¿Qué se siente cuando se cumple un sueño? Creo que no hay palabras que lo describan.
Toda mi vida había deseado ir a Maldivas, a las que yo llamo «casitas del agua», pero el precio siempre hacía que lo dejara a un lado.
Miraba ofertas, hoteles e incluso viajes organizados pero siempre me encontraba con la misma barrera de un precio desorbitado y muy pocos días y yo allí no quería ir ni cinco ni siete días, quería más. 
Cuando vi la web de Miguel Egido (diariodeunmentiroso) donde explicaba su aventura en una isla local me dije: ¡Esto sí! Podíamos combinar unos días en un ‘resort’ soñado, con la experiencia de conocer la cultura local y descubrir el auténtico Maldivas.

¿Cómo se puede ir a este paraíso sin ser millonario? Seguid leyendo porque os cuento todo.


DATOS PRÁCTICOS

CUANDO IR

Marzo fue el mes elegido para realizar este viaje tan especial. El monzón de invierno (seco) se da entre noviembre y abril. Los precios son más altos que en el resto del año pero las condiciones del agua son de máxima claridad (lo que la hace especialmente favorable para el buceo), hay mucha «vida marina» y se evitan los aguaceros. De hecho, notamos una gran diferencia a la hora de bucear en abril, con aguas más revueltas y peor visibilidad.

Como en cualquier viaje, la suerte influye mucho cuando hablamos del tiempo, pero entre estas fechas hay más papeletas de tenerla.

PRESUPUESTO

– Vuelo: 1.293 euros los dos billetes con la compañía Qatar Airways haciendo escala de dos horas y media en Doha. 

-Visado: Te lo hacen allí en el momento y no tiene coste (si te quedas menos de 30 días).

-Hoteles: El precio total fueron 2.140 euros por 11 noches con desayunos incluidos.

La combinación ganadora fue Pearl Beach View y The Residence Maldives. Ambos alojamientos se encuentran en Gaafu Alifu Atoll, un atolón alejado de la capital (55 minutos en avión desde el aeropuerto de Malé y un trayecto de 15 minutos en lancha) y por tanto mucho menos concurrido y explotado.

Tengo que remarcar que Pearl Beach View es un hostel para viajeros muy rodados que no vayan pensando en un alojamiento de lujo con todo tipo de comodidades, sino para viajeros que quieran ver cómo se vive en una isla local, en un alojamiento muy sencillo a precio asequible y sobretodo que quieran conocer las islas desiertas que tiene este atolón. Podéis visitar su web aquí. El precio por noche ronda los 60 euros en alojamiento y desayuno (dependiendo del cambio del dólar) incluyendo el impuesto medioambiental y el IVA.

El «desmelene» lo hicimos en el Hotel The Residence Maldives, donde pudimos estar como auténticos reyes durante 3 días (2 noches). Es el mejor hotel en el que he estado nunca; suena exagerado pero es así. El precio ayuda a ello (son aproximadamente 800 euros el bungalow sobre el agua con piscina privada y régimen de alojamiento y desayuno con «descuento por reserva anticipada») pero la experiencia es inolvidable y única. Parece una locura al ver el precio «aisladamente» pero de verdad que una vez allí compensa (y más si es una luna de miel). Podéis visitar su web aquí.

– Desplazamientos: Algo que siempre trastocaba el presupuesto era el traslado al alojamiento. Un hotel cercano a Malé hacía que el precio se redujera pero que tuviéramos que sacrificar el poder disfrutar del paraíso en soledad y además nos quedáramos sin ver los tan característicos atolones desde el aire. Si nos alejábamos, el transfer privado era carísimo (por poner un ejemplo el precio del traslado del hotel The Residence Maldives era de 350$ por persona). ¿La solución? El hostel Pearl Beach View se encargó de reservarnos los billetes de avión hasta el aeropuerto de Kooddoo y el trayecto en lancha hasta Nilandhoo por 286$ por persona.

-Comida: Maldivas es un país de mayoría musulmana, por lo que está prohibido introducir carne de cerdo y alcohol (además de lo habitual) y no quisimos jugárnosla. En la isla de Nilandhoo hay dos tiendas, pero los productos que venden son muy básicos (plátanos, batidos, refrescos, bolsas de patatas y chuches…) por lo que allí poca cosa íbamos a poder comprar para hacernos un bocadillo.

Decidimos llevar más de media maleta llena de latas de mejillones, bonito con tomate, sardinas, calamares en su tinta y demás para poder comer en las islas desiertas que queríamos ver cada día. ¡Problema solucionado! Fue un gran acierto porque aunque el hostel preparaba unos sándwiches de bonito con cebolla que estaban muy ricos, para nosotros era poca comida y acompañarlos con una latita y una fruta ya era otra cosa.

Las cenas las hacíamos en el hostel. Los platos eran sencillos pero baratos y ricos: (arroz, noodles o kottu entre otros), aunque al estar tantos días se hacían muy monótonos (pero entendemos que allí es lo que hay).
El precio rondaba los 8 euros por plato por lo que con el agua y los bocadillos del mediodía gastamos aproximadamente un total de 250 euros en comida en Nilandhoo entre los dos.

En el hotel The Residence la cena buffet costaba 70 euros y la cena a la carta todo lo que tu bolsillo aguantase, desde hamburguesas a langosta. El almuerzo en el buffet eran 40 euros por persona, pero también podías comer algo rápido y más económico en la barra del bar de la piscina. Nosotros fuimos moderados y gastamos un total de 400 euros entre los dos en dos cenas y un almuerzo (ya que el resto de almuerzos los hicimos en la habitación con los bocatas y frutas que llevábamos).

-Excursiones: Todos los días que estuvimos en el hostel íbamos en busca de una isla desierta. Algo emocionante porque no sabías qué te ibas a encontrar. El precio de cada excursión dependía de la lejanía de la isla e iba desde los 30 a los 150 euros. Solo coincidimos con una pareja española de luna de miel y no quisieron hacer ninguna excursión juntos, por lo que el precio no lo pudimos rebajar.

Dependiendo de los días que tengáis y de las excursiones que queráis hacer el presupuesto variará. Nosotros hicimos un total de 7 excursiones en las 9 noches que estuvimos en el Pearl Beach y fueron 450 euros entre los dos.

-TOTAL: aproximadamente 2.500 euros por persona (dependiendo del cambio euro dolar).

EQUIPO

El atolón Gaafu Alifu se encuentra muy cerca del ecuador, por lo que el sol es abrasador. Ni con crema del 50 aguantas sin quemarte, por lo que os recomiendo llevar una lycra de surf y unos boardshorts. Así podréis hacer snorkel todo el tiempo que queráis sin miedo a estar como cangrejos al día siguiente. En el resort se pueden comprar cremas del sol (creo que en Nilandhoo no hay) pero es mucho mejor llevarlas desde España porque puede que no encontréis el factor que necesitáis (os recomiendo 50+). También hay que meter en la maleta un  protector labial solar y aftersun.

Las gafas de sol y gorra son imprescindibles. La arena es muy blanca y refleja muchísimo por lo que es muy importante ir bien protegidos.

Podéis llevar vuestro propio equipo de snorkel (nosotros lo hicimos), pero si no lo tuvierais, en el hostel os lo prestarán. Una gran compra fue la máscara de snorkel Easybreath de Decathlon. Cuesta 25 euros y te olvidas de respirar por un tubo como con las máscaras tradicionales. Con ella puedes respirar por la nariz y no se empaña. Fea es un rato, pero eso no importa cuando funciona tan bien debajo del agua.

También es muy importante llevar antimosquitos con alta concentración de DETT como el Goibi Xtreme o similar ya que en la isla local hay muchísimos mosquitos y en las cenas al aire libre os pueden comer (en el resort no hace falta porque fumigan y no hay ni uno). También llevamos mosquitera para poner sobre la cama del hostel y gel y champú.

Nosotros llevamos dólares en efectivo para pagar el alojamiento, las excursiones y traslados del hostel (aunque dan la opción de pagar con tarjeta). Además, cambiamos dólares a rupias maldivas en el aeropuerto de Malé para pagar en las tiendas de Nilandhoo, ya que allí no hay cajeros automáticos. En el resort se puede pagar con tarjeta.

En cuanto al tema fotográfico os recomiendo llevar, a parte del equipo habitual, un filtro polarizador para conseguir un cielo más intenso, con más fuerza y contrastado con las nubes. Además con él se eliminan los reflejos en el agua. Hay que tener en cuenta que, al utilizar un filtro polarizador, su máximo efecto se obtiene cuando la luz es lateral a 90°, esto quiere decir que con sol de frente o de espaldas, este filtro no tendrá efecto alguno.

Una cámara acuática y una GoPro para fotografiar y grabar las inmersiones son muy recomendables ya que debajo del agua hay todo un espectáculo esperándote.


DÍA 1

Nuestro vuelo salía por la noche de Madrid, por lo que las seis horas y media de trayecto hasta Doha se nos hicieron mucho más cortas de lo habitual. Llegamos a las 8 de la mañana, desayunamos, dimos una vuelta por las tiendas de la terminal y embarcamos en el siguiente vuelo de cinco horas. No fueron vuelos muy pesados y además con Quatar Airways  te aseguras la comodidad a bordo.

Cuando llegamos a Malé y salimos de la terminal del aeropuerto vimos a un chico con un cartelito con nuestro nombre. Muy amablemente nos acompañó a la terminal de vuelos domésticos (que está al lado) para facturar las maletas del siguiente vuelo hasta Koodoo. Agradecimos mucho este detalle por parte del hostel, la verdad.

El vuelo hasta el atolón Gaafu Alifu fue indescriptible.

Cuando divisé desde el avión las islas con sus barreras de coral, los atolones tan característicos de Maldivas, no podía apartar los ojos de la ventanilla, no podía parar de sacar fotos, de grabarlo en vídeo.
¡Estaba ansiosa! Era un sueño hecho realidad.

Llegamos a Koodoo (un aeropuerto muy peculiar con la pista rodeada de palmeras y aguas transparentes a pocos metros) y allí estaba Simaaz esperándonos para llevarnos en la lancha hasta Nilandhoo.

El trayecto fue muy corto, en 15 minutos llegamos a la isla.

El personal del hostel nos recibió con unos refrescantes cocos y nos explicaron el funcionamiento de las excursiones (cada noche elegiríamos a dónde ir al día siguiente).

Aquí os presento a Simaaz, el magnífico cocinero y las chicas que se encargaban de la limpieza el hostel.

Nos dieron una lista con los precios de dichas excursiones, un móvil maldivo para que lleváramos siempre encima por si pasaba algo, y nos acompañaron a la habitación.

La habían decorado con flores para darnos la bienvenida. Era muy muy sencilla, pero hay que entender que este tipo de negocios locales son relativamente recientes y los recursos de que disponen están todavía lejos del estándar occidental.

Nuestra idea no era estar en la habitación pero sí que hubiéramos agradecido un poco más de comodidad y sobre todo de limpieza.

Por fin estábamos en Maldivas ¡Comenzaba la aventura!

DÍA 2

El primer despertar en Maldivas fue como el de la mañana de reyes en la que estás deseando levantarte para ver los regalos que tienes.
En este caso, nuestro regalo fue la primera excursión a una isla desierta.

Desayunamos en el bonito patio del hostel.
El desayuno era siempre el mismo: una tortilla francesa, dos tostadas con mantequilla y mermelada y café o té, sencillo pero apañado.

‘Whatsappeamos’ un poco (el wifi es muy bueno) y rápidamente preparamos la mochila para irnos.

La primera isla elegida fue la pequeña ODAGALLA, un sandbank muy cercano a Nilandhoo y al resort The Residence. El hostel nos dejó un par de sillas, dos sombrillas, unas toallas y un bolso nevera para llevar el agua, los bocadillos y las latas que traíamos de España. Una vez en la isla además nos preparaban el «campamento» ¡Todo un lujo!.

El trayecto en lancha hasta Odagalla fue emocionante: los colores del mar, el ver la isla en la lejanía y saber que íbamos a estar allí los dos solos.

Cuando te sientas en tu silla, sin nadie alrededor, con esa belleza ante tus ojos no puedes dejar de resoplar y pensar que estás en el rincón más increíble del planeta. Es una sensación indescriptible.

Este era el sufrimiento que teníamos cada día, jejeje.

Las horas en Odagalla se nos pasaron volando. La mayor parte del tiempo estuvimos debajo del agua, explorando los miles de peces que había en la barrera de coral y pasando el corte (que confiaos estábamos aquí, ya veréis luego…)

Maldivas
DCIM\100GOPRO

Cuando bajó la marea pudimos andar para sacar unas bonitas fotos de la isla desde la distancia.

Las ‘waterpool villas’ del hotel The Residence se veían a lo lejos y lo mejor era que ¡en unos días estaríamos allí!

Quedamos con Simaaz en que pasara a recogernos pasada la puesta de sol. Así pudimos disfrutarla y poner el broche a nuestro primer día en Maldivas.

DÍA 3

Amanecía un nuevo y soleado día en Maldivas. Hoy habíamos decidido ir a bucear a mar abierto por la mañana y conocer la isla en profundidad por la tarde.

Desayunamos como cada mañana en el patio junto al que fue nuestro compañero todos estos días: un gatito majísimo al que bauticé como Michi (he de confesar que los gatos me encantan).

Cogimos nuestro equipo y nos fuimos al puerto a por la lancha.

Bucear en mar abierto es muy emocionante. Bancos y bancos de peces, tortugas, mantas y lo más temido: tiburones.

Pese a que nos aseguraron que nunca habían atacado a personas, se te corta la respiración al encontrarte con uno. Y cuando no es uno sino varios ya la cosa cambia. Ves uno a lo lejos que pasa de largo y te quedas impresionada, ver a otro más cerca y te asustas un poco, pero cuando ves que uno te ronda, los nervios te juegan malas pasadas y son difíciles de controlar.
Yo me puse bastante histérica y nadé hasta ponerme detrás de mi chico, cual damisela en apuros. No era muy grande pero me asustó un montón.

Después de bucear en varios puntos volvimos a Nilandhoo a comer y a echar una buena siesta hasta que bajara un poco el sol.

Con las fuerzas renovadas, nos cambiamos y nos fuimos a dar una vuelta por la isla (chicas, hay que cuidar la vestimenta, no os olvidéis).

Vimos a lo lejos la llamada «Bikini Beach» y decidimos acercarnos hasta su extremo para sacarnos unas fotos.

Parecía que estaba cerca pero no, esta un poco alejada y es muy pequeña. Es bonita porque tiene un inmenso palmeral y como veis las fotos están muy chulas, pero no creo que merezca la pena pasar más de un rato en ella, al menos en mi opinión.

De aquí nos fuimos al «centro del pueblo», sacando  fotos a los lugareños y respondiendo a los «Hola» en español de los niños (se nota que hemos ido ya bastantes españoles por allí).

Esta es la auténtica Maldivas y nos alegramos mucho de hacer este combinado y ver la parte local.

La puesta de sol desde el muelle fue espectacular ¡Qué atardeceres regala Maldivas!

Hoy cenaríamos en la playa que está al lado del hotel junto con la otra pareja de españoles.

Y aquí tenéis una muestra de la cena. Como veis comida en abundancia, no son los lujos de un resort pero estaba todo buenísimo.

Como no había luz alguna, el cielo se veía espléndido. Una pena que esta playa no la tengan nada cuidada (sin duda un punto a mejorar por el Pearl Beach).

RESTO DE DÍAS EN NILANDHOO

El resto de días en Nilandhoo tenían la misma estructura: desayunábamos, partíamos en la lancha rumbo a la isla elegida la noche anterior, al volver de ella le decíamos al cocinero qué queríamos que nos preparara para cenar, nos duchábamos, cenábamos, y a descansar.

Para no aburriros con el mismo relato día a día os indico las islas que visitamos con una pequeña descripción y unas fotos de cada una.

MATHIDHOO

Una espectacular isla desierta de arenas super blancas, aguas transparentes, mayor vegetación que en Odagalla y muy fotogénica.

Como siempre, divisábamos la isla desde la distancia, en nuestra lancha, donde comenzaban las mariposas del estómago a hacer acto de presencia.

Y es que esa sensación de llegar a una isla desierta, saber que vas a estar allí solo y que tienes todo un día para explorarla es una auténtica pasada, indescriptible.

En la isla había pájaros y cangrejos ermitaños super graciosos que hicieron nuestras delicias fotográficas. A los pobres los acosamos a fotos jejeje.

Había bastante corriente por lo que el snorkel fue más complicado pero eso no le restaba encanto, ya que fuera del agua el espectáculo de colores turquesas y troncos blancos estaba garantizado. Mirad que preciosidad.

Maldivas

HINAMAGALA

Arenas blancas y aguas transparentes como en las demás, pero con mayor vegetación y con un snorkel increíble.

En ella tuvimos la experiencia de encontrarnos cara a cara con una morena y con un tiburón. Ya nos habían avisado de que no pasáramos del corte (de la barrera de coral) para evitar este tipo de situaciones estando allí solos, y aunque seguimos las recomendaciones si que os acercamos y, claro, el susto que nos llevamos con ambos animales fue gordo.

Pese a esto fue la isla que más nos gustó de todas y a la que seguro que volvería si repito Maldivas (que seguro que si). Mirad que pasada y toda para nosotros dos solos.

Justo enfrente está la isla de LAABADHOO (a la que no fuimos pero que se veía muy parecida a Hinamagala). Si os fijáis en la foto se ve al fondo, una islita redonda y seguro que preciosa.

Mirad el color del agua, es que es impresionante, no me cansaré de decirlo. Y bueno, nuestro «chiringuito» bien colorido jajaja. El paraíso.

En Hinamagala pasamos la mayor parte del día debajo del agua porque era como estar en un acuario ¡nunca había visto tantos peces!

Maldivas
Maldivas
Maldivas

Además, fotografiarlos era todo un reto e íbamos detrás de ellos con la cámara para lograr alguna imagen chula (es bastante difícil porque lógicamente no paran y se asustan, pero con la GoPro puedes sacar vídeos y de ellos extraer las fotos).

Maldivas

Esta es la morena camuflada que nos dio un buen susto y la culpable de que después ya nos diera más miedo acercarnos al corte o indagar entre las rocas.

Además pudimos ver pasar una familia de delfines mientras nos bañábamos con la puesta de sol, algo totalmente idílico y romántico. Delfines en libertad, allí solos, en medio de una isla desierta en Maldivas ¿suena bien verdad? Esta isla, pese a estar alejada decidimos repetir dos días de lo que nos gustó.

Maldivas
Maldivas

ODAGALLA

A Odagalla fuimos dos veces (la primera os la he contado al inicio de la entrada). Fue la primera isla desierta que pisamos en Maldivas.

Al ser la más cercana era la más económica y como los últimos días la mar estaba más complicada para entrar en las islas más lejana (hay que pasar el corte de la barrera de coral y corre peligro la lancha) repetimos en esta maravilla.

Esta arena y este color me tenía loca y lo mejor era que ¡no había que compartirlo con nadie!

Los atardeceres, como siempre, impresionantes .

RESTO DE DÍAS: THE RESIDENCE MALDIVES

El viaje a Maldivas puede pararse perfectamente antes de este apartado. Incluso una de las excursiones del hostel es ir al hotel The Residence Maldives, por lo que se puede disfrutar de sus instalaciones durante el día sin estar alojados. Su coste eran 60 dolares por el trayecto en lancha y luego allí tenías que pagar por un paquete de consumiciones (barra libre de cerveza y aperitivos por ejemplo).
Fijaros lo que se puede recortar el presupuesto inicial si quitamos dos noches en este hotel (800 euros menos por persona como mínimo).

En nuestro caso queríamos tener la experiencia de dormir en una water pool villa y sentirnos como reyes por unos días en este viaje tan especial, por lo que hicimos el esfuerzo económico que esto supone.

Las fotos no pueden expresar sensaciones, por desgracia pero es la única forma de enseñaros el lugar.

Nada más llegar veréis las pasarelas y caminos que os conducirán al paraíso.

Y ya en la zona de las water pool villa empezareis a soñar con lo que hay detrás de las puertas de esas maravillosas casitas.

Y cuando esas puertas se abren vuestra cabeza y ojos explotará de lo que veréis. Bienvenidos al paraíso segunda parte (la primera eran las islas desiertas).

La habitación era enorme y estaba decorada con mucho gusto.
El mar se podía ver desde cualquier parte de la villa y las puertas se abrían para poder tener toda la estancia (habitación, salita y baño) al aire libre.

Todo estaba impoluto. Teníamos dos bicicletas en la puerta para ir de un lado a otro del hotel de forma más rápida y más divertida que andando.

Nos recibieron con una botella de vino y unas frutas y lo primero que hicimos fue meternos en nuestra piscina. ¡Aquello era increíble!

Teníamos una preciosa isla desierta justo enfrente y ningún sonido salvo el de las olas del mar rompiendo en la barrera de coral. Comimos en la terraza y volvimos a la piscina ¡nos pasamos las horas allí!

Y ¿el baño? Alucinando con esa bañera al borde del mar, donde además si queríamos podíamos abrir las puertas correderas y sentir la brisa y el sonido del mar. ¿El mejor baño de mi vida? Si y muy difícil de superar.

El sol empezó a esconderse y ya era hora de salir de esa impresionante bañera llena de sales y darme una ducha (ahora tocaba decidir en qué ducha, si en la interior o en la exterior ¡porque había dos!).

Nos arreglamos y fuimos a cenar al buffet del hotel, no sin antes volver a desenfundar las cámaras para sacar estas instantáneas tan mágicas del atardecer.

Llegamos con tantas ansias al bufet que solo nos acordamos de sacar una foto cuando estábamos en los postres jajajaja.
Después de tantos de días de comida mucho más sencilla aquello era todo un derroche para los sentidos. Fijaros en todos los postres que cogimos, y ¡no dejamos ni las migas!

Terminaba así uno de los días más esperados en Maldivas, y lo mejor era que no era el último.

Y si los atardeceres son preciosos con la estampa de las «casitas del agua» el amanecer no se queda atrás.

Esta vez decidimos madrugar y ver la salida del sol desde nuestra terraza ya que la villa la teníamos con vistas al amanecer (las hay con vistas al atardecer, son más caras aún).

La estampa era preciosa y mereció muchísimo la pena el madrugón. Mirad, mirad.

Maldivas

Cogimos nuestras bicis y nos fuimos a desayunar. Mirad el pequeño video que grabamos.

El desayuno era estilo bufet, con muchísimas opciones. Me recordó a las salas de los hoteles de Punta Cana o Riviera Maya, con mucha menos gente eso sí.

La bici se aparcaba en la puerta, para poderla coger a la salida y regresar a la habitación ¡como molan esas cosas!

Con el estómago lleno decidimos volver a la villa, no sin antes parar a sacarnos una foto de recuerdo en la pasarela que conducía al paraíso jejeje.

Hoy pasaríamos todo el día en nuestra casita, leyendo, escuchando música, bañándonos, haciendo snorkel en la laguna y sacándonos fotos de postureo total. Qué sufrimiento, ¿verdad?

Maldivas

En el agua pudimos ver algunos animalitos. Yo con los tiburones seguía sin fiarme y ni me acercaba jajaja.

Y allí estuvimos hasta que se nos hizo de noche, disfrutando de la belleza del lugar, de nuestra piscina y sobre todo de las charlas y momentos juntos, porque en Maldivas no hay nada tan importante como ir en la mejor compañía.

Y con este pedazo de atardecer desde la piscina decidimos dar por concluido nuestro día. Otra imagen para guardar en la retina y en nuestros corazones.

Hoy cenábamos en el restaurante «Falumha» para despedir la última noche en Maldivas a lo grande.

Muy romántico, muy tranquilo y la comida increíble. Fijaros en la presentación, todo cuidado al detalle.

Todo nos supo a gloria. Tocaba volver a la habitación a descansar, pero antes no pudimos resistirnos a disfrutar del impresionante cielo estrellado de Maldivas.

Y llegaba el último día en nuestro querido resort. ¡Una pena no ser ricos para poder quedarnos aquí una semana entera jajaja! Pero también os digo que la experiencia en la isla local y, sobre todo, recorriendo las islas desiertas no las cambio por nada del mundo y doy gracias por conocer y vivir ambas experiencias.

Nos despedimos de nuestra casita del agua y disfrutamos de la piscina del hotel hasta el atardecer, momento en el que nos vendrían a buscar los chicos del Pearl Beach View.

A la zona de la piscina no nos habíamos acercado porque teníamos nuestra super piscina privada pero aquí también se estaba genial. Lo tenían todo impoluto y ya veis que vistas.

Momentazo cerveza y picoteo no podía faltar jajaja.

Y la comida la hicimos también en el bar de la piscina. Una hamburguesa cara pero que nos supo a gloria.

Hasta tuvimos entretenimiento con unos novios que se estaban sacando un reportaje de fotos.

Y ahora si, con la puesta de sol decíamos adiós a este magnífico hotel.

La lancha del Pearl Beach nos esperaba para llevarnos de nuevo a Nilandhoo ya que al día siguiente salía nuestro vuelo de regreso a España.

Nos despedimos del personal del hostel y prometimos volver. Si algo tengo claro es que esta aventura de islas desiertas, arrecifes de coral, millones de peces y casitas del agua tenemos que repetirla porque…..¿Quién no quiere volver al paraíso?.

Espero que os haya gustado la entrada y, como siempre, si tenéis alguna duda podéis encontrarme en  Instagram donde tengo un montón de fotos y stories de mis viajes o en  Facebook.
No olvidéis pinchar en «Me Gusta» y «Seguir» en ambas para estar al día de todo lo que publico.

¡Salud viajeros!