Canadá

Hay lugares en el mundo en los que la naturaleza es la reina absoluta y la costa oeste de Canadá es uno de ellos. La cordillera de las rocosas muestra en tierras canadienses gigantescas montañas, bosques infinitos y los lagos más espectaculares que he visto jamás. Paisajes de postal que se colaron de inmediato en lo alto de mi lista viajera y que hicieron que este road trip fuera (y siga siendo) uno de mis favoritos. Porque en Canadá todo es a lo grande y todo, absolutamente todo, impresiona.
Os advierto que si seguís leyendo este post corréis el riesgo de quedar prendados de sus paisajes ¿Os atrevéis?

CUÁNDO IR

El clima de las montañas rocosas es un factor que hay que tener muy en cuenta a la hora de decidir la época en la que vais a visitar esta zona de Canadá.
Los inviernos son muy fríos, las horas de luz escasas y las nevadas abundantes, por lo que si viajáis con intención de practicar deportes de invierno, los meses de noviembre a abril serían ideales ( en esta zona se encuentran algunas de las mejores estaciones de esquí del mundo, es una cita que tengo pendiente). Además, en esta época, si el tiempo lo permite podréis gozar de las auroras boreales, que tienen que lucir increíbles con estos paisajes. Hay que tener en cuenta que gran parte de las carreteras se encuentran cerradas, por lo que si viajáis en estas fechas informaros antes.

El verano (junio/agosto) es la época más popular. Los días son más largos, el tiempo más cálido, las carreteras están abiertas y los lagos están descongelados por lo que se puede admirar su intenso color azul esmeralda (oculto cuando están congelados). Sin embargo, encontrareis más turismo y precios elevados.

La temporada media abarca los meses de mayo, septiembre y octubre con precios más bajos, menos visitantes y temperaturas frescas pero agradables. Si el invierno ha sido duro y se ha alargado, en mayo podéis encontrar todavía lagos congelados y carreteras cortadas por la nieve.
En octubre si el inverno se adelanta puede pasar algo parecido, por lo que son dos meses en los que la suerte va a determinar mucho el éxito del viaje.

En mi opinión, los meses de junio y septiembre son los mejores para visitar la costa oeste de Canadá.
Mi primera opción fue septiembre (ya que es un mes donde además de tener todas las ventajas del verano hay posibilidad de ver auroras boreales) pero por temas de agenda tuvimos que adelantarlo y por tanto nos quedamos con junio (última quincena para asegurar un poco más el buen tiempo pero sin entrar en julio y sus precios prohibitivos). Salvo un día que diluvió a mares fue todo un acierto.

DATOS PRÁCTICOS

-Ruta: La distribución del viaje la hicimos de la siguiente forma:

-Vuelo: Nosotros volamos con KLM a Vancouver vía Amsterdam. Era la opción que más nos gustaba, tanto por la compañía como por el precio, pero las opciones son infinitas ya que no hay vuelo directo.
Si únicamente queréis visitar las montañas rocosas de Canadá la mejor ciudad de entrada es Calgary, ya que es la más cercana a estas. Podéis, por ejemplo, elegir un vuelo directo desde España a Toronto o Montreal y luego embarcar en un vuelo doméstico hasta Calgary.
Otra opción es elegir diferentes ciudades de entrada y salida (entrar por Vancouver y salir por Calgary o viceversa) pero en nuestro caso por la ruta que quería hacer nos cuadraba mejor entrar y salir por Vancouver haciendo un recorrido circular. Todo dependerá de los días de los que dispongáis y de lo que queráis hacer y ver.

-Visado: Los españoles no necesitamos tramitar un visado para entrar en Canadá pero si que debemos tener una eTA, es decir, una autorización electrónica de viaje (realizada como mínimo 72 horas antes de la salida del vuelo, pero mi consejo es que no apuréis, es mejor tenerla antes) y un pasaporte en vigor. Como siempre os digo, consultad los requisitos en el momento de vuestro viaje por si hubieran cambiado.

Tramitar esta autorización es muy sencillo (de hecho la confirmación me llegó por email muy rápido) ya que se hace de forma electrónica pinchando en esta página web, respondiendo a una serie de preguntas y pagando con tarjeta de crédito (7 CA$).
Algo que os recomiendo es leer la guía de ayuda antes de iniciar la solicitud, ya que hay algún campo que puede generar dudas y el formulario no se puede guardar y tiene un tiempo limitado, por lo que mejor haber leído todo bien antes. Os dejo el enlace a la guía de ayuda.
Muy muy importante indicar el número correcto del pasaporte, ya que el eTA va totalmente ligado al número de pasaporte, tened mucho cuidado con esto.
Si viajáis dos personas deberéis rellenar un formulario por cada persona, es decir, tendréis que hacerlo dos veces y os llegaran dos emails de confirmación. Llevad impresos estos correos, así si hay cualquier problema lo tendréis a mano.

-Moneda: La moneda oficial de Canadá es el dólar Canadiense ($ o C$) CAD y aunque se pueden pagar la mayor parte de las cosas con tarjeta siempre nos gusta llevar un importe en efectivo para las pequeñas compras.

-Seguro: Es muy importante llevar contratada una buena póliza de seguro. Al igual que pasa en EEUU, en Canadá la sanidad privada es muy cara y cualquier susto puede arruinarte.
Nosotros contratamos una póliza con un capital asegurado de 250.000 euros (que es lo mínimo recomendado para el país) con Iati Seguros, concretamente la modalidad Iati Mochileros, ya que además del capital asegurado cubría actividades de aventura, trekkings de hasta 5.400 metros de altura, búsqueda y salvamento. Si accedéis a través de este enlace o pincháis en la foto, tendréis un 5% de descuento.

-Coche de alquiler: En este viaje por Canadá alquilamos dos coches.
El primero fue un Jeep Grand Cherokee chulísimo que reservamos con la compañía Hertz. Íbamos a recorrer muchos kilómetros y a pasar muchas horas en el coche y queríamos que fuera cómodo y espacioso. Nuestro coche llevaba incorporado GPS, algo muy útil si la cobertura del móvil falla (como nos pasó en algún momento). Es muy recomendable llevar algún mapa descargado para utilizarlo sin cobertura (yo lo hacía por precaución cuando me conectaba al wifi del hotel y descargaba las rutas del día siguiente).
El segundo fue un coche más económico, ya que solo lo necesitábamos para tres días y en este caso lo reservamos con Avis.
Tanto Hertz como Avis se encuentras nada más salir de la terminal del aeropuerto, no hace falta coger ningún autobús, se llega muy fácil andando.

Para buscar ambos coches usé el comparador de la web bsp-auto y el seguro lo contraté con ellos, ya que era más económico. Por suerte no lo usamos.

Nos comentaron que el carnet internacional no era necesario pero por precaución decidimos sacarlo y llevarlo. Nunca está de más llevar un documento oficial en inglés.

-Discovery Pass: Si vais a visitar varios parques nacionales en vuestro viaje a la Costa Oeste de Canadá os aconsejo que compréis el Discovery Pass.
Este pase tiene un año de validez y os permitirá entrar a todos los parques nacionales y a gran parte de los lugares administrados por Parks Canadá. Hay gente que vende el suyo de segunda mano, pero «en teoría» el pase es intransferible, por lo que nosotros no quisimos líos y lo compramos directamente en uno de los puntos de venta que encontramos en Vancouver (concretamente en el MEC, 111 2nd Ave East, pero tenéis todas las opciones en el siguiente link).
Allí nos recomendaron el idóneo para nuestras visitas y para que os hagáis una idea del precio, siendo dos personas y con lo que íbamos a ver fueron 140$C.
También se puede comprar online (pinchando aquí) y te lo envían por correo. Nosotros no teníamos margen (porque suelen tardar bastante en enviarlo) y no quisimos arriesgarnos a pagarlo y que no llegara, pero si lo hacéis con bastante anticipación es muy buena opción.

Si vais a estar pocos días en los parques y haciendo cuentas veis que no os compensa comprar el pase, podéis comprar las entradas de forma individual en las taquillas que hay en la carretera de entrada a cada parque.

Pase parques Canadá

-Tarjeta SIM: Nosotros decidimos llevar comprada desde España la tarjeta holafly, ya que siempre nos ha funcionado muy bien y es muy cómodo tenerla y así no perder tiempo.

-Hoteles: Un road trip por la costa oeste de Canadá se puede plantear de varias formas: en auto-caravana, en campings (la acampada libre no está permitida, podéis reservar vuestras plazas a través de la siguiente web) o en hoteles. Nosotros nos decantamos por esta última opción, ya que las cabañas que había fichado eran de ensueño y no quería perdérmelas, me parecía algo muy especial del viaje.
La auto-caravana tiene que ser una maravilla también pero la reservo para dos viajes muy concretos: Nueva Zelanda y Alaska. Espero poder organizarlos pronto y será de esta forma como los descubra.

Los hoteles en Canadá en temporada alta vuelan, por lo que hay que reservarlos con muchísima anticipación. De hecho, en Jasper tuvimos que alojarnos en dos diferentes por este motivo (y eso que reservé varios meses antes y era junio).
El precio no es económico, no os voy a engañar, de media rondan los 150/200 euros por noche en la zona de los parques nacionales pero son una auténtica maravilla (con barbacoa, chimenea, muy coquetos).

Todas las reservas las hice a través de Booking.

EQUIPO

La ropa que metáis en la maleta dependerá de la época en la que vayáis, no es lo mismo ir a esquiar en invierno que ir de senderismo en verano.
Nosotros al ir en junio pero hacer algunas visitas en cotas altas optamos por llevar ropa de todo tipo de abrigo: alto, medio y capas, ya que además por el día podía hacer de todo (el tiempo es muy cambiante).
Pantalones de montaña, mallas, vaqueros, polares, jerséis, camisetas térmicas, camisetas normales, cortavientos impermeable, un plumas, una bufanda, gorro y gorra y bragas para el cuello fueron mi selección de ropa (ah! y el bañador para el jacuzzi de uno de los hoteles o si sois muy atrevidos para bañaros en alguno de los lagos). Como veis una locura de maleta jajaja.
En cuanto al calzado unas deportivas, mis botas Panama Jack, botas de monte y unas chanclas.
Gafas y crema para el sol, paraguas, antimosquitos (imprescindible), mochila y funda para la mochila (por si llueve) también os vendrán muy bien.

Un elemento que nos resultó muy curioso y que compramos allí fue un cascabel anti-osos que colgamos en la mochila para hacer ruido mientras caminábamos (también hay sprays). El ataque de un oso es muy improbable pero es mejor estar prevenido y saber cómo actuar en caso de un encuentro con este animal.

La electricidad en Canadá es de 120V y los enchufes son de dos clavijas planas paralelas o de dos planas y una redonda por lo que os aconsejo llevar varios adaptadores para poder poner a cargar baterías, móviles etc.

Si hablamos del equipo fotográfico (para quien le guste este mundillo), junto con la cámara Canon 70D es un gran acierto contar con un objetivo gran angular (en mi caso un 10-18 mm) para los paisajes, un teleobjetivo (55-250 mm) para osos, uapitíes, y demás animalitos o detalles que se quieran sacar en primer plano y filtro ND, trípode y disparador para poder fotografiar las cascadas con «efecto seda». En este viaje se me olvidó meter el filtro degradado que evita la sobreexposicion del cielo, por lo que el revelado me costó un poco más.
Además es imprescindible llevar baterías y tarjetas de memoria porque vais a sacar muchísimas fotos a estos increíbles paisajes.

WEBS DE INTERÉS

Algunas páginas muy útiles tanto para preparar la ruta como para consultar «in situ» fueron:

Y después de todas estas indicaciones voy a teletrasportaros a unos lugares que os van a dejar con la boca abierta ¿Preparados?

DÍA 1: ESPAÑA,VANCOUVER

Comenzaba una nueva aventura y esta vez volábamos hacia el oeste, algo que en los últimos años no habíamos hecho.
Estábamos nerviosos porque este viaje por la costa oeste de Canadá tenía muchos factores que no estaban en nuestra mano y eso siempre da respeto. ¿Veríamos osos? ¿Haría buen tiempo para ver los lagos y fotografiarlos como queríamos? ¿Conseguiríamos ver grizzlis en Vancouver Island? Cosas con las que soñábamos desde hacía mucho tiempo y que montados en el avión las teníamos un poquito más cerca.

Los vuelos, aunque agotadores, fueron bien y llegamos puntuales a la ciudad de Vancouver, lugar elegido para iniciar nuestro road trip por Canadá.
Una vez pasado el control de inmigración ( nos hicieron bastantes preguntas por cierto) recogimos nuestras maletas y fuimos siguiendo las señales de la zona de alquiler de coches para recoger en Hertz nuestro compañero de viaje para los siguientes nueve días. Y ¡que chulada de coche! Habíamos elegido un SUV grupo L pero no sabíamos exactamente el que nos iban a dar, por lo que cuando vimos que era un Jeep Grand Cherokee blanco super chulo nos alegramos un montón. El coche era enorme, alto, super espacioso para meter maletas, compra, equipos fotográficos sin desmontar etc, perfecto en definitiva.

El siguiente paso: poner la tarjeta de datos en el móvil y conectar el GPS del coche.
Con todo listo pusimos rumbo al MET, lugar donde compraríamos (como os he explicado en el apartado de «Datos prácticos») el Discovery Pass. Llevaba apuntado que cerraban a las seis de la tarde, por lo que tampoco podíamos perder mucho tiempo (nuestro vuelo llegó a las cuatro) y debíamos ir directos.

La primera impresión de la ciudad fue sorprendente: enormes edificios, con el característico Vancouver Lookout, y montañas aún más enormes de fondo. Era nuestra primera toma de contacto con Canadá y estábamos expectantes.
Aparcamos en la puerta el MET, pagamos el parking en las máquinas que hay para ello y entramos a comprar nuestros pases para los parques nacionales. Allí nos recomendaron cuál coger, fueron super amables, pagamos y antes de ir al centro a cenar (ya que nuestro hotel estaba a las afueras) nos pasamos por una tienda de vinilos que estaba cerca.
Con nuestro primer souvenir adquirido (como no podía ser de otra forma) volvimos al coche y nos acercamos al centro, aparcando en un parking y dando una vuelta por las calles de la zona de Gastown, el barrio más antigüo de Vancouver que nos recordó a Nueva York (en ese momento dijimos, hay que volver a la gran manzana).

Una atracción turística muy curiosa (y gratuita) es el reloj de vapor que hay en mitad de Water St construido para tapar un escape de vapor del sistema de calefacción de la ciudad.
Este reloj suena cada quince minutos y da las horas con pequeñas sinfonías de silbidos acompañados de un chorro de vapor. Por lo que allí estuvimos esperando el momento y, como no, fotografiándolo. ¿Veis el vapor en la foto?

Muy cerca de allí se encuentra el primer rascacielos de Vancouver, el Dominion Building y otro edificio muy característico: Vancouver Lookout (si queréis subir al mirador podéis ver en su web precios y horarios), pero era ya bastante tarde, estábamos agotados y debíamos cenar y comprar provisiones para desayunar al día siguiente. Por ello, las visitas se ciñeron a recorrer esta calle y entrar en 131 Water Kitchen & Bar a comer nuestra primera hamburguesa (muy buena por cierto) y brindar con una cerveza que estábamos de vacaciones en Canadá y la aventura ya había comenzado.

Nuestro hotel en Vancouver se situaba a las afueras: Best Western Capilano Inn & Suites, y lo elegimos tanto por su precio como por su situación, perfecta para ir directo a la primera visita que haríamos al día siguiente: Capilano Bridge.

Es un hotel correcto pero básico, no esperéis grandes lujos (eso si, tiene aparcamiento gratuito y unas camas comodísimas).

Y finalizaba nuestro primer día de viaje, agotados nos fuimos a dormir, que ya tocaba después de andar danzando por el mundo durante más de 24 horas.

DÍA 2: CAPILANO SUSPENSION BRIDGE, SEA TO SKY GONDOLA, WHISTLER

Hoy el despertador sonó temprano. Nuestra idea era estar a las 8 en el parque Capilano Suspension Bridge para así evitar a las multitudes y poder fotografiarlo en soledad, pero al mirar por la ventana ¡horror! Estaba diluviando a mares. Así no podíamos ir, por lo que desayunamos con tranquilidad en la habitación y esperamos a ver si paraba un poco. Pero nada, aquello parecía el diluvio universal.
Como debíamos proseguir nuestra ruta hacia Whistler, con las paradas programadas, y veíamos que después de dos horas esperando en la habitación el tiempo parecía no despejar cogimos el coche y en tres minutos nos plantamos en el parking del parque para ver qué pinta tenía aquello.

Estuvimos hasta dudando si pagar la entrada (nada barata, por cierto) haciendo tan mal tiempo y viendo bastantes autobuses y coches (lo que implicaba bastante gente), pero bueno, ya que estábamos allí decidimos entrar.

El parque Capilano Suspension Bridge se trata de un gran bosque con senderos tropicales, pasarelas suspendidas entre los árboles (Treetops Adventure), tótems, paneles informativos que explican diferentes aspectos del parque (como sus orígenes, flora, fauna y un repaso a las poblaciones indias nativas de la zona) y como no, el famoso puente suspendido.
En su web podéis encontrar horarios de apertura, recorridos, actividades etc.

Canadá

Nada más entrar nos recibieron estos preciosos tótems tallados, figuras originales de los indios nativos de Canadá que nos encantaron y a las que les dedicamos un buen rato. En Capilano está la colección privada de tótems más grande de América del Norte, por lo que no os perdáis esta parte del parque.

Continuamos recorriendo la zona Cliffwalk, con unas vistas impresionantes al cañón, caminando por los diferentes skywalks suspendidos sobre desfiladeros ( eso sí, con mucho cuidado porque las maderas estaban muy resbaladizas con la lluvia y eso unido a mi vértigo os podéis imaginar).

Canadá

En esta zona podréis ver el puente colgante desde la distancia para que sepáis lo que os espera luego jajaja.

Y llegó el momento de enfrentarse al puente suspendido. Como os he dicho antes, tengo vértigo y las alturas unidas a la inestabilidad del suelo me hacen ponerme muy nerviosa. Bueno, pues entre eso y que cuando me adentré en el puente lo empezaron a mover (siempre hay algún «bobo» que tiene que hacer la gracia y le tienen que llamar la atención) me entró una ansiedad del copetín, empecé a marearme y tuve que salir de allí como pude, medio llorando y con una angustia horrible. Tarde un buen rato en recomponerme.
Fuimos a la tienda de souvenir para despejarme un poco y ya con otro cuerpo y con un peluche que me sacó una gran sonrisa (y que no pude resistirme a comprar) decidí que tenía que volver a intentarlo.

Los miedos están para superarlos y un puente no iba a poder conmigo, por lo que agarradita al cable de acero comencé a pasar por este puente ahora que ya había menos de gente.

Me temblaba todo pero lo logré, pasé al otro lado y aunque para algunos esto pueda parecer una tontería, recorrer los 140 metros que tiene el puente a 70 metros de altura sobre el río Capilano para mí fue toda una hazaña. Caminar por uno de los puentes colgantes más largos y mas altos del mundo impresiona, y mucho.

Al otro lado está la zona de los Treetops Adventure, un recorrido por las copas de los árboles que hicimos de forma bastante rápida ya que como había dejado de llover queríamos aprovechar esta tregua para llegar a nuestra siguiente visita.

Nuevamente pasamos el puente (si, otra vez hay que pasar por él, reto doble), salimos del parque y nos dirigimos al Sea To Sky Gondola, a 40 minutos de allí.

El cielo, aunque totalmente cubierto, parecía que nos respetaba, por lo que aparcamos el coche y fuimos a sacar los tickets (tenéis toda la información de rutas, precios y horarios en su web). A diferencia de Capilano, aquí apenas había gente.

En 10 minutos el teleférico subió los 885 metros que separan, como su nombre bien dice, el mar del cielo, dejándonos con la boca abierta por las vistazas que veíamos a través del cristal.

Arriba, lo que ya habíamos anticipado por las ventanas de la cabina se dejaba ver con mayor claridad: una vista de 360º con el fiordo Howe Sound rodeado de pinos y unas nubes que daban la sensación de haber llegado al cielo.

Después de sacar unas cuantas fotos desde el primer mirador, pasamos el puente colgante para tener otra perspectiva. Si, otro puente colgante, solo que en este apenas había gente y como ya había superado el de Capilano fui más tranquila ¡hasta lo disfruté!

Sacamos unas cuantas fotos desde el mirador del otro lado (desde donde se podía ver el primer mirador) y volvimos para iniciar una pequeña ruta por esta zona.

Mirad la plataforma donde habíamos estado antes y el cruce del puente colgante nuevamente ¡viva la superación de los miedos!

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Hay varias rutas de senderismo para hacer desde aquí, nosotros nos decidimos por una de kilómetro y medio llamada Panorama Trail (es muy sencilla y os llevará entre media hora y una hora, dependiendo del tiempo que dediquéis a sacar fotos).

Podréis ver un montón de animalitos, estad muy atentos y mirad hacia arriba.

Y hacia abajo, porque en el camino no estaréis solos.

Llegamos al mirador de este recorrido, la plataforma Chief Overlook, desde donde pudimos volver a contemplar unas vistas majestuosas del océano y de las montañas (muy parecidas al primer mirador, pero solo por la paz y el entorno del trail merece la pena llegar hasta aquí).

Canadá

Continuamos el camino para regresar al teleférico y bajar a por nuestro coche. Esta visita nos había encantado, el tiempo no se había portado muy bien pero estábamos contentos porque nada de lo previsto se había cancelado por la lluvia.

Aprovechamos a tomar un café calentito con un bollo en la parte baja y continuamos con nuestro camino hasta Whistler.

No tenía programada ninguna visita más pero vimos un cartel en la carretera que señalaba una cascada y como íbamos bien de tiempo dijimos: ¿y si paramos a ver? Y allá que fuimos.
Pensamos que la cascada estaría cerca de la carretera pero resultó que había que hacer un pequeño recorrido. No nos hacía mucha gracia haber dejado el coche en el parking cuando no había apenas coches y habíamos leído que había que tener cuidado con los robos en estas zonas (y llevábamos las maletas) por lo que fuimos rápidos y nos encontramos con esta belleza.

No os puedo decir el nombre de esta belleza porque no lo apunté y no lo he encontrado, pero si hacéis esta ruta y veis la señal parad, merece la pena. Además, el camino hasta llegar a ella es muy chulo (se atraviesan unas vías de tren muy fotogénicas).

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Y después de esta parada ya nos fuimos directos a Whistler, un pueblecito alpino que posee una de las estaciones de esquí más importantes del mundo, sede de los Juegos Olímpicos de invierno en 2010.

Aparcamos el coche (en el parking de pago del hotel porque no había sitio en los alrededores y no queríamos andar cargando con las maletas) y fuimos a hacer el check in al Summit Lodge Boutique Hotel, una preciosidad de hotel con habitaciones modernas y muy confortable.

Nuestra habitación, además de chimenea (moderna) tenía una pequeña cocina bastante bien equipada, por lo que decidimos ir al supermercado a comprar la cena y provisiones para los siguientes días.

Y así terminaba nuestro primer día completo en Canadá.

DÍA 3: PEAK 2 PEAK GONDOLA, SALMON ARM

Después de un desayuno de campeones en nuestra habitación, y esta vez sin haber madrugado mucho (queríamos descansar, ya que además de las visitas debíamos conducir 400 kilómetros hasta Salmon Arm), hicimos el check out, dejamos el coche en uno de los parkings gratuitos que hay en el pueblo (se llaman Lot 4 y 5) y fuimos andando hasta la oficina de venta de tickets del Peak 2 Peak (Whistler Visitor Centre, os dejo el enlace a su página web).
Además de subir en el teleférico más alto y largo del mundo, arriba nos esperaba la Mathew´s Traverse, un treking que tenía muchas ganas de hacer por lo especial que es, ahora veréis porqué.

Para llegar a este punto cogimos el primer remonte: Whistler Village Gondola (cabinas cerradas) dejándonos a 1.850 metros en Roundhouse Lodge, con reseñas a los Juegos Olímpicos y muchas banderas canadienses.

La bandera canadiense, conocida en inglés como «The Maple Leaf», es una bandera con una hoja de arce roja de once puntas en su centro. Es una bandera que a mi me encanta y que es muy fácil de identificar, todo un símbolo que fotografiaría varias veces a lo largo de nuestra ruta por Canadá.

Desde aquí iniciamos una caminata (más larga de lo previsto, ya que el telesilla Peak Express estaba cerrado) por Pika´s Traverse Rd, travesía que nos llevaría en su punto final a conectar con Mathew’s Traverse. Este primer tramo fue durillo porque pensamos que iba a ser una caminata plana y no fue así. Vimos como mucha gente se daba la vuelta (algunos tramos eran agotadores) pero nosotros no habíamos encontrado todavía lo que buscábamos, de hecho hasta hubo momentos en los que dudamos si íbamos bien, porque aquello no era ni por asomo lo que tantas veces habíamos visto en fotos.

Pero a medida que subíamos y subíamos el paisaje ya iba tomando la forma que esperábamos.

¿Os imagináis viendo esta primera foto lo que es? Si, el camino a medida que vas subiendo a las cotas más altas te sorprende con unos verdaderos túneles de nieve (snow walls les llaman) de más de 7 metros de altura y caminar entre ellos es impresionante.

Además como veis estábamos solos. Mirad la escala de esta última foto.


Vimos a gente que subía con chanclas y pantalones cortos y se daba la vuelta (hay que ir bien abrigado, no olvidéis esto porque el viento entre estas paredes de hielo hace que te congeles, como veis en las fotos yo llevo un plumas) por lo que fue una auténtica gozada hacernos un book en este escenario tan peculiar.

Las fotos no reflejan la sensación que se siente allí, vivo en una ciudad en la que nieva, además de practicar el esquí, pero esa inmensidad de muros no los había visto en mi vida, fue impresionante.

Canadá

Después de una buena caminata llegamos a los 2.115 metros y decidimos que era el momento de darnos la vuelta. Teníamos que volver por el mismo camino (esta vez cuesta abajo, más sencillo) y con tanta foto y tanta distancia que no teníamos en mente, se nos había alargado la visita más de lo esperado. Además allí arriba hacía un frío considerable

Volvimos al Rounhouse Lodge, pero esta vez cogimos la famosa góndola Peak 2 Peak que nos llevaría hasta Rendezvous Lodge. Los 4,4 kilómetros que separan la montaña de Whistler de la de Blackcomb los recorrimos en 10 minutos y al haber elegido una cabina con el suelo de cristal pudimos fotografiar lo que teníamos bajo nuestros pies.

El recorrido sin soporte más largo del mundo impresiona, ¿qué me decís?

Llegamos a la parte alta de Blackcomb Mountain, estuvimos disfrutando de la nieve y las vistas y sacando todo un book fotográfico a unas simpáticas marmotas.

Volvimos a coger la góndola Peak 2 Peak y como ya era bastante tarde y no habíamos comido, decidimos entrar al restaurante y comer mientras descansábamos sentados un rato.

Vuelta al teleférico que nos bajaría hasta Whistler y al coche directos, que nos esperaba un largo trayecto de algo más de 5 horas hasta Salmon Arm (y era tardísimo, para variar jajaja).

Os dejo unas fotos de los mapas que nos dieron por si queréis ver las diferentes rutas que hay (yo me volví un poco loca para encontrar desde España cuál era la ruta para ver los bloques de nieve, por lo que os vendrá muy bien). Si tenéis alguna duda me escribís y os lo envío por email para que lo podáis ver en grande.

En el trayecto hacia Salmon Arm la carretera y los paisajes ya empezaban a cambiar y nos alegraban la vista.

Incluso paramos un par de veces a estirar las piernas y a disfrutar de estas maravillas, con las que ya empezábamos a alucinar (preludio de lo que nos esperaba los próximos días).

Imposible no detenerse ¿verdad?

Desde el coche también fotografiamos trenes, reflejos y atardeceres, tantas horas habría que entretenerse de alguna forma.

No llegamos a Salmon Arm ni para cenar, aterrizamos en el hotel Prestige Harboufront Resort Salmon Arm para dormir a las tantas de la noche. Una pena porque nos hubiera gustado disfrutar de una cena en la terraza del hotel, con vistas al lago Shuswap y las montañas Bastion, pero todo no se puede y en este caso priorizamos Whistler, como no podía ser de otra forma.

Y en estas enormes y cómodas camas caímos como pajaritos.

DÍA 4: EMERALD LAKE, NATURAL BRIDGE, TAKAKKAW, GOLDEN

Me habría quedado durmiendo mil millones de horas, pero teníamos por delante otros 300 kilómetros y unas tres horas y media de viaje y además hoy teníamos uno de los platos fuertes del viaje, nuestro primer lago: Emerald Lake y había que llegar pronto para poder aparcar.

La mañana amanecía con unas preciosas nubes bajas que hicieron que no quisiera dormir en el coche para no perderme el paisaje.

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Camiones auténticos, señales diferentes y cumbres nevadas nos alegraban la vista, pero nuestro objetivo estaba más adelante…¿Nos respetaría el tiempo la visita al lago? ¿Podríamos hacer nuestro primer treking en las rocosas? ¿Y coger una canoa?

Todas estas dudas se despejaron cuando accedimos al desvío que nos llevaría al lago, con un cielo sin amenaza de lluvia y buen pronostico.
En Emerald Lake existen dos aparcamientos. El primero que hay en la carretera que va al lago es solamente para aquellos que se están hospedando en el resort (dejan aquí el coche, llaman al hotel y les van a buscar en un autobús) y por tanto, en nuestro caso no debíamos parar aquí. El segundo parking está más cerca del lago pero hay que llegar pronto para encontrar aparcamiento, ya que no es muy grande. En nuestro caso encontramos un hueco ¡ya estábamos listos!
Preparamos la mochila, nos pusimos las botas de monte y nos adentramos en nuestro primer lago: Emerald Lake.

Rodeado de espesos pinos, cumbres nevadas y con un color turquesa impresionante el lago esmeralda es una de las atracciones principales del Yoho National Park (podéis ver la información en su web) y a nosotros nos dejó alucinados. Nunca habíamos visto un lago con ese color, en ese entorno, parecía de postal, más bonito que en las fotos, era impresionante estar allí. El sueño y cansancio se nos esfumó de repente, es increíble como responde el cuerpo cuando la adrenalina se dispara.

Habíamos leído que solía estar muy masificado, pero no sabemos si por ser inicio de temporada o porque no era muy tarde nosotros no lo encontramos con mucha gente, se respiraba muchísima tranquilidad.

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Hicimos mil fotos y comenzamos el Emerald Lake Trail para ver el lago desde diferentes perspectivas (es un treking circular muy sencillo que se hace en unas dos horas de forma tranquila).

En esta última foto podéis ver el inconfundible Monte Burgess (2.599 m).

Y os preguntareis ¿por qué tiene este lago este color? ¿es photoshop? No, el color del lago se debe a que su agua proviene del deshielo de glaciares y montañas colindantes. Durante el invierno los glaciares crecen y van moviéndose y este movimiento ocasiona una erosión en la roca. Las pequeñas partículas arrancadas de la roca son conocidas como limo y en primavera, son arrastradas con el agua del deshielo formando lo que se conoce como leche glaciar. Al llegar a los lagos el limo no se depositan en el fondo, sino que permanecen en suspensión durante mucho tiempo y al incidir la luz del sol sobre ellas, podemos ver estos colores tan característicos.

Pero ¡ojo! Este color no se ve en cualquier época del año. El lago obviamente no tiene que estar congelado. En el caso de Emerald lake, que está a 1.300 metros, suele descongelar entre finales de mayo y principios de junio, por lo que lo ideal es visitarlo entre mediados de junio y septiembre (mes en el que el limo ya está en el fondo del lago y deja de reflejar). También es muy importante que luzca el sol, pero esto ya no está en nuestra mano.

El camino nos estaba encantando y pensamos: ¿y si en vez de hacer el recorrido circular enlazamos con el Yoho Lake Treking y vemos el lago desde las alturas? Y allá que fuimos.

Cambiamos un camino sencillo y llano por otro empinado y más duro, pero con unos paisajazos que nos dejaron maravillados.

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El camino aparece después del desvío en el que comienza el Emerald Basin, por lo que ojo, tened cuidado con esto.
Cruzamos varios riachuelos y fuimos ascendiendo y viendo a nuestras espaldas cómo Emerald Lake se alejaba.

Era una gozada darse la vuelta, la estampa era preciosa y valía cada gota de sudor, porque menos mal que el cielo se había cubierto un poco, porque íbamos asfixiados.

El final de esta ruta es Yoho Lake (son unos 16 kilómetros i/v) pero nosotros no teníamos tanto tiempo, por lo que cuando tuvimos la vista de Emerald lake que queríamos volvimos a bajar (si tenéis tiempo y hace bueno, es un lago también muy chulo).

Con estas vistas nos comimos nuestros bocadillos, no me digáis que no es un comedor excepcional. Repusimos fuerzas y volvimos por el mismo camino para bajar nuevamente al lago.

Ahora tocaba el turno a las canoas. Una actividad bastante cara pero que no queríamos perdernos y que te proporciona unas vistas del lago muy diferentes (además de ser muy divertido).

Alquilamos la canoa por 1 hora y la verdad es que se nos pasó volando. De hecho hay que tener cuidado y no alejarse cuando falta poco para tener que volver porque parece que el lago es pequeño pero no es así, es inmenso.

Y con estas preciosas vistas nos despedimos de nuestro primer lago de las Montañas Rocosas de Canadá.

Os voy a dejar una foto del mapa de Yoho por si os viene bien para ver rutas y localizaciones.

Nuestra siguiente visita era la impresionante cascada Takakkaw pero nos quedamos con las ganas porque la carretera estaba cortada. No me sorprendió porque había leído que la solían abrir a finales de junio pero me dio una rabia… Es la segunda catarata más alta de Canadá (255 metros) y tiene que ser impresionante verla. Si podéis no os la perdáis.

Con esta visita anulada nos acercamos a ver el Natural Bridge, una parada rápida y cómoda y en este caso llena de chinos irrespetuosos que no dudaban en poner su ipad delante de la cámara para sacar una foto. Paciencia y algún que otro gruñido hicieron efecto (experiencia de haber estado dos veces ya en China) y conseguimos fotografiar este curioso punto del río Kicking Horse, de aguas azules turquesas nuevamente impresionantes.

Canadá
Canadá

Llevaba apuntada otra visita: Wapta Falls, pero como requería de otro treking de casi 5 kilómetros (hora y media i/v) y no nos apetecía mucho decidimos anularlo e ir a Golden (IGA Golden) a comprar nuestra cena especial (que ya tocaba después de cenar y comer bocadillos).

Pero ¡sorpresa! antes de llegar al supermercado que llevaba apuntado nos encontramos con otro de los iconos de las Rocosas: el mítico tren de Canadian Pacific (hay una foto muy famosa desde la curva de Morant pero requiere de tiempo, ya que solo pasan dos trenes al día y sin hora fija, por lo que hay que estar allí esperando a que llegue el momento).

Aparcamos el coche y fuimos a sacarle unas fotos (al estar parado fue muy sencillo). Con las montañas nevadas de fondo la estampa era muy auténtica.

Canadá
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Y ahora si, nos fuimos al supermercado a comprar cositas especiales. Y os preguntareis ¿Por qué tanta insistencia con el super y como es que os desviasteis desde donde estaba el alojamiento de esa noche? Ahora veréis porqué.

El alojamiento para las siguientes dos noches era uno de los especiales del viaje: Kicking Horse River Chalets. Una preciosa cabaña de madera, con chimenea, barbacoa, porche, bañera de hidromasaje y un paisaje impresionante a su alrededor, en medio de la naturaleza, junto al río Kicking Horse. Y al tener barbacoa queríamos darnos un homenaje preparando una cena típica americana. Ese era el motivo de nuestras prisas por llegar a comprar antes de que cerraran.

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La cabaña por dentro era enorme, de hecho había cuatro camas, una en la parte de abajo y tres en la de arriba. Os podíamos haber invitado a dormir 🙂

Dejamos todas las cosas, nos pegamos una buena ducha (que habíamos sudado de lo lindo en el Yoho Lake Trail) y encendimos la barbacoa para preparar nuestra cena: Hamburguesas, salchichas y champis fue el festín que tuvimos (perdón por la calidad, había muy poca luz ya).

Y con esta cena tan «light» y con las imágenes del precioso Emerald lake nos fuimos a dormir.

DÍA 5: LAKE LOUISE, MIRROR LAKE, LAKE AGNES, MORAINE LAKE

Como habéis visto en el título el día se presentaba completito (aunque la planificación inicial no era esta, luego os cuento), por lo que nos preparamos el desayuno, hicimos unos bocadillos y nos montamos en el coche para ir bien temprano a otro de los grandes lagos de las rocosas de Canadá: Lake Louise.

Entrábamos en el parque nacional más antiguo de Canadá: Banff National Park (os dejo el enlace a su web) y, al igual que nos pasó el día anterior con Emerald Lake, estábamos ansiosos por ver con nuestros propios ojos uno de los parajes más espectaculares de las Rocosas.

Dejamos el coche en el parking (ojo si viajáis en temporada alta, si el parking se llena no podréis entrar, por lo que conviene llegar temprano. Si no pudierais subir está la opción de dejar el coche y coger una lanzadera hasta Lake Louise, os dejo una foto que le saqué a los horarios y precios para que os hagáis una idea. Comprobad la información actualizada en la página web del parque) y nos acercamos a la orilla.

El sol en este caso no nos acompañó demasiado pero, aún así, se podía apreciar perfectamente el color turquesa de sus aguas, coronadas por el glaciar Victoria y rodeadas por los montes Huber, Victoria y Lefroy. Estos gigantes de casi 4.000 metros son el telón de fondo perfecto para uno de los parajes más famoso de las Rocosas.
Como curiosidad, este lago se bautizó con el nombre de Louise en honor a la cuarta hija de la reina Victoria (quién también da nombre a la provincia). Que subidón tiene que ser que pongan tu nombre a un lugar tan bello como este.

Nos acercamos hasta la zona de alquiler de canoas (nos había encantado la experiencia el día anterior) pero había bastante cola y decidimos sacar simplemente unas fotos por esta zona del lago.

Volvimos al centro del lago y sacamos alguna foto más, rodeados de bastantes grupos de turistas. No esperéis un lugar desierto y tranquilo, es el precio de la fama y la accesibilidad (hay incluso un hotel, bastante feo por cierto, llamado Chateau Lake Louise en su orilla, construido por Canadian Pacific Railway para promocionar su línea de tren, aunque más tarde fue vendida a la compañía hotelera Fairmont).

Seguimos bordeando el lago, ya que íbamos a comenzar un treking que esperábamos con ganas: el que nos llevaría al Lago Agnes (el camino comienza en la parte derecha del lago y está señalizado, por lo que es sencillo de encontrar).

Si os fijáis el color de agua del lago cambia y se acentúa dependiendo de la luz, del sol (que es cuando mejor se aprecia) y del ángulo desde el que se vea.

Este treking no es sencillo, son casi 7 kilómetros ida y vuelta y se suda de lo lindo porque hay tramos de bastante pendiente, pero os recomiendo no perdéroslo porque es espectacular.
Vimos a gente intentando subir con chanclas ¡no hagáis esto! Es un camino que requiere de un buen calzado, más si ha llovido, es largo, empinado y hay que llevar unas botas adecuadas para ello. No hay fuentes, por lo que llevad agua.

¡Ah! Durante la subida no olvidéis mirar hacia atrás porque se van viendo trocitos de Lake Louise desde lo alto y se puede apreciar aún más su color turquesa.

Por el camino nos encontramos con unas simpáticas ardillas, que hicieron como siempre nuestras delicias. ¡Son animales tan adorables!

Y llegamos a la primera parada «oficial» de la ruta: el precioso Mirror Lake, o «lago espejo» traducido al español, lugar privilegiado donde paramos a descansar. Mirad que preciosidad de colores. Desde este lago sale una ruta muy chula que no hicimos por falta de tiempo: Plain of Six Glaciers. El sendero comienza en la margen derecha del Lake Agnes y continúa pasando por la cima de Big Beehive. Al finalizar esta ruta encontrareis otra casa del té mucho más remota que la de Lake Agnes, al frente del Glaciar Victoria.

Continuamos el camino y seguimos subiendo, la paliza estaba siendo curiosa y parecía que no llegábamos nunca.
Cruzamos un riachuelo y vimos unas escaleras y eso era una señal de que ya faltaba poco.

Y efectivamente ¡llegamos! Como el cielo estaba muy oscuro y amenazaba con ponerse a llover fuimos directos a sacar unas fotos y nuevamente nuestras caras de asombro nos delataron. ¡Qué pasada de vista! Si me pinchan, no sangro, como se suele decir. No me digáis que no es espectacular.

El color del lago no lo podíamos apreciar porque no había ni un rayo de sol pero la ausencia de viento nos regalo unos reflejos preciosos y una transparencia en el agua brutal.

Después de mil fotos (como nos pasa cuando un lugar nos apasiona) nos acercamos a pedir algo para beber en la casa de té que hay junto al lago. ¿Una casa de té? Si, como lo leéis. Un salón de té alpino construido por Canadian Pacific Railway en 1901 (que solo acepta efectivo, acordaros de esto) y que está a 2.134 metros en un enclave excepcional.
Por cierto, el té lo hacen con el agua del lago y tienen bastantes variedades, algo muy curioso.

La cola para entrar (ya que es bastante pequeño) era considerable pero como nosotros teníamos nuestro bocadillo y solo necesitábamos la bebida la pedimos y nos la entregaron fuera.

Y tuvimos compañía, porque al ver comida las ardillitas nos rondaban de lo lindo jajaja. Son más majas.

Llevaba apuntado otra pequeña ruta de media hora de subida hasta el bonito mirador Big Beehive y la iniciamos pero vimos que había muchísima nieve y el cielo seguía muy gris, por lo que no nos atrevimos a continuar (cuando hay grandes cantidades de nieve hay riesgo de avalancha, ojo con esto). Si vais en pleno verano y hace bueno no os lo perdáis porque de verdad que las vistas son impresionantes (por las fotos que vi).

Iniciamos el camino de regreso a Lake Louise, esta vez sin pararnos a sacar fotos.
Cuando llegamos abajo pensamos: ¿cogemos una canoa? No, hace frío y el cielo sigue muy nublado (y si fuera barato…), ¿cómo va a hacer mañana? ¡Horror! Nos dio por mirar el tiempo y el pronóstico era el diluvio universal, al 100% toda la mañana, y despejaba pero por la tarde. Por la tarde no podíamos seguir en esa zona, ya que nuestro siguiente alojamiento estaba lejos, en la zona de Jasper, por lo que con un bajón considerable y aunque ya era bastante tarde decidimos ir a Moraine Lake.

Esta visita la tenía planteada para el día siguiente, con el amanecer tiñendo los picos de naranja en el lago Moraine y luego haciendo la ruta de Minnestimma Lakes (o en su defecto Consolation Lakes, que es más corta y son también unos lagos bonitos. Por cierto, si hacéis estas rutas informaros antes, porque es una zona en la que abundan los osos y por seguridad no dejan ir en grupos menores de 4).
Por la tarde seguiríamos nuestra ruta hacia Jasper con las paradas programadas. Pero con una mañana completa de lluvias todo el plan en Moraine se chafaba, por lo que como os he comentado decidimos acercarnos aunque fuera ahora con el cielo nublado pero sin lluvia.

Por suerte, al no hacer muy bueno y ser ya tarde, el parking estaba libre y pudimos subir (si está lleno cierran la carretera, algo que me parece perfecto para evitar la masificación en lugares tan impresionantes).
Desde la carretera ya empezábamos a divisar las imponentes montañas tan características de este lago, preludio de lo que íbamos a ver minutos después ¿las identificáis?

Aparcamos, caminamos hasta la orilla del lago y ¡buf! Allí estaba el lago que ocupa la portada de este post (aunque esa foto con el cielo despejado las sacamos otro día, ya lo leeréis).
No hay palabras, un escalofrío me recorrió el cuerpo, que bonito, que agua, que montañas, que escenario, que todo. Quería subir a lo alto para ver con mis propios ojos la foto de fondo de escritorio de Windows que tantas y tantas veces había salido en mi ordenador.

Vimos gente trepando por las rocas (Rock Pile, una pila de rocas con un mirador en lo alto) y allá que fuimos (sin saber que a mano izquierda salía un cómodo sendero que ascendía e iba a parar al mismo punto), nos pudo el ansia y ni miramos jajaja. ¿Qué os parece la vista?

Desde lo alto, Moraine Lake superó todas mis expectativas. Era, y sigue siendo, el lago más bonito que he visto en mi vida y no solo en Canadá (que también).
Esta vista que veis en la foto es también conocida como la Twenty Dollar View, la «Vista de los veinte dólares», ya que apareció en el reverso de los billetes de veinte dólares canadienses de 1969 y 1979.

El lago Moraine está situado en el ​valle de los diez picos (Valley of the ten peaks), una hilera de montañas de más de 3.000 metros que hacen que el entorno sea tan espectacular. La imagen es de postal.

Al igual que pasa con Lake Louise, dependiendo de la hora y de la luz (y de la época, obviamente), el agua la veréis color turquesa intenso o más azul (como nos pasó cuando fuimos a verlo al atardecer días después).

El sol lucía tímidamente y el color del lago vibraba, incluso las nubes parecían despejarse, momento que aprovechamos para sacar más y más fotos (una pena que el viento no nos dejara ver ningún reflejo).
Aunque al día siguiente hiciera malo ya no nos importaba, al menos teníamos la imagen tan ansiada de este espectacular lago. Y estaba feliz, muy feliz. No me digáis que el paisaje no es espectacular.

Como ya empezaba a oscurecer y el lago estaba totalmente en sombra (y después de un book de mil fotos, no os exagero) decidimos bajar e irnos a nuestra querida cabaña a hacer de nuevo una barbacoa para cenar.

Cuando organicé la ruta intenté buscar para esta noche otro alojamiento más cercano a la zona donde estábamos (para no tener que retroceder para ir a dormir y estar más cerca de Moraine Lake, que era lo que se suponía que veríamos al día siguiente) pero los precios eran altísimos y su ubicación no compensaba en tiempo el precio, por eso reservé dos noches en Kiking Horse River Chalets.

El día había terminado, y vaya día, íbamos a soñar en color turquesa seguro porque hoy nuestra retina estaba teñida de este color.

DÍA 6: ICEFIELDS PARKWAY, HECTOR LAKE, BOW LAKE, PEYTO LAKE, JASPER

Mi despertador sonó a las 3 de la mañana, sí, habéis leído bien, a las 3 a.m (amanecía a las 5). Miré por la ventana y tal y como ponía en la predicción del tiempo, estaba diluviando, por lo que no tenía sentido ir a ver el amanecer a Moraine Lake, pegándonos tal madrugón cuando el cielo estaba cubierto al 100% y además lloviendo (excusa perfecta para volver a las Rocosas de Canadá porque ese espectáculo tengo que verlo).
Me metí en la cama de nuevo y puse el despertador a las 6 por si la cosa mejoraba y podíamos, no ver el amanecer, pero si hacer los trekings que os comentaba (Consolation kales o Minnestimma Lakes). Pero seguía diluviando, por lo que a la cama de nuevo jajaja. Finalmente nos levantamos tarde, desayunamos tranquilamente y estuvimos hasta la hora tope del ckeck out en la cabaña porque el panorama no estaba para ir a ver nada, debíamos esperar y ver si la predicción acertaba y se iba despejando.

Pusimos rumbo a la carretera más alta y más espectacular de América del Norte, la Highway 93 o más conocida como Icefields Parkway (os dejo el enlace a su página web), pero ¡sorpresa¡ Obras y retenciones.
Estos días habíamos visto carteles de obras pero como madrugábamos mucho y volvíamos muy tarde no nos había pillado y la verdad es que ni nos habíamos percatado de esto. Pues bien, hoy si nos percatamos y las sufrimos. Estuvimos casi dos horas allí parados, no solo habíamos perdido la mañana por la lluvia sino que los planes para la tarde también se nos estaban complicando.

Después de salir varias veces del coche, preguntar a otros conductores, comernos las uñas de los nervios y demás, por fin avanzamos y salimos de aquella obra. Por suerte, la lluvia cesó y el cielo parecía dar un respiro ¡por fin! Parecía que el día iba mejorando.

Nuestra primera parada fue en el mirador de Hector Lake, desde donde pudimos ver tímidamente el lago (es una parada muy rápida) y las montañas que lo rodeaban.

La siguiente parada no se hizo esperar mucho, a 15 minutos teníamos el precioso Bow Lake, una parada obligatoria en la ruta por la Icefields Parkway.
El lago, a los pies de la majestuosa Crowfoot Mountain (de más de 3.000 metros) y con las colosales Waputik Mountain como telón de fondo, es una estampa que no os debéis perder.

Ya más contentos continuamos el camino, camino que cada vez resultaba ser más y más espectacular. Y es que en estos 230 kilómetros que unen Banff con Jasper, la Icefields Parkway (incluida en la Lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), hará que paréis el coche muchísimas veces por los paisajazos que veréis.
Ríos, glaciares, cascadas, lagos que parecen espejos y fauna, mucha fauna en libertad hacen de este recorrido uno de los más espectaculares del mundo, y no exagero, de verdad.

Alucinando y mirando por la ventanilla de forma continúa llegamos a la siguiente visita del día, y esta visita era otra de las TOP del viaje. Uno de los lugares que soñaba con conocer desde hacía mucho tiempo: Peyto Lake.

Dejamos el coche en el parking e iniciamos la caminata hasta el mirador Bow Summit (son unos 20 minutos y no es para nada dura, tiene subida pero es muy light).
Cuando llegamos a lo alto del mirador nuestras caras eran un poema: ESPECTACULAR, QUE PASADA, QUE PRECIOSIDAD, se nos terminaban los adjetivos. No podía creerme lo que veían mis ojos, ese lago con forma de cabeza de lobo, de color turquesa intenso, rodeado de un extenso bosque y ¡con sol! La estampa era preciosa, casi irreal.

Si estáis leyendo este post porque vais a ir a Canadá, os puedo asegurar que los colores son tal cual, lo que veis en la foto es la realidad, no os va a decepcionar nada, todo lo contrario, in situ vais a flipar.

El color del lago es espectacular y el hecho de que el mirador se localice tantos metros por encima del agua hace que se pueda apreciar muchísimo mejor.

La decepción de no poder ver Moraine con sol al amanecer se había compensado con Peyto.
Con el subidón en el cuerpo decidimos ver el lago desde otro lugar un poco más alejado y tranquilo (hay un camino que sale a mano izquierda y va bajando)

Y mirad con quien nos encontramos para alegrarnos la foto.

En este «mirador» estuvimos solos y aunque se pierde algo de altura, el poder disfrutar de estas vistas en silencio y en soledad lo compensa con creces.

Allí sentados nos sentimos los más afortunados del mundo. Ese lienzo que teníamos ante nuestros ojos no lo íbamos a olvidar jamás.

Nuestra pequeña amiga vio que estábamos comiendo unos frutos secos y no se apartó de nuestro lado, adorable compañía en un lugar así.

El sol comenzaba a bajar y a oscurecer el lago. Lo ideal habría sido quedarnos a ver el atardecer en Peyto (otra de los must del viaje), pero todavía faltaba bastante y hasta nuestro alojamiento teníamos casi tres horas de camino. Como íbamos a volver por la misma carretera unos días más tarde, el atardecer lo guardábamos para entonces.

No decíamos adiós a Peyto, le decíamos hasta pronto.

Volvimos a recorrer el camino (esta vez de bajada) hasta el coche y continuamos conduciendo por la escénica carretera Icefields Parkway, esta vez con una luz mucho más bonita. Es una pena no poder estar en todos los lugares al amanecer y al atardecer porque como digo siempre, la luz en fotografía lo es TODO.

Uno de los puntos que llevaba señalado en el recorrido por esta carretera era Big Hill & Big Bend, donde la Icefields Parkway comienza a ganar elevación y desde donde hay unas vistas impresionantes.

Continuamos conduciendo y de repente ¡un arcoíris! Otra vez a parar y a sacarnos fotos jajaja.

Y con unos reflejos como los que vais a ver ahora ¿Cómo no íbamos a parar de nuevo? Vaya con la carretera escénica, eso era un no parar de imágenes increíbles.

Y después de todas estas postales del día llegamos a nuestro alojamiento especial: Pocahontas Cabins. Y os digo especial porque era otra preciosa cabaña de madera (más pequeña que la anterior) pero monísima.

Los que me leéis sabéis que miro mucho los alojamientos ya que para mí son parte imprescindible del viaje. Alojarnos varios días en cabañas de madera era algo que no quería perderme por nada del mundo.

Como la cabaña tenía cocina, la cena la preparamos allí mismo. Unos ricos espaguetis con salchichas.

Y con las fotos del día de hoy dijimos adiós a uno de las jornadas más increíbles que habíamos vivido en las Rocosas de Canadá.

DÍA 7: VALLEY OF THE FIVE LAKES, JASPER

La previsión del tiempo para hoy era de sol por la mañana pero mucha lluvia por la tarde, por lo que tuve que reordenar el plan y optamos por hacer un treking que nos llevaría parte de la mañana y luego ya iríamos viendo si la predicción acertaba o no.
Este treking fue el Valley of the Five Lake (Valle de los cinco lagos), ya que no queríamos jugárnosla con Maligne Lake y la Isla Spirit (porque es bastante caro y si llovía no tenía sentido).

Desayunamos en la cabaña, nos hicimos unos bocadillos y con mucha pena nos despedimos de este alojamiento (quise reservar dos noches porque nos venía muy bien su localización pero estaba completo y tuvimos que cambiar a otro bastante más alejado. Reservar el alojamiento con mucho tiempo es clave para que no os pase esto).

Nada más salir del alojamiento nos encontramos con unos reflejos en un lago que hicieron que parásemos el coche. Era increíble, no habíamos recorrido nada y ya estábamos parando a sacar fotos jajaja.

Una cierva al lado de la carretera nos hizo detenernos de nuevo, pero esta vez sin bajarnos.

Llegamos al parking del Valle de los cinco lagos, dejamos el coche y comenzamos con la primera visita del día (por cierto, en el parking hay baños públicos gratuitos).

El treking por el Valle de los cinco lagos es un recorrido muy agradable de algo menos de 5 km en el que vas pasando por diferentes lagos de aguas verdes impresionantes. La particularidad de estos lagos es que tienen distintos colores, lo veréis en las fotos ¿suena bien, verdad?
Ah! Recomendación: llevad repelente de mosquitos si los visitáis en verano y hace calor.

El primer kilómetro del recorrido transcurre por un bosque de álamos y pinos antes de pasar por un cruce peatonal de madera sobre Wabasso Creek.

Llegamos al primer mirador, el del lago n.º 5 y alucinamos en colores ¡Pero cómo puedes ser todo tan bonito en Canadá! Con un muelle y todo, era idílico.

El agua transparente total dejaba ver los troncos caídos de los árboles en el fondo, y con el sol luciendo el color verde del lago era vibrante.

El fondo, como no podía ser de otra forma, estaba dibujado con montañas, montañas que sobresalían por las copas de los árboles y nos dejaban como siempre maravillados.

Continuamos el recorrido en busca de más lagos.
No sé cómo estará esta ruta en pleno verano, pero en junio la hicimos prácticamente solos, lo que es una gozada para poder conectar con el entorno y disfrutar de los paisajes.

El lago n.º 4, mucho más pequeño y menos profundo, también nos encantó.

Entre el tercer y cuarto lago hay un par de sillas muy fotogénicas de «estilo lago» total, pero estaban ocupadas y sus ocupantes parecían estar muy a gusto allí y no se movían, por lo que nos marchamos.

Continuamos añadiendo lagos al recorrido y fuimos a por lago n.º 3, de forma mucho más alargada y con una gran cantidad de algas en el centro del lago, lo que le daba unos colores (mucho más turquesas) y una forma muy especial.

Seguimos bordeando el lago y decidimos parar aquí a comer el bocadillo. Las vistas desde el extremo del lago eran extraordinarias y el lugar era perfecto. ¿Qué me decís de los reflejos? Impresionantes ¿verdad?

Continuamos el recorrido y llegamos al lago n.º 2. Aquí los colores volvían a ser verdes, incluso fosforitos en algunas partes, con aguas tranquilas y reflejos preciosos.

Nos faltaba ya solo un lago para terminar el recorrido: el lago n.º1, mucho más grande y de aguas turquesas.

Estábamos cruzando los dedos porque no lloviera porque el cielo estaba amenazando, por lo que en vez de bordear todo el lago nº1 acortamos el camino, no nos pillara el diluvio universal a mitad de camino.

El recorrido nos había encantado, son lagos muy bonitos y muy diferentes a los que habíamos visto, una ruta que no debéis perderos, ya habéis visto las fotos.

Volvimos otra vez por el mismo camino y paramos en un mirador a sacar unas fotitos.

Otra actividad que llevaba apuntada era ir a darnos un baño a Miette Hot Springs pero el cielo cada vez estaba más negro y además empezaba a llover. La predicción se había adelantado, por lo que decidimos ir a Jasper a comprar e irnos hasta nuestro siguiente alojamiento.

Aparcamos el coche, sacamos nuestros paraguas y estuvimos dando una vuelta por el pueblo.

Hicimos algo de compra y vimos un Pizza Hut ¿Entramos ya y cenamos? La comida de bocata había sido ligera y teníamos hambre, por lo que allá que fuimos. Cenando a la hora local, por una vez jajaja.

Con las panzas llenas y diluviando a mares llegamos al hotel Jasper East Cabins, bastante apartado de nuestras visitas pero otra joyita de alojamiento.

Nuevamente una casita de madera con chimenea nos esperaba para descansar y planear nuestras siguientes visitas ¿nos respetaría el tiempo mañana?

DÍA 8: MEDICINE LAKE, MALIGNE LAKE, SPIRIT ISLAND, PYRAMID LAKE, PATRICIA LAKE, ATHABASCA GLACIER, WATERFOWL LAKES, PEYTO LAKE, JASPER

Habréis alucinado con todas las cosas que he puesto en este día en el título pero es que teníamos que compensar todo (bueno, más bien parte) de lo que no habíamos podido ver por culpa de la lluvia en días anteriores.
Por eso este día hicimos un mix bastante interesante.

Comenzamos el día muy temprano, desayunando en la que iba a ser nuestra última casita de madera idílica y poniendo rumbo a otro de los TOP del viaje: Spirit Island en Maligne Lake.
Habíamos leído que en este trayecto, tanto al amanecer como al atardecer, había muchas opciones de ver animalitos, por lo que íbamos especialmente nerviosos.

El cielo estaba bastante cubierto y había bastantes nubes bajas pero la predicción era buena y se suponía que iba a mejorar a lo largo del día, por lo que confiamos en que así fuera (el resto de días había acertado bastante).

La suerte comenzó bien temprano, y cerca de la carretera encontramos a nuestros primeros modelos. Con mucho descaro nos sacaron la lengua ¡Serán atrevidos! jajaja.

La cuerna (que no cuerno, ya que es una estructura ósea temporal) del ciervo era impresionante, recubierta de un terciopelo precioso (se llama realmente «borra» y a finales del verano ya se ha secado y se ha caído) y enorme.

Al estar bastante cerca pudimos sacarles unos primeros planos muy chulos.

Continuamos nuestro camino pero nuevamente una pequeña parada: vimos un tren y como nos encantan paramos a sacarle un par de fotos. El maquinista nos vio, nos saludó y tocó la bocina (¿se llama bocina?). Muy majo el hombre, nos hizo mucha gracia.

Entramos ya en la carretera que llevaba directamente al lago (que lleva su nombre por cierto: Maligne Lake road) y un cartel nos sorprendió y a la vez nos alegró. Como podía ser que un cartel de advertencia me hiciera ilusión, jajaja. Y es que, como os he comentado antes, en esta carretera hay muchas opciones para poder ver animales, en especial osos. Otra de mis ilusiones del viaje.

Los paisajes en Maligne Lake Road con la luz de la mañana eran impresionantes, no se equivocaban los que decían que recorrer estos 43 kilómetros que separan Jasper de Maligne Lake son toda una atracción por si sola. A ver qué opináis viendo las fotos.

Nuestra primera parada «oficial» fue Medicine Lake, parada a la que le dedicamos poco tiempo porque estaba todo arrasado y negro por causa de un incendio. Es muy duro ver cómo ha quedado todo y en su día tuvo que ser terrible.

Como curiosidad os cuento que Medicine Lake no es en realidad un lago sino que es una cuenca de desbordamiento para el exceso de agua del río Maligne. Este lago tiene un sistema de drenado subterráneo en la piedra caliza, donde el agua se filtra para aparecer más tarde en el Maligne Canyon (otra de las visitas que podéis hacer en esta zona y que nosotros por falta de tiempo descartamos). Durante el deshielo de los glaciares el agua que recibe el lago es superior a la cantidad de agua que es capaz de drenar, por lo que está lleno, pero en otoño es todo lo contrario. Esta es la explicación real a la creencia aborigen de que este lago era mágico y sus aguas, por tanto, curativas (de ahí su nombre).

Continuamos nuestro camino y llegamos al famoso Maligne Lake.
El cielo había despejado muchísimo y la estampa era realmente preciosa, con la casa de alquiler de canoas tan fotogénica y unos impresionantes picos rocosos como telón de fondo. Y los árboles, marco perfecto de todos los paisajes de Canadá.

Fuimos bordeando el lago para tener otras perspectivas y aunque su color ya veis que no es tan espectacular como otros lagos, el entorno es una auténtica maravilla.

Pero la visita a Maligne Lake no era solo esto (que no es poco), había una segunda parte aún más impactante y que viendo el buen tiempo que hacía sabíamos que íbamos a poder disfrutar a tope: Spirit Island.

Esta coqueta isla no es tan accesible como el lago, ya que se encuentra a 13 kilómetros de su orilla «inicial». Llegar en canoa hasta allí era algo que ni nos planteábamos (leímos que era una ruta de tres días en la que ibas descansando en campings, aventura total pero incompatible con nuestros días disponibles) por lo que la única forma que nos quedaba era contratar un barco que nos acercaría allí.

Así visto es fácil, te montas en un barco, ves la isla y vuelves. El problema es que este barco tiene unos precios bastante altos.
En esta web podéis ver precios y horarios (no os recomiendo comprar el billete sin saber si va a hacer buen tiempo o no).

Nosotros en junio vimos que el barco solo salía por la mañana (se nos chafó la idea de ver el atardecer con su luz especial) y su precio…. 114 dólares canadienses por persona. Si, caro, muy caro pero no podíamos irnos sin ver esta estampa y además haciendo bueno.
Tenéis una opción más barata, con una duración menor, pero nosotros preferimos (ya metidos en gastos) aprovechar el tour un poco más.

Estuvimos deleitándonos con las vistas del lago comiendo nuestros bocadillos hasta que llegó la hora de embarcar. Nos montamos en el barco y comenzamos a alucinar con los paisajes que veíamos desde él (poco rato estuvimos dentro escuchando las explicaciones del guía, era imposible no salir y disfrutar de esos paisajes sin cristal de por medio).

Veíamos demasiadas nubes que antes no estaban y nos empezamos a poner nerviosos ¿faltaba mucho? A ver si ahora se ponía a llover de repente (cosa que puede pasar) y se nos chafa todo…Pero no ¡no se chafó!

Desembarcamos y fuimos como locos a sacar fotos aprovechando el tiempo que te dejan estar allí (que os advierto, se pasa volando, con el tour más barato no tiene que dar tiempo a nada).

Primera imagen: ¿intuís donde está Spirit Island?

Mirad que cielo, parecía que se había despejado para dejarnos captar con nuestras cámaras y nuestras retinas la belleza del lugar. No me quiero imaginar un atardecer aquí, tiene que ser espectacular.

Segunda imagen: ALUCINAD EN COLORINES

Tercera imagen: FROTAROS LOS OJOS, SI, EL PAISAJE ES REAL

Cuarta imagen: SI EN FOTO ES BONITO ESPERAD A VERLO EN DIRECTO, NO HAY PALABRAS

Nos faltó bajar a sacar fotos desde la orilla del lago, no nos dimos cuenta con la emoción y hay perspectivas chulísimas desde allí también.

Os creéis si os digo que fuimos los últimos en subir al barco y que nos tuvieron que esperar ¿no?

Volvimos al barco con una sonrisa que ni la del gato de «Alicia en el País de las Maravillas», que pasada, que pasada, que pasada.

Dimos por finalizada la visita a Maligne Lake, visita que había superado con creces nuestras expectativas y de la que nos llevábamos un recuerdo y una experiencia brutal.

Nos montamos en el coche e iniciamos el camino de regreso. Pero…cuando llevábamos solo unos kilómetros recorridos ¡sorpresa! No, no puede ser ¡es un oso! Un oso negro caminando tan tranquilo a un lado de la carretera.
Mi corazón dio un vuelco, no me lo podía creer, estábamos viendo a nuestro primer oso en libertad. ¡Vaya subidón!

Parecía un peluche grande, el pelaje era precioso, me habría bajado del coche para achucharlo jajaja.

En Norte América existen tres tipos de osos: osos polares (los tengo fichadísimos en Churchill pero es un viaje muy muy caro), osos pardos y osos negros.
Y diréis, este era fácil porque su color era negro, pero no, no fue eso lo que me hizo diferenciarlo y saber que era efectivamente un oso negro y no un grizzly (variante de oso pardo de América del Norte).
Generalmente los osos negros son negros, pero también es muy común ver osos negros color marrón o incluso canela. Lo que es más fácil para distinguirlos es fijarse en su joroba, si tiene una joroba marcada es un grizzly y si no tiene es un oso negro. Además de esto, las orejas del oso negro son alargadas y puntiagudas (las del grizzly en cambio son redondas y pequeñas) y su hocico es recto (mientras que el grizzly lo tiene respingón).

Esta foto es una «caquita» pero es para que veáis como de cerca pasó el oso cuando lo adelantamos y donde se ven las características que os comento.

Si el día anterior se había quedado un poco cojo al no dejarnos disfrutar de la tarde ni del atardecer por la lluvia hoy estábamos recuperando el tiempo perdido.

A pocos metros encontramos otro paisaje que nos hizo detener el coche. El río Maligne arropado por cientos de pinos y abetos y custodiado por montañas. Nuevamente una estampa de postal.

Nuestra siguiente visita era Pyramid Lake, lago con una encantadora isla a la que se puede acceder por un puente de madera. Hay un resort en su orilla por lo que no esperéis encontrar este lugar desierto (a nosotros nos costó hasta encontrar aparcamiento) pero merece la pena una visita, aunque sea rápida.

Patricia Lake es el lago que está justo a su lado, lago que contiene los restos de un portaaviones de la II Guerra Mundial hundido tras una misión secreta para crear un barco insumergible a base de hielo. Estos restos solo se pueden ver buceando pero merece la pena el paseo desde Pyramid Lake para observar el entorno y la característica Pyramid Mountain.

Si las aguas están calmadas los reflejos son brutales en estos dos lagos (no fue nuestro caso).

Después de sacar unas cuantas fotitos a estos lagos volvimos a la carretera y enlazamos con la Icefields Parkway y sus increíbles paisajes.

En este trayecto volvimos a parar y sentados mientras nos comíamos nuestros segundos bocadillos del día con vistas excepcionales(como veis este viaje culinario precisamente no es) pensamos que hacer.

Nuestro alojamiento estaba justo al lado de la cascada Sunwapta (que veríamos a la mañana siguiente) y teníamos pendientes visitas como Athabasca Falls (donde desde diferentes miradores se puede ver la catarata desde varios ángulos, además, las formas con las que el agua ha moldeado las rocas son muy chulas) o Mistaya Canyon.
También había que tener en cuenta que era nuestro último atardecer en esta zona, por lo que había que elegir muy bien y calcular los tiempos.

El pronóstico del tiempo era bueno, por lo que nos dijimos: ¿qué lugar nos había cautivado y era «factible» para ir a ver el atardecer? Si, exacto, Peyto Lake. Factible lo he puesto entre comillas porque desde donde estábamos eran dos horas de coche y luego había que retroceder hasta el hotel (otra hora y tres cuartos), por lo que en total el poder ver el atardecer en Peyto requería casi 4 horas contando con el mini treking para subir al mirador y a sumar el tiempo que estuviéramos allí haciendo fotos.
Pero nos decidimos, anulamos las dos visitas que os he mencionado y nos fuimos al lugar que tanto nos había cautivado, aunque ello supusiera emplear el resto del día.

Como nuestro hotel nos pillaba de camino decidimos hacer el check in y así no estar pendiente de la hora y aprovechar en Peyto hasta el anochecer.
El hotel que reservé fue el Sunwapta Falls Rock Mountain, un hotel bastante caro para lo que era pero con una ubicación fantástica al lado de la cascada Sunwapta (y con chimenea al lado de la cama).

Continuamos el camino llegando al Glaciar Athabasca.

El glaciar se puede ver perfectamente desde la carretera pero hay excursiones en todoterrenos que te llevan por él y te dejan caminar sobre el hielo. Nosotros únicamente le sacamos una foto, el glaciar está retrocediendo cada año y no nos parecía nada atractivo pisarlo con un coche, pero esto es algo muy personal.

También han construido una plataforma de cristal colgado al borde de un precipicio desde donde se pueden tener unas vistas perfectas del glaciar. Os dejo el enlace a la página web del Glacier Skywalk.

Continuamos el trayecto, dejamos a un lado Mistaya Canyon (que por cierto, estaba cerrado el acceso, no sabemos que habría pasado) y paramos en Waterfowl Lakes, visita que no habíamos podido ver con la lluvia y las obras el primer día que subimos por la Icefields Parkway.

No podíamos entretenernos mucho, pero es que esta imagen no podíamos perdérnosla. Mirad y alucinad.

Por no hablar de las vistas hacia el otro lado, con el inconfundible Howse Peak . Nos dejaron sin palabras.

Después de este nuevo subidón del día volvimos a la carretera, esta vez sin más paradas hasta llegar a Peyto Lake.
Subimos hasta el mirador, volvimos a alucinar con este lago (es que es precioso, no me cansaré de decirlo) y esperamos a que bajara el sol.

La inmensidad del paisaje con la luz del atardecer y el lobo oscureciéndose poco a poco creaban una atmósfera mágica.

Allí sentados volvimos a experimentar la misma sensación que el primer día que vimos Peyto, nos sentimos los más afortunados del mundo. Decidme si estas fotos merecían o no las horas de coche de más. El lugar es simplemente espectacular.

Al igual que hicimos la vez anterior, no nos quedamos en el primer mirador, caminamos por el sendero para poder disfrutar del momento en soledad. Aunque os confieso que volvimos a subir antes de lo que pretendíamos cuando oímos aullar a un lobo (o eso nos pareció), nos entró un «cague» curioso jajaja.

La nubes se tiñeron con el reflejo del sol mientras nuestras cámaras no paraban (tengo cientos de fotos de este momento).

El sol llegó a las últimas montañas y todo el paisaje se cubrió de sombras. El lobo se iba a dormir y nosotros también.

La vuelta en coche fue dura. Estábamos agotados, el día había sido muy intenso pero sin duda había merecido la pena.
Y aún así, llegamos al hotel y nos acercamos a la cascada Sunwapta por si podíamos sacar unas fotos nocturnas (lo nuestro no tiene nombre), pero el camino no lo conocíamos y nos dio un poco de miedo, por lo que abortamos la misión y nos fuimos a dormir, que ya era hora.

Un día para no olvidar jamás.

DÍA 9: SUNWAPTA FALLS, LAKE LOUISE, MORAINE LAKE, BANFF, CANMORE

Hoy queríamos madrugar mucho para poder avanzar con todas las visitas planeadas, pero nuestro cuerpo dijo: STOP. No podíamos levantarnos a las 5 de la mañana cuando nos habíamos acostado a las tantas, necesitábamos descansar un poco porque además teníamos bastantes kilómetros hasta nuestro alojamiento en Canmore (concretamente 3 horas) y eso contando con que no encontráramos obras.

La parte buena del alojamiento de hoy es que estábamos al lado de otra de las atracciones TOP del viaje: la cascada Sunwapta (cuya traducción significa «aguas turbulentas»).
Es muy accesible, por lo que hay que verla antes de que los autobuses lleguen cargados de cientos de visitantes.
En Islandia (Las cascadas mas bonitas de Islandia) habíamos visto cascadas impresionantes y, por ello, en Canadá no era algo que buscara especialmente. La única cascada que no quería perderme, por lo diferente y especial que era, era Sunwapta y ahora veréis porqué.

Después de recorrer un corto sendero (que fácil se ve con la luz del día), llegas a un puente donde ¡zas! allí está de repente la cascada.

El deshielo del glaciar Athabasca hace que se forme este salto de agua de solo 19 metros pero fotogénico a más no poder.
Lo que lo hace tan especial es la pequeña isla repleta de abetos que hay antes de la caída, no me digáis que no es una preciosidad.

Allí estuvimos un buen rato sacando y sacándonos fotos, es una chulada de lugar.
Por cierto, mucho cuidado si queréis acercaros para sacar una foto como esta, vimos a gente que siguiendo nuestros pasos se acercó al agua pero muchísimo más que nosotros y es peligroso.

Con este arcoíris nos depedimos de Sunwapta Falls, otra joyita que no debéis perderos en vuestra ruta por Canadá.

Como veis el día era espléndido y las visitas que tenía planeadas para hoy pasaban por visitar Ink Pots, subir a la Góndola de Banf (os dejo el enlace a su web) y hacer un crucero por el Lago Minnewanka (web).Otra de las opciones era acudir a un rodeo que se celebraba en el rancho Daines Rodeo, pero era una buena paliza de coche, por lo que esta opción la descartamos.

Si os habéis fijado en el título estas visitas no son las que realizamos ¿por qué? Porque teníamos una espinita y era ver el atardecer en Moraine Lake (ya que el amanecer era imposible) en un día totalmente soleado y sin viento. Podíamos incluso hacer el treking de Minnestimma Lakes, por lo que eliminamos Ink Pots (tampoco nos importó mucho porque la caminata es muy del estilo del Valley of the Five Lakes) y volvimos a recorrer la Icefields Parkways con destino Moraine Lake.

Pero ¡sorpresa! Veíamos por segunda vez a un oso negro. ¡Qué ilusión! El color de este ejemplar no era negro, pero si os fijáis, cumple con las características que os comentaba anteriormente para poder diferenciarlo de un grizzly.

Más contentos que un niño con zapatos nuevos reanudamos la marcha y ¡sorpresa nuevamente! Varios carneros se plantaron en medio de la carretera haciendo que todos los coches parásemos, y como no, les sacásemos fotos. Algún incauto incluso se acercó para darles de comer (la estupidez humana no tiene límite).

Cuando leíamos que la Icefields Parkway era un zoo al aire libre no exageraban. Habíamos visto ya ciervos, osos, patos y carneros ¡una pasada!

Por no hablar de los paisajes que seguíamos viendo desde la ventanilla del coche.

Y los fotones que me saca mi marido, es una gozada que compartamos esta loca afición.

Nuestro estómago nos estaba diciendo que ya era la hora de comer, por lo que paramos en uno de los apeaderos de carretera y nos acercamos al agua para comer nuestro bocadillo con vistas.

Descansamos un poco allí tumbados y volvimos al coche. Pero ¿os imagináis que volvió a pasar? ¡Otro oso negro! Estábamos alucinando.

Nuestro tercer oso, ninguno había sido un grizzly (esperábamos verlos en Vancouver Island) pero vaya dos días de animalitos que llevábamos.

Se había cumplido otro de mis sueños que era ver osos negros en libertad y estaba muy muy contenta.

Volvimos a la ruta dejando atrás a la maravillosa Icefields Parway, la carretera que tantas sorpresas y tantos buenos momentos nos había dado, y entramos en la carretera de Moraine Lake pero…Ohhh, estaba cortado el acceso, el parking estaba lleno y como ya sabíamos hasta que no se liberara no la iban a abrir. ¿Y qué hacemos? ¿Vamos a Banff y hacemos las visitas planeadas y nos olvidamos de Moraine? Nos resistíamos a eso…
¿Y si nos quedamos en Lake Louise haciendo tiempo? Seguro que en cuanto llegue la hora de cenar la gente se va y abren la carretera. Dicho y hecho.

Aparcamos en Moraine Lake (tuvimos suerte porque pocos sitios libres había y nos temíamos que tampoco nos dejaran) y decidimos coger una canoa. Ya que el otro día no lo habíamos hecho, hoy veríamos el lago desde su superficie.

Hicimos la cola, escuchamos las instrucciones (yo solo me enteré del Hey guys, increíble lo rápido y raro que hablaba jajaja) y nos pusimos a remar.

El color del agua era de un turquesa increíble, de hecho, más de una vez metí la mano (estaba congelada) porque parecía pintura.

Llegamos casi hasta la otra orilla, el enorme Chateau Lake Louise parecía diminuto desde aquí.

Devolvimos la canoa (mucho ojo porque parece que estás cerca y anda que no cuesta remar) y miramos si la carretera estaba abierta y ¡bingo! Recorrimos la carretera que separa ambos lagos, aparcamos y fuimos directos al mirador en el que habíamos estado la otra vez.

Y vaya estampa, era perfecta. Con el atardecer y los reflejos de los picos en el agua, por algo esta foto es la portada del post.

Creo que me voy repitiendo mucho, pero es que vaya días de paisajes de ensueño. No me digáis que no es espectacular, veo las fotos y me emociono, revivo aquellos momentos y sonrío y eso es grande, muy grande.

Ni en el mejor de mis sueños hubiera pensado que iba a salir todo tan bien.

El sol empezó a esconderse, nos sacamos unas cuantas fotos más (parecía que nos habían pegado con pegamento a las rocas de allí) y pusimos rumbo a Banff, ya que queríamos cenar allí.

La idea de parar a cenar en Banff era la de cenar en algún restaurante carne de bisonte y habíamos leído que en este pueblo había varios restaurantes especializados en esto.
Entramos en The Bison Restaurant pero ya no atendían (llegamos bastante tarde), por lo que fuimos a otra de las opciones que llevábamos apuntada: The Grizzly House y aquí si que tuvimos suerte.

La decoración del restaurante era muy auténtica y el servicio fue muy bueno (es un poco caro, pero bueno, habíamos comido de bocadillo varios días y ya nos merecíamos una cena en condiciones). Y como no, pedimos solomillo de bisonte. Había muy poca luz por lo que las fotos están poco definidas, pero para que veáis un poco como es el lugar (os dejo también el enlace a su página web).

No tuvimos ocasión de caminar mucho por el pueblo, pero estaba muy cuidado y las tiendas eran muy monas.

Eran las tantas (para variar jajaja) y teníamos todavía veinte minutos de coche hasta llegar a nuestro hotel: Creekside Villa, un encantador hotel, con muy buenas opiniones y muy coqueto.

Estábamos derrotados, debíamos dormir mucho y bien porque al día siguiente tocaba madrugón de los buenos.

DÍA 10: CALGARY, VANCOUVER, PORT MC NEILL

Habíamos exprimido las rocosas canadienses al máximo y con mucha pena y prometiendo que algún día volveríamos para hacer más rutas les dijimos adiós.

Nuestro vuelo salía de Calgary con destino Vancouver a las 8:30 por lo que a las 5 ya estábamos saliendo del hotel.
Devolvimos el coche de alquiler, facturamos y pusimos rumbo a la segunda parte del viaje ¿queréis saber cual es y para qué íbamos allí?

Nuestro destino era Port Mc Neil, en Vancouver Island y el objetivo de acudir hasta allí era hacer un tour para avistar osos grizzly en libertad.

Miré muchas opciones pero todas, pese a ser una pasada, eran muy caras y se nos iban del presupuesto y de los días disponibles. Pregunté precios a través de la web grizzlytours.com donde realizaban varios avistamientos de osos desde Campbell River (el precio para dos noches era de 1380 dólares canadienses por persona, incluyendo la avioneta hasta llegar allí, que tiene que ser una pasada) pero finalmente lo dejamos y optamos por ir a Port Mc Neill y hacer algo más sencillo y más barato. Quizás la caza de salmones por parte de los grizzly nos espere en Alaska, viaje que tengo muy presente y pendiente.

Llegamos al aeropuerto de Vancouver y fuimos a recoger el segundo coche de alquiler del viaje, esta vez con la compañía Avis.

Ya con el coche de alquiler nos dirigimos a Tsawwassen Ferry Terminal donde cogeríamos un ferry que nos llevaría a Nanaimo. En la página web de Bcferries podeís ver los horarios y los precios, incluso reservar online (cosa que hicimos pero solo cuando supimos la hora a la que podríamos coger el barco). Debéis tener en cuenta que hay que estar mínimo treinta minutos antes de la hora de salida del ferry porque cierran puertas, por lo que mejor id con tiempo.

Como no habíamos comido y mientras se hacía la hora de meter el coche en el ferry, nos bajamos y fuimos a comer algo a una especie de «centro comercial» que había allí. Se deja el coche parado hasta que ves que la gente se empieza a mover.

El trayecto me recordó muchísimo al que realizamos desde Helsinki a Tallín cuando visitamos Laponia (tenéis el post del blog Laponia finlandesa, el infinito pintado de blanco)
En este trayecto aprovechamos para descansar e intentar dormir un poco, teníamos por delante 4 horas de coche cuando desembarcáramos en Nanaimo y habíamos dormido muy poco la noche anterior, bueno, en realidad las dos noches anteriores.

Llegamos a Nanaimo, nos montamos en el coche y comenzamos la ruta haciendo una parada en un super Walmart para comprar comida para los siguientes días, ya que en nuestro hotel teníamos cocina.

El paisaje de Vancouver Island era totalmente distinto a la zona de las rocosas pero en algo indician ¡animales! Se nos cruzaron varios cervatillos, unas monadas que venían directos a nosotros. Menos mal que paramos el coche, se asustaron y se fueron porque los veía atropellados por otros coches.

Llegamos a nuestro alojamiento para las próximas dos noches: Cedar Park Resort, dejamos las cosas y llamamos a los organizadores de la excursión de avistamiento de osos que teníamos mañana para que nos dieran los detalles definitivos. Estábamos agotados por lo que no tuvimos ganas de acercarnos al pueblo, preparamos la cena y nos acostamos.

Al día siguiente también tocaba madrugar y por lo que parecía iba a ser un gran día, veréis si seguís leyendo si fue así o no.

DÍA 11: OSOS GRIZZLY EN TELEGRAPH COVE

Hoy era otro de los días señalados en rojo en el calendario del viaje, otro día importante, ya que teníamos contratado un tour para avistar osos grizzly en libertad.
Contratamos este tour desde España a través de la web Grizzlycanada.com, lo teníamos pagado y era muy importante que hiciera bueno para poder ver a los osos (ya que no los ves de cerca y si encima llueve pues se chafa el plan). Y no solo por el dinero (que te lo devuelven), sino porque me hacía muchísima ilusión poder ver y fotografiar a estos animales que en las rocosas no se habían dejado ver.

El punto de encuentro era en Telegraph Cove y había que madrugar (debíamos estar allí a las 6:45), pero como el día anterior nos habíamos acostado temprano estábamos muy frescos.

Aparcamos el coche y nos dirigimos a la oficina de Telegraph Cove, lugar donde nos recordaron algunas cosas (no se puede llevar perfume, que no tuviéramos problemas de espalda ni estuviera embarazada…) y nos dijeron que esperásemos a que llegaran todas las personas del grupo para comenzar el tour.

Este tour se hace en grupos pequeños (estábamos diez personas en total) y te llevan en un barco no muy grande que tiene baño y es bastante cómodo. Nos montamos, nos sirvieron un desayuno ligero e iniciamos la navegación hacia la zona de avistamiento.

El paisaje era precioso y pronto empezamos a ver animales que no esperábamos en este tour.

Un grupo de delfines fue siguiendo nuestro barco, y nosotros no dudamos ni un segundo en salir a la parte de atrás para fotografiarlos.

Nos fueron siguiendo un buen rato y estuvimos encantados viendo como jugaban con la espuma del agua, son super majos.

Nos metimos a cubierto (porque hacía bastante frío fuera, no olvidéis llevar ropa de abrigo y por debajo capas) pero poco nos duró el descanso porque minutos más tarde apareció una ballena con su cría.
Es cierto que me planteé ver ballenas, bueno, en realidad orcas porque es un animal que no he visto, pero al final lo descartamos por falta de tiempo. Por lo que poder ver nuevamente a este animal que tanta paz me transmite (lo vimos en Islandia, en Húsavík en una lancha rápida y fue una de las mejores experiencias de mi vida) me alegró muchísimo.

Mirad que bonita estampa (pese a la distancia, ya que el barco no se acercó) de madre y cría sumergiéndose a la vez, con los chorros de vapor de ambas. Precioso.

Los delfines se desviaron de nuestro barco y se fueron con ellas, yo creo que estaban jugando con la cría. La naturaleza es increíble, cada día me asombra y me gusta más.

Y después de este espectáculo estuvimos escuchando las explicaciones de la guía acerca de los osos grizzly. Así se hizo más ameno el trayecto.

Primera parada y primer avistamiento de gizzlis. ¡Qué emoción! Todas las características que os había comentado antes las pudimos ver con nuestros propios ojos: orejas redondas y pequeñas, nariz respingona y su inconfundible joroba.

Algo que me gustó mucho del tour es que no estábamos como «aves de rapiña» con los osos. Había otro barco y nosotros y se guardaba en todo momento una distancia muy amplia (lo que da pena porque no los ves tan de cerca pero respeta en todo momento al animal).

De repente vimos que el grizzly caminaba hacia el agua, dejándonos fotografiarle más de cerca. Si no lleváis un teleobjetivo (cosa que os recomiendo) en el barco te dejan prismáticos y con ellos se ve al oso perfectamente.

Pero es que no solo se acercaba al agua, es que ¡se fue a bañar! Ni nos lo creíamos. Poder ver osos ya era un deseo cumplido, ver tanto osos negros como grizzlys era otro, pero ya poder fotografiar a un oso bañándose ¡era brutal!

Y bueno, ya cuando se sacudió el agua para salir ¡me moría! La guía estaba super contenta porque hubiéramos podido ver este momento. Si ya hubiera cazado algún pez habría sido la leche jajaja (como dije antes, eso queda para Alaska).

Dejamos a este grizzly secarse con intimidad y continuamos recorriendo la zona el barco.

No tardamos mucho en divisar a otro oso ¡vaya mañana!

Este grizzly también se acercó al agua pero no se metió, estuvo levantando piedras para comer.

Estuvimos un buen rato sacando fotos a este grizzly pero, de repente, nuestra guía se emocionó y nos dijo: nos vamos a otro lugar: prepararos para ver a una madre con sus cachorros.

Buf, buf, buf ¡ositos pequeños! Ni me lo creía. No habíamos tenido la oportunidad de ver a ninguna cría, todos eran adultos (tantos los que vimos en las rocosas como aquí) y ahora llegaba nuestro momento.

Una mamá con dos crías pequeñitas y adorables estaban en las rocas. Todos los del barco al verlos exclamamos expresiones de ternura en diferentes idiomas jajaja.

Los pequeñines se mimetizaban perfectamente con las rocas, pero allí estaban, y de vez en cuando la curiosidad les hacía mirar hacia arriba y observarnos. Eran peluchotes, tan bonitos, que majos, es que a mí se me caía la baba.

Les sacamos fotos hasta la guía nos dijo que debíamos continuar con el recorrido, debíamos parar a comer (nos pusieron una especie de «buffet» al aire libre, ligero) y después haríamos un último avistamiento antes de regresar.

Después de comer iniciamos la navegación y llegamos hasta el último grizzly, que por cierto, nos recibió con cara de pocos amigos.

Los grizzly son conocidos por ser los osos más agresivos del mundo. Su alimentación es omnívora (principalmente comen vegetales) pero son capaces de cazar ciervos, alces o incluso osos negros.
Los humanos no entramos en su dieta, salvo que se sientan amenazados o si llevan mucho sin comer y no encuentran alimento, pero esto último es muy raro (un caso muy famoso fue el de los osos que devoraron en 2003 al ecologista Timothy Treadwell y a su novia, mientras grababan un documental sobre los osos grizzly en Alaska).

Con este último ejemplar emprendimos el camino de vuelta a Telegraph Cove, viendo a otros dos animalitos más.

El primero: una foca que se estaba zampando o jugando con algo (no sabemos muy bien si era un pez o un papel jajaja).

Y el segundo un precioso ejemplar de águila calva (o águila americana) que sobrevolaba sobre nuestras cabezas dejándonos boquiabiertos.

La elegancia de esta ave puramente americana me dejo sorprendida. No soy «muy de pájaros» la verdad, pero hay algunos, como este, que me sorprenden.

Hicimos una breve parada para repostar y poder comer un helado en un lugar muy pintoresco y !fin de la aventura!

El día había sido soleado, habíamos visto un montón de grizzlys, crías, baño de oso, ballenas, delfines, águilas, no nos podíamos quejar. El precio del tour lo vale totalmente y estábamos super contentos por habernos animado a venir hasta aquí y emplear dos días de las vacaciones en vivir esta experiencia.

Paseamos un poco por Telegrah Cove, con sus casitas coloridas de madera tan idílicas (hay también un museo con esqueletos de ballenas muy interesante) y nos fuimos a por el coche.

Regresamos al apartamento parándonos a fotografiar alguna estampa que nos regalaba esta solitaria carretera en la que, además, vimos de lejos a un osito negro (no le pudimos sacar ninguna foto porque se escondió rápidamente).

Merendamos algo y nos tumbamos un ratito, pero cuando estaba bajando el sol pensamos:¿ y si volvemos a la carretera en donde vimos al osito? Seguro que al atardecer sale e igual tenemos suerte.

Y allá que fuimos ¿Vosotros que pensáis? ¿Lo vimos o no?

Pues si, a un lado de la carretera estaba este pequeñín, escondido entre las hierbas. Pensamos que cerca estaría su madre, pero no, no apareció ningún oso negro adulto.

Pasó de un lado a otro de la carretera (nosotros paramos el coche, estábamos solos y no había tráfico) y le sacamos algunas fotitos más, siempre sin bajarnos del coche y respetando la distancia. Si aparecía su mamá no queríamos tener ningún susto.

Me daba un poco de pena la verdad, era pequeño y estaba solo (o eso me imaginaba yo).

Volvió a cruzar la carretera y se escondió entre los árboles. Fue nuestro regalo de fin del día y de fin del viaje en la parte de naturaleza.

DÍA 12: PORT MC NEILL, VANCOUVER

Algo que no os he dicho es que el día anterior estuve pensando en reservar para hoy un tour para ver orcas allí en Port Mc Neill (ya que era muy buena época) y después volver a Vancouver, pero los horarios no eran muy buenos (salían bastante tarde) y el precio era elevado, por lo que decidimos dejar esta experiencia para otra ocasión (quizás también en Alaska junto con los osos cazando salmones).

Hicimos el chek out y volvimos por el mismo camino pero esta vez en sentido contrario, ya que debíamos coger el ferry en Nanaimo con destino Vancouver (4 horitas de coche más un par de horas de ferry).
Esta vez al estar más descansados disfrutamos del sol en la cubierta del barco.

Después de esta buena paliza de coche y barco, nos dirigimos a hacer el chek in en el que sería nuestro último alojamiento en Canadá: The Lion on First, un coqueto apartamento muy bien decorado aunque sin aire acondicionado, cosa que echamos en falta porque hizo mucho calor.

Estábamos bastante cansados, pero haciendo un día tan bueno no podíamos quedarnos en el apartamento (y más siendo el último), por lo que cogimos el coche y nos fuimos a la zona de Jericho Beach a cenar algo y ver la puesta de sol.

Y que gran decisión porque viendo esta zona pensé: aquí no me importaría vivir jejeje. Vaya atardecer y vaya tranquilidad, se nota en Vancouver hay una calidad de vida impresionante.

Estas vistas las disfrutamos desde la espectacular terraza del The Galley Patio & Grill, donde con una hamburguesa de salmón, un fish & chips, el solecito y la brisa del mar en la cara estuvimos en la gloria.

Después de cenar fuimos dando un paseo por la orilla del mar, aprovechando que la temperatura era buenísima.

El agua se tiñó de rosa y dorado y poco a poco el sol se fue escondiendo.

Las estampas que allí había eran preciosas y pese a que apenas quedaba luz los colores eran increíbles.

Pero ¿a que no sabéis que otros dos animalitos vimos aquí? Una foca y un conejo ¡Canadá no deja de sorprendernos!

Y con estas dos últimas imágenes de la puesta de sol nos fuimos al apartamento a dormir.

DÍA 13: VANCOUVER, ESPAÑA

Hoy era nuestro último día en Vancouver y nuestro último día también en Canadá. Nuestro vuelo salía a las cinco de la tarde, por lo que podíamos aprovechar la mañana para ver alguna cosa más, sin apurar mucho, ya que había que echar gasolina, devolver el coche e ir hasta el aeropuerto.

No nos daba tiempo a coger unas bicis para recorrer Stanley Park y ver los tótems indígenas y las secuoyas de forma relajada (si tenéis tiempo no os lo perdáis), por lo que preferimos ir a Grandville Island, dar una vuelta y comer en la famosa fabrica de cerveza Grandville Island Brewing.

La fábrica de cerveza estaba a tope, por lo que no nos la jugamos y nos pusimos a la cola, no nos fuéramos al aeropuerto sin comer jajaja.

Cervezas (pedimos una Maple que era la que llevaba apuntada como recomendada) y unas hamburguesas fueron nuestra comida (un poco caras pero como todo en Canadá y la verdad es que estaban buenas).

Fuimos a la tienda de la fábrica para cargar con un recuerdo cervecero, dimos una vuelta por el mercado y ¡al aeropuerto! No nos daba tiempo a más y lo de apurar cuando tenemos un vuelo no es lo nuestro, preferimos andar con tiempo.

Nuestra aventura en Canadá terminaba, con mucha pena como en todos los viajes pero con la cámara y las retinas llenas de paisajes increíbles que nunca, nunca olvidaremos. Como decía Herman Zapp «Los sueños no están para ser cumplidos, están para ser vividos» y en Canadá los habíamos vivido a lo grande.

Como siempre, muchas gracias por leerme. Si tenéis alguna duda podéis escribir en los comentarios de esta entrada y os responderé lo antes posible (así todos los viajeros lo podrán leer).
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