque bueno, solos solos no estábamos, ya veréis que compañía más maja tuvimos.
Allí estuvimos ni sé la de tiempo, además dejó de llover, incluso a ratos se asomaba algún rayo de sol, por lo que fue todo un acierto arriesgarnos a salir.
No me digáis que este paisaje no es para quedarse muerto cuando lo ves. Fotos y más fotos de cada detalle de esta estampa, cada cual más bonita.
Lauterbrunnen me has conquistado.
Comenzamos a bajar por el camino para ver más de cerca la iglesia de esta última foto: Kirche Lauterbrunnen, que tanto nos llamaba la atención con su tejado puntiagudo y su reloj. Y como no, no pudimos resistirnos a parar a fotografiar las casitas de las que os hablaba antes, de postal total.
La iglesia estaba cerrada por lo que no pudimos verla por dentro, nos limitamos a fotografiar su exterior y seguir el recorrido por el pueblo.
Salimos a la carretera principal del pueblo, donde vimos la tan famosa imagen de las banderas con la cascada de fondo.
¿A que parece que cae la cascada encima de la casa?
Y como era la hora de comer, que mejor que probar uno de los platos más típicos de Suiza: una Fondue de queso.
Me habían recomendado un restaurante que estaba en el camping del pueblo llamado Weidstübli y allá que nos fuimos.
El restaurante tiene bastante encanto. Es todo de madera, con decoración típica Suiza y desde la ventana podíamos ver la cascada. Y la fondue estaba buena, lo que pasa es que yo me la esperaba con carne o pollo, o como digo yo, con algo «consistente» y no, lo típico es que te la den con pan y patatas y unos encurtidos.
Después de que nuestro estómago se llenara de queso (el de mi marido más que el mío) deshicimos el camino para llegar al coche.
Nos paramos para fotografiar la cascada de Staubbachfall que tantas veces he nombrado ya en el post.
Con 297 metros de alto y una bandera suiza a su lado es una preciosidad.
Teníamos en mente acercarnos a su base pero como el tiempo parecía estar estable y no anunciaban lluvia hasta dentro de unas horas no quisimos perder tiempo (y ya de paso no ir calados porque si te acercas es como terminas) e ir a la siguiente visita.
Pero antes nos paramos en el cementerio ya que nos llamó muchísimo la atención. Cuidado al máximo, lleno de flores y con la iglesia al fondo. En Suiza hasta los cementerios son bonitos.
Nos montamos en el coche y nos dirigimos a Trümmelbachfälle donde nos esperaban más de 20.000 litros de agua por segundo que se cuelan a través de barrancos y cuevas.
Pero al llegar allí nos encontramos muchísima gente, niños, gritos, lo que no habíamos visto hasta ahora. Y nos desmotivó. Lo valoramos, volvimos a ver la previsión del tiempo y viendo que teníamos únicamente un par de horas por delante sin lluvia decidimos marcharnos y no perdernos algo que nos parecía que merecía más la pena.
Si vais y queréis hacer esta visita os dejo el enlace a su página web donde podéis ver horarios y precios. Mucho cuidado con el suelo, que según leí es muy resbaladizo y llevad chubasquero para no terminar calados. En ese momento solo aceptaban efectivo pero espero que se modernicen un poco y eso cambie jejeje.
Así, pusimos rumbo al parking de la estación de tren de Lauterbrunnen, dejamos el coche y sacamos el ticket del tren. Y es que las vistas más bonitas del valle son desde Männlichen y allá que íbamos.
Os dejo el enlace a su página web para que podáis ver horarios, precios y actividades.
Para llegar a los 2230 metros que separan los valles de Grindelwald y Lauterbrunnen hay que coger un tren que te deja en Wengen, un pueblecito al que solo se puede acceder de esta forma.
Y el tren nuevamente nos regaló estampas preciosas. No olvidéis estar pegados a la ventanilla para no perder detalle.
La visita al pueblo de Wengen decidimos dejarlo para cuando bajáramos y así no perder tiempo, por lo que de la estación de tren fuimos directos al teleférico Männlichen. Hay que andar, es decir, no están conectados ambos transportes pero el camino es muy corto.
Compramos el ticket del teleférico y cuando nos tocó el turno nos montamos en una cabina gigantesca con dos pisos.
Sobra decir como hicimos la subida, si, pegados nuevamente a la ventanilla y alucinando con las imágenes a vista de pájaro que estábamos teniendo.
Las fotos tienen un cristal de por medio y no tienen la calidad que me gustaría pero no me digáis que no es para flipar en colorines.
El sol salía, se escondía, iluminaba el valle. El tan característico cortado rodeado de imponentes montañas me pareció otra imagen digna de ser recordada en el top de los tops. Vaya día de sorpresas.
Llegamos al final del trayecto, la bandera Suiza nos daba la bienvenida a un paisaje brutal.
Parte buena de la lluvia y de las malas previsiones: cero personas, como podéis ver. Todo un lujo después de lo que vimos en Trümmelbachfälle.
Nuestro plan era hacer el sencillo treking que lleva hasta la cima de Männlichen llamado Royal Walk.
La previsión del tiempo no nos permitía planear nada más largo (en la web podéis ver los diferentes recorridos que hay en la zona: Romantic Trail, Panorama Trail…) pero algo nos desvió un poco del camino.
Si, estas vacas suizas con sus maravillosos cencerros nos entretuvieron un buen rato. Era una imagen tan de postal que no queríamos perderla, con el valle y las montañas como telón de fondo, unas modelos perfectas.
Mirad que cencerros más chulos.
Y si mirábamos hacia atrás el espectáculo estaba garantizado.
Alucinante la combinación de la «montaña islandesa» como la bautizamos, por su forma y color verde que nos recordaba a algunas zonas de Islandia y las imponentes montañas nevadas del Jungfrau, Mónch y Eiger.
Esquiar aquí en invierno tiene que ser todo un espectáculo.
Y ahora si, comenzamos nuestra subida al mirador por la carretera que veis en la siguiente fotografía. Una subida constante pero muy llevadera.
Los paisajes a ambos lados eran preciosos y una excusa perfecta para parar a coger aire y seguir caminando.
Grindelwald a un lado.
Y Lauterbrunnen al otro (esta vez sin cristal).
Y ¿Qué me decís de este banco? In Love.
Llegamos a mirador y ya estaban cayendo algunas gotas y el cielo no auguraba nada bueno. No habían fallado las previsiones de lluvia argg.
El mirador en forma de corona real era una preciosidad y nos habríamos quedado allí muchísimo más tiempo, pero pintaba muy muy feo y la lluvia fue a más. No nos pudimos sacar ni una sola foto, y eso que teníamos el trípode y todo.
Bajamos a toda leche y caladitos llegamos a la estación del teleférico. Aventurillas de montaña, no podíamos pedir más. Haber estado allí había sido todo un regalo.
En la bajada no pude resistirme a sacar un par de fotos más. Lauterbrunnen es hipnótico desde las alturas, con razón decían que era el mejor mirador del valle, doy fe absoluta.
Llegamos a Wengen y como teníamos tiempo hasta la salida del tren, decidimos dar una vuelta por el pueblo.
Y bueno, vi en el escaparate de una tienda de recuerdos lo que quería llevarme de Suiza: una taza roja con su bandera ¡Qué bonita! En Lucerna no la había encontrado y no esperaba que aquí la tuvieran. Cargamos con ella, como no jejeje. Ya tenía mis desayunos suizos garantizados al volver a casa.
El pueblo como veis tiene unas vistas excepcionales, es muy tranquilo y hay cafeterías para tomar algo (a precios suizos, no lo olvidéis).
Para quien vaya con tiempo y ganas (y le respete la meteorología) se puede bajar desde Wengen hasta el valle andando. Nosotros lo llevábamos apuntado pero al estar el tiempo así era una locura.
En Suiza lo mejor es adaptarse al tiempo y no hacer locuras, que la montaña es muy traicionera.
Desde el tren también volvimos a sacar fotos al valle, a sus casitas y a la cascada Staubbachfall.
Mirad que punto de vista más bonito también desde aquí.
Y llegamos a la estación de tren de Lauterbrunnen, donde nos esperaba nuestro coche para volver a Interlaken.
Un día del que esperábamos muy poco por el mal tiempo y que terminó siendo muy especial.
Con nuestra cena de super en la habitación de nuestro hotel en Interlaken decidimos las visitas que haríamos al día siguiente y nos fuimos a dormir.
Día 4: Lago Oeschinen-Thun
Hoy la ventana de nuestro hotel en Interlaken nos dejaba ver un cielo azul. Y eso había que aprovecharlo, que Suiza no nos lo estaba poniendo sencillo.
Desayunamos en la habitación, nos calzamos la ropa de monte y nos fuimos rumbo a una de las visitas que más ganas tenía de hacer: El Lago Oeschinen (Oescinensee).
En algo menos de una hora estábamos aparcando en el parking (de pago con la app) en Kandersteg.
Un nota muy importante. Igual es que íbamos muy dormidos y no nos enteramos, pero en Kandersteg se acaba la carretera. Si, como lo leéis, si queréis seguir tenéis que meter el coche en un tren para atravesar las montañas (os lo contaré con detalle en el día de Zermatt).
El caso es que nosotros no nos dimos cuenta, no cogimos el desvío hacia el pueblo (hay que pasar por debajo de las vías del tren) y nos plantamos en la cola del tren para embarcar jajaja.
Tardamos un buen rato en ver que algo pasaba y que aquello no era normal. Salimos y claro, a pagar. Se nos quedó una cara de tontos de alucinar. Mucho ojo con esto.
Os dejo el enlace a la web de Oeschinensee para que podáis ver rutas, alojamientos en la montaña, horarios, precios etc y una foto del cartel con el mapa del lugar.
Después de este «mal comienzo» compramos los tickets para la cabina (se puede subir andando si tenéis tiempo extra) y nos fuimos deleitando con las vistas en el ascenso. Con cristal de por medio pero super bonitas.
Una vez arriba comenzaba la ruta de senderismo que nos llevaría al lago, una ruta que podéis alargar o combinar en base al tiempo que podáis dedicarle.
Nosotros optamos por el sendero que rodea el lago por su parte baja.
De haber tenido algo más de tiempo (la predicción volvía a ponerse fea por la tarde) habríamos hecho la ruta circular para tener también las vistas desde la parte alta pero no quisimos arriesgar.
Aquí nuevamente oímos el sonido de los cencerros y como no, foto a la modelo del lugar.
El lago Oeschinen, ubicado a los pies de la Blüemlisalp y a 1578 m de altura, es uno de los mayores lagos alpinos en Suiza. Alimentado por los riachuelos de los glaciares de cumbres de más de 3.000 metros como Blüemlisalp, Oeschinenhorn, Fründenhorn y Doldenhorn su color azul turquesa y su situación entre enormes gigantes de piedra os dejará con la boca abierta, literalmente.
En nuestra mochila tenemos lagos tan fascinantes como los de Dolomitas o los impresionantes lagos de las rocosas en Canadá pero de verdad que Oeschinen se fue directo a la lista de los top.
¿Queréis comprobarlo? Mirad que pasada de paisaje. Lienzo total, precioso, idílico, Suiza en su mejor versión.
Además la cabaña que hay en este mirador le da un toque muy chulo al paisaje.
Nota: estas fotos están sacadas después de comer, ya que a primera hora cuando llegamos el sol no iluminaba esta parte del lago y estaba en sombra. Está mucho más bonito así, al mediodía/tarde, al menos en la época en la que fuimos nosotros.
Mirad una foto a primera hora, que luz tan distinta.
Y bueno, pues allí nos quedamos un buen rato sentados contemplando esta estampa. Sacamos fotos pero después nos limitamos a disfrutar de las vistas desde uno de los bancos más bonitos del mundo. El lugar no era para menos.
Mi consejo: es muy importante hacer esta visita con sol (por eso no la hicimos el día anterior) ya que el color del lago no se aprecia si está todo nublado. Si no hay suerte con el tiempo yo también iría a verlo, pero tened en cuenta esto para no llevaros ningún «chasco» si no os encontráis el colorido de las fotografías.
Continuamos el camino viendo el precioso color azul entre los árboles y disfrutando de la tranquilidad y del canto de los pájaros. Idílico todo, de verdad.
Bajamos a la orilla del lago y allí decidimos que era un lugar perfecto para comernos nuestros bocadillos. Bocatas con vistas y si nos atrevíamos un chapuzón.
Comer en un buen restaurante me encanta (no lo voy a negar) pero abrir una lata de aceitunas y comerme un simple bocadillo en un lugar así no lo cambio por nada. Es un placer y una suerte poder vivir estas cosas.
Continuamos avanzando y nos encontramos con una preciosa cascada donde la gente se estaba bañando. Gozada al 100%
Poco a poco íbamos acercándonos a la zona de las cascadas que veíamos desde el primer mirador. Belleza total no me digáis que no.
Y las vistas del lago desde este punto, con familias paseando en barca. Estas barcas se pueden alquilar cerca del hotel Berghotel Oeschinensee. Si podéis alojaros aquí lo vais a alucinar. Tiene que ser impresionante ver amanecer/atardecer en este lago, si tenéis ocasión yo no me lo perdería).
Seguimos avanzando hasta llegar a las cascadas. Allí nos sentamos otro poco, pusimos los pies a remojo porque el agua estaba congeladísima y no nos atrevíamos a bañarnos, y comenzamos el camino de regreso.
Volvimos al primer mirador (que tanto nos había gustado) y nos despedimos de uno de los paisajazos de Suiza.
Volveremos a verte Oeschinensee, y en esa ocasión será para disfrutarte desde los miradores superiores y durmiendo a tus pies. Te lo prometo.
Ya en el coche con un cielo bastante amenazante pusimos rumbo a Thun.
Hay otro lago de camino que se llama Blausee que es otro de los más famosos en la zona. Nos desviamos para entrar y verlo, pero nos encontramos con el parking lleno (y por ende el lago lleno también) y teniendo que pagar entrada.
Esto nos desmotivó, después de lo que habíamos visto y de forma tan tranquila no nos apetecía pegarnos con la gente por sacar una foto. Una pena no haberlo visto a primera hora, al ser tan accesible se llena, por lo que tenedlo en cuenta.
Alrededor de una hora después de haber salido de Oeschinensee aparcamos el coche y nos dirigimos a visitar esta preciosa ciudad medieval suiza de cuento.
El Castillo de Thun (Schloss Thun) a estas horas ya estaba cerrado, por lo que nos limitamos a verlo desde el exterior (os dejo en enlace a su web donde se indican horarios e información del castillo).
Construido en el siglo XII hoy alberga un museo que muestra la historia regional pero también diversas exposiciones temporales.
Por las fotos que vimos, las vistas desde las torres son impresionantes ya que tendréis a vuestros pies la ciudad de Thun y en el horizonte el Lago de Thun y la cordillera de picos.
Continuamos nuestro recorrido admirando el castillo desde diferentes perspectivas.
Nuestro destino era el Casco Antiguo de Thun, un entramado de callejuelas y plazas con muchísimo encanto que hicieron nuestras delicias.
La Rathausplatz, o plaza del ayuntamiento, es un lugar perfecto para tomar un café en la terraza de uno de sus restaurantes con vistas al castillo.
Al otro lado, el ayuntamiento y una fuente donde también poder descansar pero a precio más económico jejeje.
Continuamos el recorrido por la calle Obere Hauptgase, llena de banderas, flores y boutiques de todo tipo en soportales (aquí podréis comprar las famosas navajas suizas, muy útiles en los viajes).
Avanzamos hasta el río Aar y bordeamos su precioso paseo lleno de restaurantes ¡que lugar más bonito!
Y frente a nosotros otro puente cubierto de 300 años, al estilo del de Lucerna, pero muchísimo más pequeño: Schleusenbrücke.
Lo cruzamos para llegar a la otra orilla del río y ver esa otra parte de la cuidad.
Y madre mía, si una orilla era bonita la otra….Con vistas al castillo, a la iglesia y al puente, la imagen era de postal. Una preciosidad que quisimos disfrutar con un café y un bollo que compramos en un supermercado de la plaza y que nos zampamos sentados al borde del río. Buen plan ¿verdad?
Dimos una vuelta por esa zona de la ciudad pero viendo que lo más bonito estaba a la orilla del río volvimos.
Estuvimos muy tentados a quedarnos a cenar aquí, el lugar era tan bonito…Pero era temprano y queríamos ver otro punto muy chulo de Thun.
Nos despedimos del castillo de Thun y nos montamos en el coche.
Nuestra última visita del día era el Castillo Oberhofen (Schloss Oberhofen) un castillo ubicado al borde del lago que nos regaló otra imagen de cuento. Mirad que preciosidad.
Como nos pasó con el castillo de Thun no pudimos visitarlo por dentro ya que estaba cerrado.
Si tenéis ocasión de entrar, podréis disfrutar del ornamentado salón napoleónico, el fumadero turco, la capilla o el precioso jardín inglés con vistas de los Alpes.
El castillo está a 5 km de Thun por lo que lo mejor es ir en coche o si estáis recorriendo Suiza en tren coger el autobús nº21 que os dejará en unos 20 minutos muy cerca de esta maravilla.
Nosotros nos quedamos con esta panorámica tan espectacular para dar por finalizado un día que había salido redondo.
Por cierto, aquí hay un restaurante que se llama Pier 17 donde si hubiera habido sitio nos habríamos sentado a cenar. Un ambiente muy chulo, muy buenas opiniones y vistazas.
Día 5: Museo de Omega-Berna-Grindelwald
En Suiza un día te hace un sol espléndido y al día siguiente se cae el cielo. Y hoy tocaba esto último.
Con una lluvia que no cesaba, desayunamos en la habitación de nuestro hotel de Interlaken, nos despedimos de la amable dueña y pusimos rumbo al Museo de Omega, una visita no muy común pero imprescindible si vives con un apasionado de los relojes como es mi caso.
Después de una hora de coche llegamos al Museo.
Lo bueno de esta visita es que no necesita de buen tiempo, pero la que íbamos a hacer después de comer si, por lo que estábamos cruzando los dedos para que la situación mejorara, aunque solo fuera un poquito. Mirad como llovía.
La entrada es gratuita y sus horarios están en la página web de Omega miradlos bien ya que hay un día que cierra.
El museo está ubicado en un llamativo edificio de acero, vidrio y madera suiza diseñado por el galardonado arquitecto Shigeru Ban y en él podréis ver la historia de OMEGA mediante exposiciones, películas y experiencias interactivas como una pista de atletismo de 9 metros o caminar por la superficie lunar.
Para los seguidores de James Bond, también podréis ver todos los relojes usados por el famoso agente 007.
Me llamó especialmente la atención la colección de relojes que han «viajado al espacio» y me trajo muy buenos recuerdos de nuestra visita a la NASA cuando viajamos a la Costa Este de EEUU.
Además de relojes Omega, se pueden ver muchísimos modelos de Swatch. Un recuerdo muy chulo, y asequible, si os animáis a comprar alguno, ya que comprarse un Omega son palabras mayores.
Una visita que me sorprendió y he de confesar que me gustó, pese a no ser una loca de los relojes jejeje. La próxima visita a la fabrica de NOMOS en Alemania.
La siguiente parada del día sería Berna, pero como el museo nos había entretenido más de lo esperado, tuvimos que hacer un tour exprés.
Dejamos el coche en un parking y nos acercamos a ver lo más céntrico de la ciudad.
Deslucida por el cielo gris y las obras, la calle más famosa de Berna (Kramgasse) nos recibió con sus tan características banderas y soportales a ambos lados.
En todo el tramo de la calle os encontrareis fuentes y estatuas de la edad media, como este «caballero oso», que deducimos, será en honor a la procedencia del nombre de Berna (Bär, que es oso en alemán) ya que el fundador de esta ciudad, Bertoldo V, habría cazado un oso en este lugar.
Y al fondo de esta calle tenemos una de las joyas de Berna, el Zytglogge o Torre del Reloj.
Esta torre medieval, construida entre 1191 y 1256, formaba parte de la puerta occidental de la ciudad y se utilizó como cárcel de mujeres.
Se quemó en el gran incendio que arrasó la ciudad de madera en 1405 y en 1540 se incorporó el reloj del calendario astronómico y un juego de figuras formando un carillón que giran cuatro minutos antes de cada hora en punto.
Según dicen, la torre ayudó a Albert Einstein a perfeccionar la teoría de la relatividad, que formuló mientras trabajaba en la oficina de patentes de Berna.
Si queréis ver donde vivió durante más de siete años deberéis dirigiros al número 49 de calle Kramgasse donde se encuentra su casa-museo.
Si cruzamos la torre podremos ver su otra cara, con otro reloj muy bonito.
Muy cerca de este punto se encuentra otra de las atracciones de Berna: Kind-lifresserbrunnen o fuente del ogro comeniños. Esta figura nos recordó mucho al «Gargantúa», una figura que se saca a la calle en las fiestas populares en el País Vasco y que también tiene como «afición» comer niños.
Estábamos bastante destemplados por lo que decidimos parar a tomar un café rápido antes de irnos al hotel donde dormiríamos hoy.
Y buf, se nos había hecho tardísimo. No nos daba tiempo a ver la Catedral de Berna, el Palacio Federal de Suiza, el Jardín de las Rosas (un mirador muy chulo de la ciudad) ni las bonitas vistas desde la calle Grosser Muristalden.
Tendrá que ser para otra ocasión porque, como ya he dicho, seguro que a Suiza volveremos.
Bastante preocupados por la hora (mira que nos encanta apurar al máximo) nos montamos en el coche y pusimos rumbo a Grindelwald, esperando que no hubiera ningún atasco o contratiempo que hiciera que no pudiéramos coger la última subida en la telecabina que nos llevaría a un alojamiento muy especial.
Aparcamos en un parking, cogimos nuestras mochilas (aquí no subiríamos con maleta) y corrimos a la telecabina Grindelwald First como si nos fuera la vida en ello.
Y si, llegamos, la última y por los pelos, teníamos el corazón a mil pero lo habíamos conseguido.
Os dejo el enlace a la página web de Jungfrau donde aparecen los horarios y toda la información de esta zona.
Y llegamos a nuestro hotel ¡qué ganas tenía de este momento! De dormir en plena montaña y de revivir las experiencias vividas en Dolomitas (pero esta vez en Suiza). Nos gustó tanto que no dudamos en repetir y estábamos super emocionados.
Berggasthaus First fue el hotel escogido para esta ocasión. Situado a 2.200 metros, con unas impresionantes panorámicas a la región de Jungfrau y los Alpes Suizos y, como habéis visto, solo accesible en teleférico. Vamos, una gozada con letras mayúsculas.
Nosotros elegimos la habitación familiar con vistas a la montaña y media pensión. Teníamos cuatro camas (las que veis en la foto más otras dos al otro lado de la pared) pero preferíamos pagar más a tener que compartir habitación, nos hacemos mayores jajaja.
El baño si que era compartido pero para una noche esto no era ningún problema.
Nos abrigamos (el frío era considerable a esa altura, fijaros en el termómetro) y salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel.
Las nubes que tanta lata nos habían dado todo el día estaban en la parte baja y el paisaje era totalmente idílico. Un atardecer con sol hubiera sido maravilloso pero no nos quejábamos porque no llovía y la estampa que teníamos ante nuestros ojos era una preciosidad.
Cascadas emergiendo entre la niebla, un glaciar al fondo, casitas en el valle, silencio absoluto y nosotros dos solos. ¿Se puede pedir algo más?
Esta panorámica la veíamos desde una pasarela de metal con el suelo de cristal que, aunque daba un poco de «yuyu» merecía mucho mucho la pena.
En el otro valle el sol iluminaba tímidamente las puntas de las montañas, otra postal ¡zas!
En instantes el panorama cambió y las nubes se esfumaron como por arte de magia ( por eso siempre digo que la fotografía son segundos, o estas o lo pierdes). Mirad que panorámica.
Nuestra habitación podíamos verla desde este mirador. ¿Veis las ventanas amarillas? Pues esa era. De película.
La escasa luz se iba a apagando por momentos, por lo que decidimos que ya era hora de abandonar estos miradores e ir a cenar.
La cena la teníamos incluida y estábamos expectantes.
Nuestra experiencia en Dolomitas con los hoteles/refugios de montaña en el tema comida siempre había sido muy buena y esperábamos que aquí en Suiza también fuera así.
Y lo bordaron. Estaba todo riquísimo, no dejamos ni las migas. Además teníamos una nota personalizada, todo un detalle (lo tuvimos que traducir no os creáis, que no entendíamos ni papa).
Vaya día, no habíamos parado, estábamos reventados y tocaba irse a la cama. Mañana ¿Qué nos depararía el tiempo?
Día 6: Grindelwald-Bachalpsee-Jungfraujoch-Zermatt
El madrugón que nos metimos hoy fue épico. Teníamos algo menos de una hora caminando hasta llegar a nuestro primer objetivo del día: el Lago Bachalpsee y queríamos verlo con luz de amanecer.
En el hotel no se oía absolutamente nada, era de noche y aunque en la previsión no anunciaban lluvia no parecía que fuera a hacer mucho sol a primera hora.
Aun así, quisimos probar suerte y, sin desayunar, salimos del hotel por la salida de emergencia (telita para poder salir, no la encontrábamos, parecía que estábamos robando jajaja).
Con los frontales puestos iniciamos el camino cuando eran poco más de las cinco de la mañana. Vaya dos locos, ni las vacas se habían despertado aún jajaja.
En el mapa podéis ver el camino que hicimos desde el hotel (donde está el tenedor, que pone «Fi» cortado, comenzando con el número 9) hasta el lago (con el número 4/4a). En todo momento veréis el camino señalizado tanto para ir andando como para ir en bicicleta.
Y llegamos al lago pero la imagen no era la que queríamos.
Las nubes nos la habían jugado y la impresionante montaña del Schreckhorn reflejada en el lago no existían porque no se veía ni esa ni el resto de montañas.
Pese a eso sacamos unas fotos del lugar y aprovechamos para descansar y comernos una manzana y una barrita energética a modo de «desayuno provisional». Al menos el viento se había parado y pudimos fotografiar unos reflejos.
Toca volver a Suiza y a este hotel para probar suerte de nuevo y ver si logramos las fotografías que íbamos buscando de este increíble lago al amanecer.
Esta parte nos recordó mucho a Islandia, por el verdor, las montañas bajas, no sé, me trasladó a la tierra del hielo y el fuego y por un momento pensé en estar allí en vez de en Suiza. ¿Será una señal de mis ganas por volver a Islandia?
Ya de regreso el cielo comenzaba a clarear y ya veíamos que la predicción estaba acertando y el día iba a mejorar muchísimo. Era algo genial pero no podíamos estar en el lago esperando a que eso sucediera.
Y diréis, que rarooo, pero no, esta vez tocaba resignarnos y volver ya que, además de que teníamos el desayuno en el hotel, después debíamos marcharnos a coger un tren muy especial y la reserva tenía hora definida. Por ese motivo nos despedimos de Bachalpsee.
Por el camino ya comenzamos a ver las montañas nevadas ¡que preciosidad! y el sol empezó a iluminarlo todo. Que rabia ayss pero que suerte poder haberlo visto así aunque fuera sin estar en el lago.
Fijaros que paisajes más bonito, que tranquilidad y que camino de vuelta más chulo. La luz ahora estaba preciosa.
No pude resistirme a hacer algunas paradas exprés para sacar fotos a las flores y a las marmotas curiosas que aparecían por el camino (esto último sin lograr una decente, no paraban quietas).
Y bueno, como no, a las vacas que ya estaban pastando en los prados.
Era imposible resistirse a fotografiarlas, con sus cencerros preciosos, Suiza 100%.
Mirad que foto más buena sacó mi marido, con la vaca en primer plano y yo bajando por el camino. Vaca que por cierto no era muy «amable» y no le gustó nada cuando yo me acerqué, me pegó un buen susto.
Y llegamos al hotel, no sin antes parar a sacar la misma panorámica del día anterior pero con sol y buen tiempo. Una auténtica brutalidad. Pero brutalidad brutalidad.
Entramos a desayunar al hotel. Y que bien sientas esos desayunos después de una caminata.
Hicimos el check out y recogimos nuestras mochilas.
Estábamos super emocionados. Los paisajes que habíamos visto en el camino de vuelta habían sido increíbles y el esfuerzo del madrugón había merecido la pena (pese a no ver el lago como queríamos).
Unas últimas fotos en la terraza del hotel y fin a esta primera aventura del viaje.
Cogimos la telecabina para bajar al coche. Ahora subían los primeros turistas y nosotros ya habíamos terminado, que guay es eso jajaja.
Sin muchos entretenimientos pusimos rumbo a nuestra siguiente visita: Jungfraujoch, todo un clásico de Suiza.
Esta visita nos costó mucho decidirla y es que hay varios factores que hacen que sea así: es muy cara, hay que reservarla por anticipado y no puedes cambiar el billete si la predicción meteorológica es mala y no ves un pimiento.
Por ello, todos los días anteriores habíamos estado mirando varias webs de tiempo (como por ejemplo el tiempo.es) y parecía que hoy iba a hacer muy bueno a medio día por lo que el día anterior nos arriesgamos y reservamos los asientos (traducción: pagamos) en su web oficinal.
Yo tenía apuntado en mi cuaderno de notas: «si llueve o hay niebla es tirar el dinero» por lo que imaginaros la presión para no fallar.
Esta excursión se puede hacer desde Interlaken (cogiendo el tren desde la estación Interlaken Ost) o desde Grindelwald directamente. Nosotros al llevar coche decidimos esto último y pusimos rumbo a Grindelwald.
Dejamos el coche en el parking, cogimos ropa de abrigo (y me refiero a un plumas, gorro, guantes y botas de montaña), gafas de sol y crema (si el día está despejado te puedes quemar) y nos dirigimos a la estación.
Allí cogimos el primer tren con destino Kleine Scheidegg, no dejando de mirar por la ventanilla al paisaje y, he de confesar, que al cielo, para ver si en las montañas el día estaba tan despejado como en el valle.
En esta estación cambiamos de tren para, ahora ya si, montarnos en el Jungfraubahn, el más famoso tren cremallera de los Alpes. Mirad que auténtico.
Y la cosa pintaba bien, de hecho muy bien y estábamos super emocionados.
Allí comenzaba el trayecto para ascender desde los 2061 metros en los que estábamos y llegar a los 3454 para conocer la estación de tren más alta de Europa, situada entre los picos Jungrau, Eiger y Mönch.
Esta construcción comenzó en 1896 y se logró dinamitando directamente la montaña para poder atravesarla. De hecho, siete de los nuevo kilómetros de esta línea ferroviaria transcurren por el interior de la montaña.
El trayecto fue una pasada, con unos paisajes impresionantes.
La primera parada fue muy inesperada, no la teníamos controlada, pero como todo el mundo se bajó del tren pues nosotros también hicimos lo mismo.
Fue una parada muy corta para admirar este impresionante paisaje desde dentro de uno de los túneles. Flipante.
¿Veis la cola de un glaciar en la foto anterior? Volvimos al tren y ahora si, ya estábamos en el Top of Europe.
Os dejo una foto con el mapa del lugar.
Lo primero que hicimos fue ir a la estación meteorológica Sphinx, y desde su mirador, pudimos contemplar otro de los iconos suizos: El Glaciar Aletsch.
Allí, petrificados con la inmensidad del paisaje, dimos las gracias por ser tan afortunados y poder ver esta maravilla de la naturaleza.
El impresionante Glaciar Aletsch es el glaciar más largo de los Alpes, con 23 kilómetros, y está rodeado de picos que rondan los 4.000 metros de altura.
Agujeros en el hielo que dejaban ver su impresionante color azul y un helicóptero que parecía algo diminuto entre colosos fueron otros elementos que nos llamaron mucho la atención.
El día era espléndido, un sol radiante y estábamos super contentos.
Pero queríamos salir a pisar nieve por lo que entramos al interior para buscar el acceso a la zona de Plateau.
Pasamos por la Alpine Sensation donde además de figuras había fotografías antiguas que nos hicieron pararnos un buen rato. ¡Nos encantan! Increíble como con pico y pala fueron capaces de llegar allí.
Después de esto pasamos por los túneles de hielo y encontramos a Scrat, la simpática ardilla de la película de dibujos animados Ice Age.
Y por fin salimos al exterior.
Como llevábamos calzado de montaña no tuvimos ningún problema con la nieve pero había personas besando el suelo de los resbalones que se habían dado. Mucho ojo, no llevéis deportivas y mucho menos chanclas o tacones, que hay cada loc@…
Y las vistas desde allí…sin palabras.
Estos pajaritos hicieron nuestras delicias fotográficas, unos buenos modelos en un entorno único.
Y mirando de lado, la Sphinx, tan inconfundible y única.
Quisimos pasar al otro lado para hacer parte del camino que lleva al Refugio Monch, donde según habíamos leído, ponían unas sopas deliciosas.
Y digo parte porque hacer este treking nos llevaría dos horas más la parada en el refugio y no teníamos tanto tiempo (debíamos llegar a Zermatt y allí no se puede acceder con el coche, se depende de un tren).
Si esta visita la hubiéramos hecho ayer (y por tanto le habríamos dedicado todo el día) esta caminata no la habríamos dejado pasar, pero si recordáis en el día de ayer el tiempo fue horroroso y de haber subido no habríamos visto nada. Por eso hoy debíamos conformarnos con esto y sacrificar el refugio.
Caminamos un buen rato hasta encontrar un lugar donde sentarnos y comer unos frutos secos y unas barritas que llevábamos mientras contemplábamos el paisaje.
Si tenéis tiempo no dudéis en hacer este camino, es muy fácil y la única indicación es no salirse de las marcas ya que puede haber desprendimientos.
Terminaba nuestro tiempo en el Top of Europe, pero antes de irnos no se nos podía olvidar enviar un par de postales para que nos alegraran al volver a casa. Esas postales iban a viajar desde muy alto, para ser exactos desde la estación de correos más alta del viejo continente. Además mirad que chulas.
Cogimos los mismos trenes que para subir pero de vuelta y nos despedimos del lugar. Otro momentazo del viaje de Suiza.
Y ahora si, tocaba nuestro último destino en Suiza: Zermatt.
Dos horas y media nos separaban de este destino soñado y ¿adivináis que transporte tuvimos que coger al llegar a Kandersteg? Si, el «tren ferry» en el que nos metimos por error al ir a Oeschinensee jajaja. Otra vez a pagar, aunque al menos esta vez lo íbamos a usar.
Toda una experiencia subir el coche a un tren y andar sin que se mueva el coche «en si». Parte mala: no puedes encender el motor y en los túneles nos asfixiábamos jajajaja.
Pasamos el tramo del tren ferry y continuamos nuestro camino hasta la Matterhorn Terminal Täsch donde dejamos el coche en un parking cubierto de pago (Alpine Parking Täsch).
Cogimos nuestras maletas, salimos del parking y fuimos a comprar los billetes del tren que nos llevaría al centro de Zermatt.
Reto conseguido, ya estábamos en este pueblo de cuento.
Cargamos con nuestras maletas hasta el Hotel Dufour Alpin Superior donde al ser tan tarde nos habían dejado la llave en recepción con una nota con las instrucciones. Muy apañados ellos (ya nos habían avisado por email de esto).
La habitación estaba muy bien, decorada con elementos de alpinismo, pero lo mejor ahora no lo veis, tenéis que esperar…¿Os imagináis que es?
Cenamos en la habitación y a dormir. Estábamos agotados y al día siguiente tocaba madrugar de nuevo.
Día 7: Zermatt- Ruta de los cinco lagos
Sonó el despertador…Horror de los horrores. Yo quería morirme, estaba destrozada por completo y es que el día anterior había sido muy intenso. Pero no podíamos quedarnos en la cama. Solo debíamos hacer una cosa: salir al balcón y montar los equipos. ¿Cómo? ¿Salir al balcón?
Allí nos esperaba un espectáculo que no queríamos perdernos, y debía ser al amanecer.
Y es que habéis visto la habitación por dentro pero lo que no os he enseñado todavía son las vistas que tenía.
A Zermatt llegamos de noche, por lo que al abrir las cortinas de la habitación hoy por la mañana casi nos da un perreque. Y eso que estaba nublado.
Esperamos y esperamos hasta ver si las nubes dejaban que el sol iluminara el Cervino y lo hicieron, dándole un aire misterioso a este icono de Suiza. Mirad que preciosidad.
Allí estaba una de las montañas que más ganas tenía de ver y de fotografiar: El Cervino o Matterhorn, con sus 4478 metros y su silueta en forma de aleta de tiburón o pirámide mundialmente conocida.
El Cervino fue la última de las montañas principales de los Alpes en ser escalada, no tanto por su más que clara dificultad técnica, sino también por el miedo que inspiró en los primeros montañeros. Ahora, cada verano, un gran número de montañeros intentan escalarlo a través de la arista Hörnli, la ruta más popular hasta la cumbre, pero se ha escalado en todas sus aristas y caras, y en todas las estaciones.
Las nubes cada vez fueron a más y dimos por concluida la sesión fotográfica. Con menos fotos de las que nos hubiera gustado, pero era lo que los nubarrones nos había dejado hacer.
Teníamos otros dos amaneceres por delante y la previsión del tiempo era muy buena para estos días, tocaba esperar y tener esperanza.
Vuelta a la cama a dormir un poco más.
Sonó el despertador por segunda vez esta mañana. Y volvimos a salir a la terraza de la habitación jajaja.
El día había despejado muchísimo pero esa gran nube no se despegaba de nuestro objetivo. Según leímos, las empinadas laderas del Matterhorn y su ubicación aislada favorecen la aparición de estas formaciones, llamadas nubes orográficas.
Bajamos a desayunar y nos lo tomamos con tranquilidad. Necesitábamos recargar pilas para la ruta que íbamos a hacer.
Subimos a la habitación, nos pusimos la ropa de monte y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo antes de coger la telecabina que nos llevaría a la ruta de hoy.
La primera parada la hicimos en el puente Kirchbrücke desde donde se tienen unas vistas super chulas al Cervino, con el río y el pueblo con sus casitas de madera.
Muy cerca de allí se encuentra el Cementerio de Montañeros, en el jardín de la Iglesia de San Mauricio, una visita muy corta y muy recomendable.
Justo al otro lado hay otro cementerio pero no es tan solemne.
Continuamos paseando por el pueblo por su famosa calle Bahnhofstrasse, llena de boutiques y tiendas de relojes. Suiza 100%.
Y bueno, bueno, un reloj no me compré pero en una de las tiendas de recuerdos encontré una oveja de peluche adorable. Se venía con nosotros a hacer la ruta jajaja.
También aprovechamos para comprar pan para los bocadillos y algún dulce de postre, ya que comeríamos en ruta.
La ruta que tenía planteada para el día de hoy era la Ruta de los Cinco Lagos y para llegar a su inicio debíamos comprar los tickets del tren que nos llevaría a Blauherd.
Os dejo un mapa con las rutas para que lo veáis más claro.
Desde allí iniciábamos nuestra ruta caminando para ver los cinco maravillosos lagos que tiene esta zona.
Las vistas espectaculares, prometía mucho este recorrido.
Pronto unas amigas hicieron que nos detuviéramos. Que tendremos con los animalitos que cada vez que vemos uno nos paramos mil horas para fotografiarlo.
Continuamos el camino, con vistas cada vez más y más chulas. Las montañas nevadas y el Refugio Fluhalp nos saludaban.
Este sería un buen lugar para hacer noche y poder fotografiar un amanecer impresionante, pero nosotros ya habíamos decidido donde sería esto, y os va a flipar.
Y aproximadamente veinte minutos después llegamos al primero de los lagos del recorrido: Stellisee, famoso por sus bellos reflejos del Cervino en sus aguas.
Pero nosotros no tuvimos esa suerte, había viento y las aguas estaban muy revueltas (y las nubes que cubrían el Cervino, claro).
Aun así, nos detuvimos a sacar unas cuantas fotos y admirar el paisaje.
Las nubes que cubrían la punta del Cervino a primera hora seguían a su lado de forma permanente sin darnos tregua ni para una foto.
Había que seguir el camino y esperar a que igual en algún momento se fueran.
Aun así, las vistas y los momentos en los que estábamos casi solos (el ir tarde y ser una ruta poco exigente hace que haya más gente de lo que esperábamos y eso empañó varios momentos) eran una maravilla. Mirad el paisaje. Esas montañas de más de 4.000 metros me enamoraron.
Llegamos a nuestro segundo lago: Grindjisee y buf, que bonito. Nada más verlo nos enamoró. Super tranquilo y con vistazas, mirad mirad…
Yo con tal paisaje no dude en acercarme al agua y meterme a remojo (solo los pies, no soy tan atrevida jajaja) para sacar alguna otra foto. Como me gustan esas cosas.
Aquel lugar era ideal para parar a comer, por lo que plantamos en campamento y sacamos todas nuestras provisiones.
Y que guay quedaba nuestro pan con la banderita suiza jajaja. Llevábamos bocadillos y lo compramos porque nos parecía muy mono. Ahora lo aprovechábamos para esta foto.
Otra comida para recordar.
El siguiente lago en cambio no nos gustó nada. Grünsee no tenía las vistas del anterior y ni paramos. Una foto rápida y listo.
Eso sí, cada dos por tres nos íbamos parando a sacar fotos al camino. No me cansaré de repetirlo pero es que las vistas eran impresionantes.
Llegamos a Ze Seewjinu y estuvimos muy muy tentados en parar a tomar algo sentados en esas tumbonas al sol pero se nos iba a hacer muy tarde. Habíamos decidido mientras comíamos que íbamos a bajar andando en vez de en telecabina. Ya que hacía buen tiempo queríamos aprovechar y quitarnos la espinita de Wengen.
Continuamos el viaje en una bajada bastante pronunciada que nos llevaría a nuestro siguiente lago.
Mosjesee nos dejó sin palabras.
Vaya color azul turquesa más precioso y que maravilla de vistas. Como mejor se aprecia este lago es tomando altura, merece la pena el esfuerzo. Mirad que color y que paisaje.
El último lago de esta ruta era Leisee.
Mi opinión: masificado a tope (está al lado de la telecabina Sunnegga y supongo que será por eso) aunque igual las familias, al tener muchas actividades (juegos etc), lo ven de otra forma. Para nosotros cero encanto, gritos, ruido, eso no es lo que nos gusta en la montaña.
Y aquí terminaba nuestra ruta pero habíamos decidido alargarla y bajar andando hasta Zermatt.
Teníamos el tiempo un poco justo pero nos apetecía muchísimo seguir en la montaña.
Y cuanto nos alegramos de haber tomado esta decisión. Esto si, tranquilidad y silencio, la montaña en su esencia.
En esta ruta pasamos por la aldea de Findeln y allí estaba uno de los lugares que llevaba apuntados para comer: Chez Vrony.
Pero es que teníamos cero hambre y menos para comer su famosa hamburguesa Vrony (con carne de las propias vacas de Vrony que pastan allí).
Con mucha pena decidimos no quedarnos pero el lugar si pasáis a la hora de comer es muy recomendable (reservad para aseguraros mesa).
Y mirad que vistazas se tienen desde su terraza.
Las aldeas por las que pasamos eran idílicas.
Y las vistas al Cervino espectaculares, y es que se estaba despejando.
El camino estaba siendo muy sencillo, con tramos de bosque preciosos y un tramo de acantilado muy llevadero. Os dejo dos fotos para que os hagáis una idea de cómo es la bajada.
Mirad que vistas desde allí. ¿Merece o no merece la pena bajar andando?
Con tanta parada fotográfica se nos estaba haciendo un poco tarde y no teníamos controlado lo que nos faltaba para llegar al pueblo, por lo que aceleramos la marcha.
Llegamos a otro mirador y decidimos parar un momento a beber agua y descansar un poco.
Las bajadas machacan las piernas y además las vistas merecían la pena. Fijaros que brutalidad y ya con el Cervino visible al 100% ¡por fin!
Y llegamos al pueblo. Habíamos logrado superar nuestra aventura improvisada.
El hotel y la ducha nos estaban esperando.
Pero, como no íbamos a salir a nuestra super terraza a sacar una fotito más del Cervino jajaja.
Habíamos comido de bocadillo y el día anterior cenado igual por lo que ya tocaba comer «de caliente». Nos decantamos por el Snowboat Bar & Yacht Club.
Es un restaurante totalmente informal, de gente joven y con buen ambiente. Su azotea con tumbonas para tomar una copa una gozada.
Nosotros pedimos una ensalada y dos hamburguesas. La cuenta…pues una buena leche, pero no esperábamos lo contrario tratándose de Zermatt.
El día se terminaba. Nos lo habíamos pasado genial, estábamos agotados por la caminata (sobretodo por la bajada, el resto fue bastante sencillo) y mañana nos esperaba un día muy especial. Tocaba cruzar los dedos para que todo saliera perfecto. ¿Lo conseguiremos?
Día 8: Zermatt- Gornergrat
Suena el despertador cuando todavía es de noche. Que nervios. Salimos a la terraza. Dime, dime si está despejado, por favorrr. Una media sonrisa y sé que si, está despejado. Salto de la cama para coger mi trípode y mi equipo y plantarlo en la terraza. Nervios en aumento.
Nos ponemos los abrigos (el frío es considerable) y nos sentamos en las sillas de la terraza con un té que nos hemos preparado para engañar al estómago. La luz es escasa pero nuestras pupilas no pueden estar más dilatadas ante lo que estamos viendo.
Belleza absoluta, no damos crédito. Y comienza el espectáculo.
El sol comienza a iluminar la cumbre del Cervino en un tono naranja propio del amanecer.
Vemos como a medida que van pasando los minutos va bajando. No podemos perderlo de vista ni un segundo, queremos tener todas las instantáneas, además de en nuestras retinas, en nuestras cámaras. Es impresionante, emocionante, sobrecogedor. No sé como describir con palabras lo que veían mis ojos.
El silencio absoluto en el pueblo a estas horas hacía que estos momentos fueran aún más especiales.
Intentamos hablar muy bajito ya que los «vecinos» de habitación no han salido. ¡Cómo pueden dormir con este espectáculo fuera! Si solo tienen que salir a la terraza, a un metro de su cama.
Gran parte de esta icónica montaña ya estaba iluminada por el sol, pero todavía faltaba un poco para que terminase el espectáculo.
Un poco más abajo, y más y más…
Cambio de objetivo para sacar un primer plano de la montaña. Me alucina su relieve. Seguro que ya hay montañeros que están a mitad de camino de hacer cima, que emocionante tiene que ser.
Toda la montaña se había iluminado ya, pero la luz seguía siendo preciosa. Con esta imagen del Matterhorn o Cervino dábamos por concluida la sesión de fotos y comenzaba nuestro día. ¡Vaya comienzo señores!
Que pasada había sido, ni nos creíamos la suerte que habíamos tenido. El día anterior lo vimos con sus características nubes y hoy totalmente despejado. Dos versiones de un mismo lugar, pero mágicas ambas.
Y para que veáis todo este proceso en vídeo que mejor que un timelapse. Ahí va el espectáculo.
Vaya broche de oro para cerrar el paso por este hotel. ¿Merece la pena pagar el precio de una habitación con vistas en Zermatt? La respuesta es un SI rotundo y ya habéis visto el motivo.
Volvimos a dormir otro rato y después de un buen rato nos pusimos en marcha.
Hicimos nuestras maletas, apartamos una mochila con algo de ropa (ya veréis para qué) nos cambiamos y bajamos a desayunar.
Con la emoción todavía en el cuerpo y el estómago lleno, hicimos el check out y nos dirigimos cargando con nuestras maletas a la estación de tren.
Pero no, no nos íbamos de Zermatt, solo íbamos a dejar las maletas en las taquillas para no cargar con todo el equipaje. Las taquillas están indicadas con un símbolo de «maleta» y como veis hay que bajar unas escaleras ya que están en un sótano.
Las hay de varios tamaños y precios y en la máquina central simplemente se deben seguir las indicaciones, es muy sencillo.
Metimos las dos maletas y las bolsas y nos quedamos con el equipo fotográfico y la mochila que os he comentado antes.
Aprovechamos para dar la última vuelta por Zermatt y despedirnos de sus coquetas tiendas.
Comenzaba una nueva aventura y era la que más estaba esperando desde que monté esta ruta por Suiza: Gornergrat.
Para llegar a este paisaje de postal hay que coger el Gornergratbahn, que lleva escalando estas montañas desde 1898 y es el tren cremallera más alto de Europa.
En su página web podéis ver todos los horarios y las estaciones en las que para.
Como veis, en la estación no cabía ni un alfiler, estaba a tope y os preguntareis ¿Cómo subisteis tan tarde a algo tan turístico? Pues porque allí arriba estaba nuestro alojamiento «top» de las vacaciones, un alojamiento que además de permitirnos estar en un lugar privilegiado cuando todo el mundo se fuera, nos daría la oportunidad de ver al Cervino reflejado en el lago Riffelsee, todo un sueño.
Y el check in no lo podíamos hacer hasta las tres del mediodía.
El tren comenzó su ascenso, íbamos como sardinas en lata, de pie, totalmente apelotonados. El paisaje fuera era precioso pero con tal agobio de gente no lo estábamos disfrutando.
El tren hacía unos ruidos super raros, no subía de forma normal y de repente se paró. Y no solo se paró es que cuando intentó arrancar para subir pasó todo lo contrario y comenzó a ir marcha atrás. Si, marcha atrás, nos estábamos cayendo.
La gente ser reía pero yo lo primero en lo que pensé fue en que el tren no podía subir esas pendientes con tanto peso. Los frenos estaban fallando y aquello no era buena señal. Si eso pasaba no lo contábamos y mientras, la gente, inconsciente con risas y más risas.
Así estuvimos un buen rato y los intentos fueron cada vez más y más angustiosos ya que retrocedíamos cada vez más distancia. Finalmente en un intento el tren consiguió subir.
Yo os juro que tenía unas ganas inmensas de llorar, de los nervios que estaba pasando y en lo único que pensaba era en bajarme de aquel tren. Y así lo hicimos, en la primera estación en la que paró nos bajamos y esperamos un par de trenes que vimos que iban con menos gente para montarnos.
No entiendo como en un país como Suiza esto está permitido. Debería de controlarse el aforo y no dejar pasar a más personas que asientos tiene el tren. El trayecto salva desniveles muy elevados y hasta que no pase una tragedia nadie hará nada. Mi consejo: jamás os montéis en un tren así de lleno, os jugáis la vida y yo por desgracia lo aprendí con esta mala experiencia.
Y por fin llegamos a nuestro hotel sanos y salvos jajaja: 3.100 Kulmhotel Gornergrat, el hotel más alto de los Alpes Suizos.
Además de una capilla, el hotel cuenta con un planetario y un centro comercial. Las tiendas para mí restan pero que le vas a pedir a un lugar donde puedes subir cómodamente en un tren hasta casi su puerta sin ningún esfuerzo (es lo que mas me decepcionó de Suiza y que no encontramos en Canadá o en Dolomitas como ya os he comentado).
Lo que no es cuestionable es el lugar en el que se encuentra. En una ubicación privilegiada y en un entorno bello a más no poder.
La habitación que elegimos era con vistas al Monte Rosa. Ya habíamos tenido las vistas al Cervino en Zermatt y ahora queríamos cambiar (además, el amanecer no lo veríamos en el hotel). Esto es lo que veíamos desde nuestra ventana.
Y con el zoom un pequeño lago glaciar color azul turquesa precioso.
La habitación se llamaba Castor y tenía en la pared una piedra de la cima de este monte de 4.226 metros. No sé que pasó con las fotos pero no las tengo, os dejo el vídeo que grabé para Instagram para que podáis verla.
Dejamos nuestras mochilas y salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel.
Teníamos incluida la cena en el precio y optamos por cenar lo antes posible ya que no habíamos comido. Además así podríamos ver el atardecer, por lo que vuelta al hotel a llenar la panza.
El restaurante super bonito, nos pusieron en una mesa con vistas y la camarera ¡era española! Y eso que estuvimos hablando con ella en ingles hasta que vimos que con otra mesa hablaba en español jajaja. Nunca la gente adivina o intuye que somos españoles.
El menú consistía en un buffet de ensaladas, una sopa y para elegir de plato principal entre el Rösti o solomillo de cordero marinado con salsa de olivas y polenta. Cada uno pedimos uno para probarlos.
Y de postre nuestro querido apple strudel con salsa de vainilla templada. Brutal.
Una cena riquísima, en un ambiente super romántico.
Al terminar de cenar decidimos salir nuevamente fuera para ver el atardecer y sacar más fotos. La luz ahora estaba preciosa.
Los trenes ya no operaban y reinaba la paz y el silencio. Lo que hacía un par de horas era un hormiguero de la gente que había, ahora estaba desierto. Si, esto es lo que nos gusta, esta Suiza si.
En esta foto podéis ver el icónico y famoso refugio Monte Rosa Hütte al que estuvimos muy tentados de ir. Pero ante nuestra falta de experiencia creímos que era muy arriesgado (hay que caminar en una parte por el glaciar y sin guía no nos atrevíamos). Mirad como brilla iluminado por el sol.
La pequeña capilla de al lado del hotel también estaba desierta y, pese a las obras que había a su alrededor, lucía muy bonita con esta luz.
Este otro lado del hotel, aunque menos llamativo, también se merecía unas fotos.
Y como no, mi querido Cervino, con el sol iluminando la nube que le acompañaba. ¿Mañana seguiría la nube?
Y si cambiábamos de lado las vistas seguían siendo espectaculares. Solo por estos momentos ya merece la pena pagar el alto precio del hotel. Maravilloso es poco.
Unas amigas interrumpieron nuestro reportaje fotográfico a las montañas.
Se habían acercado a comer o beber, no logramos averiguarlo, y como no, las inmortalizamos.
Los pocos que estábamos, en absoluto silencio, las mirábamos con asombro, estaban muy cerca y no queríamos asustarlas. Otro momentazo.
El sol terminó por esconderse totalmente y el paisaje se sumió en la oscuridad con la leve iluminación del final del día. Fijaros que espectáculo de colores. Sin palabras.
El broche perfecto a un día un tanto «complicado».
Como os he contado, este hotel tiene un planetario y la cúpula que veis en la siguiente foto a mano derecha la abrieron.
Mil maldiciones por no haber reservado esta experiencia, nos hubiera encantado y si volvemos no nos lo vamos a perder por nada del mundo (es lo que tiene haber organizado el viaje en plan exprés).
Día 9: Gornergrat- Fin de la ruta por Suiza
Despertador a horas intempestivas. Nos vestimos rápidamente, cogemos nuestros equipos y, sin desayunar, salimos del hotel a las 5:30 en busca de nuestro gran objetivo del viaje.
Los frontales van alumbrando el camino y el corazón nos va a mil, no solo porque vamos bastante rápido, ya que se nos ha hecho un poco tarde, sino porque también estamos muy nerviosos por saber si conseguiremos nuestro objetivo.
¿Habría nube pegada al Cervino? ¿Saldría el sol? Esto es lo que nos encontramos. Preparaos para alucinar en colorines.
Si, uno de nuestros sueños viajeros se había cumplido.
Allí frente al lago Riffelsee se nos saltaban las lágrimas de la emoción. La soledad, la preciosa luz, el reflejo, el Cervino totalmente descubierto que nos mostraba su mejor cara.
Un momento super emocionante donde no importaba el sueño, el cansancio por la caminata a las 5:30 de la mañana, el frío ni el no haber desayunado. Todo lo compensaba estas imágenes y estos momentos.
Y como veis el sol comenzaba a iluminar poco a poco el Cervino y el espectáculo que habíamos visto la mañana anterior desde la terraza de nuestro hotel en Zermatt se repetía pero ahora en plena naturaleza.
Siempre doy las gracias por tener la inmensa suerte de vivir estas experiencias, donde me siento inmensamente feliz. Y doy gracias porque lo hago de la mano de mi marido y compañero de aventuras. Todo compartido siempre sabe mejor.
Cada vez el sol iluminaba más y más el monte y nuestras cámaras captaban cada segundo. Se formaban nubes alrededor del monte, se desvanecían, soplaba el viento, se paraba, cada instante era único y mágico.
El sol ya llegaba casi a la base del Cervino y la magia de los colores naranjas sobre esta icónica montaña se iban terminando.
Y no podía faltar una foto juntos de este momento. El mejor del viaje a Suiza. Al ir con dos cámaras nos olvidamos mucho de «nosotros» y luego estas fotos son preciosas.
El color amarillo era el predominante y el paisaje poco a poco se llenaba de luz.
Y bueno, no podía faltar la foto típica, para la que nos compramos expresamente una tableta de Toblerone. Que mejor lugar que en este para hacerla. Además después nos lo comimos, había que reponer fuerzas jajaja. Chula ¿verdad?
Unas fotos más de «postureo» que el paisaje lo merecía.
Y con este paisajazo nos despedimos de uno de los lugares más mágicos en los que he estado. Alucinad con el time-lapse que grabamos con el móvil. Me emociono cada vez que lo veo.
Subimos para coger el primer tren pero antes…Si, antes nos dimos la vuelta y no pudimos evitar fotografiarlo desde lo lejos con el lago por última vez.
¿Encontráis en la foto a la persona que caminaba por la orilla contraria a la nuestra?
No dudéis en hacer todos los esfuerzos posibles para ver el Cervino reflejado en el lago al amanecer. Todo, absolutamente todo va a compensar.
Ya me contaréis si os animáis, pero con las fotos creo que os habré convencido ¿no?
Esperamos al primer tren, donde la gente nos miraba un tanto extrañada al vernos entrar en vez de salir jajaja. Mirad que instantánea más chula nos regaló este tren.
Y que me decís del paisaje al llegar al hotel, sin nadie en la estación y con el Cervino iluminado.
Eran las 7:42, una hora perfecta para ir a desayunar después de un treking y una buena sesión fotográfica.
Ducha, desayuno y una última vuelta por los alrededores del hotel antes de hacer el check out.
En esta foto podéis ver el hotel desde el otro lado, y la gente, que pese a ser todavía pronto ya estaba bastante concurrido. Desventajas de llegar a un lugar así cómodamente en tren, como pasa en muchos lugares de Suiza y como no me cansaré de repetir para que nadie se decepcione.
Llegó la hora de partir y continuar nuestro viaje, pero ahora ya dejando Suiza para adentrarnos en los preciosos pueblos de Alsacia.
Pero ese es otro viaje, la aventura por Suiza finalizaba aquí, en Zermat a las 11:04 horas.
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¡Salud viajeros!
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