
Las Islas Griegas conservan toda la magia que hace miles de años enamoró a los dioses griegos. Aguas turquesas, playas de fina arena, pueblos blancos salpicados de cúpulas azules, una gente maravillosa y una gastronomía que te quita el sentido.
Todo esto hace que sean un destino idílico para disfrutar de unas vacaciones de verano.
En esta entrada os voy a mostrar las dos islas que elegí para nuestra primera visita al país Heleno y el recorrido exprés que hicimos en Atenas.
Seguid leyendo porque el paraíso de los dioses también puede ser vuestro paraíso.
CUANDO IR
La temporada alta es el verano, entre los meses de julio a agosto.
En esta época se puede disfrutar del sol, de las playas y de las piscinas de los hoteles, pero la parte mala es que os encontraréis con muchísima gente. Además en Atenas el calor en estos meses es insoportable. Por no hablar de los precios, desorbitados sobre todo en las islas.
Junio también se considera temporada alta pero no está todo tan abarrotado como en los meses siguientes.
En Creta al ser una isla grande los turistas se dispersas más y nosotros nos sentimos en ningún momento agobiados y como fuimos en plan playas pues genial. En Santorini, por ejemplo, ver la puesta de sol fue un deporte de alto riesgo que nos hizo marcharnos pitando a otras zonas donde estuviéramos tranquilos.
Atenas la recorrimos de forma express y, pese a empezar las visitas a primerísima hora de la mañana, el calor que hacía era horroroso.
La temporada media comprende los meses de abril-mayo y septiembre, meses donde las temperaturas son más suaves, hay menos turismo y los precios son más bajos.
Habrá servicios que no estarán a pleno rendimiento, como ferris o vuelos, pero nada comparado con la temporada baja (de octubre a marzo).
Con toda esta información, los meses que más os recomiendo para visitas las Islas Griegas y Atenas son mayo, junio o septiembre. Nosotros fuimos a finales de agosto porque no teníamos otra opción pero debéis saber los pros y contras que tiene.
DATOS PRÁCTICOS
– Ruta: La distribución de este viaje la hicimos de la siguiente forma:
- España-Heraclión- Palacio de Cnosos-Chania
- Días 2 a 8 en Chania: Balos, Elafonisi,Falassarna,Loutro
- Chania-Heraclión-Santorini
- Fira
- Faro de Akrotiri, Playa Roja, Playa Blanca y Oia
- Santorini-Atenas (visitas exprés)-España
-Islas elegidas: Pongo este apartado como primer punto porque lo más importante de un viaje a las Islas Griegas es elegir las islas a visitar en función de lo que se quiera ver y/o hacer.
Yo me volví loca mirando opiniones en foros, diarios de viaje, etc… para elegir una isla con playas paradisíacas de arena fina donde poder descansar toda una semana y otra isla romántica donde ver las imágenes de postal que tenía en mente cuando pensaba en las Islas Griegas. Encontré playas preciosas pero que según la época, el viento hacía que no se pudiera estar muy cómoda, islas masificadas que perdían todo su encanto, muchas opciones de cruceros…
Al final, Creta fue la elegida para pasar toda una semana y Santorini puso el broche final. Sin duda dos opciones, que como veréis más adelante, fueron muy acertadas para nuestro propósito.
-Vuelo: El vuelo principal lo reservamos con Iberia a y desde Atenas y los vuelos internos los reservamos con Aegean Airlines hasta Creta, Ellinair hasta Santorini y nuevamente Aegean Airlines para volver a Atenas. Cinco vuelos en total. Dependiendo de vuestra ciudad de salida esta combinación puede ser totalmente distinta ya que desde muchas ciudades españolas hay vuelos directos hasta Santorini, por poner un ejemplo.
-Desplazamientos: Para recorrer Creta alquilamos un coche con la compañía Mission Car Rental (podéis ver su web pinchando aquí).
La verdad es que el coche era «chungo» a más no poder, de hecho nos lo tuvieron que cambiar. Era de lo más barato y claro, no podíamos esperar un último modelo, pero para lo que lo necesitamos nos hizo el servicio. No obstante, yo os recomendaría mirar alguna otra compañía más conocida.
En Santorini el transporte elegido fue un quad para poder movernos sin los agobios de no tener dónde aparcar y los desplazamientos al aeropuerto los reservamos con el hotel.
El recorrido exprés por Atenas lo contratamos con Stelios Spinoulas, un hombre encantador que nos llevó de forma privada en su coche a todos los lugares que le pedimos. Una gozada y muy cómodo.
Para conductores Españoles no es necesario llevar el carnet de conducir internacional, con el del país de origen es suficiente. Si tenéis alguna duda o sois de otra nacionalidad preguntad a la compañía de alquiler directamente para poder solicitarlo con anticipación en caso de que fuera necesario.
-Seguro: En todos los viajes internacionales (aunque el destino sesa un país de Europa y sirva la tarjeta sanitaria europea) nos gusta llevar un seguro privado. Viajamos mucho más tranquilos y lo consideramos parte imprescindible en la organización del viaje. Es un gasto, si, pero no hay nada más importante que la salud y más cuando estás fuera de casa.
En la compañía Iati, tienen un montón de modalidades para que elijáis la que más se adapta al tipo de viaje que vayáis a realizar.
Si accedéis a través de este enlace o pincháis en la foto, tendréis un 5% de descuento.
-Comida: La gran sorpresa del viaje. Jamás imaginamos que en las Islas Griegas se pudiera comer tan bien y tan barato.
Mousakas, Tzatziki, Dolmadakia, ensaladas griegas y pescados fresquísimos son unos pocos ejemplos de los grandes platos que podréis degustar aquí. Ingredientes naturales, sanos y riquísimos. Para comer, como normalmente estábamos en la playa, nos llevábamos bocadillos, pero para cenar no perdonábamos ni un solo día la experiencia de pedir un plato nuevo en un acogedor restaurante a la luz de las velas.
EQUIPO
Poco tengo que detallar en esta ocasión. Es un viaje de playa en Europa, por lo que lo típico: protector solar alto, gafas, gorra, equipo de snorkel etc.
Hay supermercados y tiendas, por lo que si se os olvida algo allí lo podéis comprar.
Sí que os remarcaría que en las Islas Griegas vais a ver unas puestas de sol impresionantes (y no precisamente desde el mirador abarrotado de Santorini) por lo que estar con la cámara en esos momentos es imprescindible. Os va a dejar sin palabras, ya veréis.
Las noches también son muy importantes. La poca contaminación lumínica de las Islas Griegas hace que se pueda ver el cielo en todo su esplendor. Unos prismáticos y un planisferio celeste hará que paséis unas noches entretenidas y diferentes buscando las constelaciones.
La moneda es el Euro y, como detalle, en pueblos aislados de Creta no nos aceptaron tarjetas de crédito, por lo que llevad siempre dinero en efectivo. Esto lo comprobamos en una gasolinera, imaginaros el susto si no tienes dinero y el depósito está vacío.
DÍA 1
Aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Heraclión Nikos Kazantzakis a primera hora de la mañana. La escala en Atenas había sido nocturna y estábamos muy cansados porque no habíamos podido pegar ojo en el aeropuerto (la megafonía no paraba de sonar y así era imposible dormir un poco). Cogimos el destartalado coche de alquiler y comenzamos el recorrido.
Nuestro campamento base para toda esta semana estaba en Chania (también llamada La Canea), pero antes queríamos ver el Palacio de Cnosos, a escasos diez minutos del aeropuerto.
El yacimiento, con ocupación humana desde el 7000 a.c. fue la ciudad más importante de Creta durante la civilización minoica, que alcanzó su máximo esplendor en el segundo milenio a.C. siendo así el complejo palacial más antiguo de Europa.


Lo visitamos a primera hora y no había muchos turistas, eso sí, el calor que hacía era brutal.
El fresco del salto del toro es lo más característico, pero ya veréis que está totalmente restaurado, por lo que, para mí, pierde encanto. Se nota «demasiado» cómo lo han pintado. Aun así, es una visita rápida que no te hace desviarte mucho de la ruta hacia Chania. Si fuerais con poco tiempo yo creo que es prescindible.

Lo que sí que me fascina del Palacio de Cnosos es la leyenda que hay detrás de este lugar.
«Cuenta la leyenda que Minos (hijo de Europa y Zeus y por tanto ungido soberano cretense) recibió un regalo de Poseidón, dios del mar y hermano de Zeus, consistente en un soberbio y hermoso toro blanco. Poseidón esperaba que Minos le retribuyera ofreciéndole el toro en sacrificio, pero el soberbio rey decidió sacrificar otro toro y mantener a la hermosa bestia de su propiedad.
Poseidón montó en furia y decidió castigar al rey hechizando a su esposa, Pasífae, con un incontrolable deseo sexual por el toro.
De ese deseo, Pasífae dio a luz al Minotauro, de cuerpo humano y cabeza de toro, y para ocultar su vergüenza, Minos, encargó la construcción de un laberinto del que le fuera imposible escapar.
El rey ofrecía al hombre toro vidas humanas como sacrificio hasta la llegada de Teseo, que mata a la bestia y logra salir del laberinto gracias a la ayuda de la diosa Ariadna y su hilo mágico».



Después de ver las ruinas volvimos al coche y emprendimos el viaje.
En poco más de dos horas estábamos en Chania. Aparcamos el coche y nos acercamos con las maletas hasta el estudio que habíamos reservado para pasar esa semana: Archontiko Evgenia Studios, unos mini apartamentos decorados de forma tradicional pero con detalles muy bonitos y equipados con una pequeña cocina para preparar el desayuno. Y desde la habitación se veía el mar ¡cosa que me encanta!


Los estudios están ubicados en una callejuela peatonal super tranquila, llena de encanto y muy cerca de la zona de restaurantes para no tener que coger el coche a la hora de cenar. Además, en las inmediaciones hay aparcamiento gratuito, por lo que dejar el coche no era un problema. Sí que hay que tener en cuenta que NO tienen ascensor. Si se va con niños pequeños o se tiene algún problema de movilidad no es la elección adecuada.
De Chania qué os puedo contar…Nos enamoró. Me atrevería a decir que es la ciudad más bonita de Creta, con su viejo puerto veneciano y la Mezquita de los Jenízaros como señas de identidad. Tiene tanto encanto, una atmósfera tan especial que no te querrás ir de allí nunca.


Pasear por sus callejuelas es un placer. Edificios con un aire decadente precioso, puertas y ventanas tan fotogénicas, rincones especiales… Lo digo muchas veces, pero es que es verdad, las ciudades con este «aire» nos encantan.




La zona del paseo marítimo, con su faro y sus restaurantes, tiene un encanto especial, sobre todo al atardecer y al amanecer, dos momentos del día muy diferentes pero con magia.



Y cuando cae la noche ¡buf! Es todo un lujo ir a cenar a los restaurantes al aire libre que hay en las callejuelas o a los que están en patios con toda la esencia de la época veneciana. Muchos, además, aumentan su encanto añadiendo música en directo. ¿Qué más se puede pedir?

Semiramis, Mikio, Moutoupaki, Portes, Tholos, To Xani, son sólo unos ejemplos de los lugares donde cenamos y os puedo asegurar que en todos cenamos tan bien y a tan buen precio que no puedo decidirme por uno solo.


Mi mejor recomendación es que salgáis a explorar los callejones de esta ciudad, os sentéis y disfrutéis. El espectáculo gastronómico está asegurado. Por algo se dice que es una isla para «gastroturistas».


Y para dar fe de lo que escribo, os pongo algunas fotos de los deliciosos platos que pedimos. El pesado fue nuestra elección principal: sardinas, pulpo, dorada, calamares, todo absolutamente delicioso ¡Seguro que os entra hambre nada más verlos!




Al igual que hice con la entrada de Maldivas, para no repetirme y que os resulte pesado, lo que voy a hacer es detallar las playas que visitamos.
La rutina era siempre la misma: levantarnos, desayunar, coger el coche, ir a una playa, vaguear durante todo el día, volver al apartamento, ducharnos y salir a cenar. ¿Qué mal verdad? 🙂
DÍAS 2 A 8
BALOS
Paradisíaca, exótica, idílica…Con su laguna de aguas azul turquesa, Balos es una playa en la que el tiempo parece detenerse. Su chiringuito y sus hamacas pueden haceros pensar que es una playa masificada, pero no, la tranquilidad que se respira en ella es única.
Solo os digo que es una de las playas más impresionantes que he visto, a la que fuimos dos días (y no repetimos un tercero porque como veréis más adelante llegar hasta ella no es muy «cómodo») y que si volvemos a Creta no faltará en nuestro itinerario.

Está a 52 kilómetros de Chania y tardareis en llegar aproximadamente hora y media.
Cuando se entra en la zona protegida hay que pagar una tasa de entrada (1 euro cuando fuimos nosotros) y subir por una carreterilla de cabras (literalmente) que no está en muy buen estado.


En quince minutos estaréis en el aparcamiento listos para emprender un pequeño treking hasta la playa (de unos 20 minutos).
A la ida es cuesta abajo y a la vuelta, lógicamente, cuesta arriba, por lo que hay que ir con las pilas cargadas.


Si fuerais con niños muy pequeños o con personas que no tienen buena movilidad, la bajada a la playa se complicaría un poco, por lo que os recomendaría optar por la opción de llegar hasta ella en barco. La compañía Cretan Daily Cruises ofrece este trayecto. Podéis ver su web pinchando aquí.
Pero si no es vuestro caso, yo os animo a hacer este tramo a pie. Las vistas desde lo alto son impresionantes y no parareis de sacar fotos a cada paso. Eso sí, daros crema, porque el sol pega de lo lindo.


Al llegar a la parte de abajo veréis las sombrillas y las hamacas que hay para alquilar. Son color arena y es todo un acierto porque se mimetizan con el entorno y no le quitan protagonismo. Cuestan 8 euros, por lo que no merece la pena cargar con la sombrilla por la montaña ni pasar calores a pleno sol.

Alquilamos una en primera línea, fuimos al chiringuito a por una bebida y tumbados allí viendo ese paisaje de agua turquesa y arena rosa pensamos: ¡Esto es vida!


En una parte de la playa podréis observar el color rosa de la arena, aquí en la foto se ve más intenso que al natural pero no deja de ser super curioso y el contraste con el color turquesa del agua es simplemente espectacular.

Las horas en esta playa se os van a pasar volando por lo que os recomiendo quedaros en ella hasta la puesta de sol para así poder tener estas preciosas vistas, tanto desde la parte de la playa, como desde lo alto del sendero cuando emprendáis la subida para coger el coche.

Y con esta bella imagen de la puesta de sol en Balos os despediréis de una playa de postal. No me digáis que no es una auténtica pasada.

Los atardeceres en las Islas Griegas son de otro planeta. Tanto en este viaje como en el que hicimos a Mykonos hemos dicho lo mismo, son de los más espectaculares que hemos visto nunca.

ELAFONISI
Otra paradisíaca playa de arenas rosadas y aguas tranquilas y cristalinas es Elafonisi.
Se encuentra a 71 km de Chania y os costará llegar a ella aproximadamente una hora y media, ya que la carretera tiene muchas curvas y no se puede correr.

Es una playa preciosa pero la parte negativa que tiene es su masificación. Si en Balos os recomendaba alquilar unas hamacas y una sombrilla aquí es todo lo contrario. Buscar un sitio apartado de esta zona donde poder estar tranquilos ya que de lo contrario os pasareis la jornada entre gritos de niños, gritos de padres y bailes y demás «folclore» que se monta allí.

Si camináis en dirección a la colina veréis cómo este tema cambia y si madrugáis, también podréis ver este paraíso sin apenas gente.
No os perdáis tampoco su arena rosada, al igual que os he comentado en Balos. Esos contrastes de color son una pasada.

LOUTRO
Este pueblecito tan pintoresco estaba en mi ruta, pero finalmente no nos dio tiempo a visitarlo.
Está situado a 96 km de Chania y supone más de dos horas de coche hasta llegar allí por unas carreteritas que en el mapa no pintaban muy bien.
Es uno de los pueblos que sin duda visitaremos si volvemos a Creta, alojándonos allí al menos una noche. Yo creo que si tenéis ocasión debéis acercaros a verlo.
Os dejo una foto que he sacado de Internet del Hotel Porto Loutro para que veáis cuánto encanto tiene.

FALASSARNA
La playa de Falassarna está ubicada a 51 km de Chania y llegareis en menos de una hora.
Es una playa extensa en la que poder dar largos paseos, con aguas cristalinas y con bastante oleaje (es una playa ventosa y no hay laguna como en las anteriores).

También cuenta con servicio de hamacas y sombrilla por 8 euros, chiringuito y hay parking para poder dejar el coche al lado de la playa. Lógicamente no se puede comparar en belleza con Balos o Elafonisi, pero para cambiar está muy bien (y se llega más fácilmente que a las anteriores). Hasta aquí nos acercamos dos días.

En ella podéis hacer muchos deportes como Kitesurf, Jet ski, etc… Snorkel es un poco complicado por el oleaje.

Al igual que nos pasó en Balos, no pudimos resistirnos a parar y sacar una foto a una bonita iglesia que había en el camino de vuelta a Chania. Son tan diferentes y tan características que es imposible resistirse.

Y ahora os pongo una secuencia de fotos de la que fue una de las puestas de sol más impresionantes que hemos visto jamás.
El sol nos deleitó con esta estampa que nos dejó con la boca abierta. Pensábamos que esto iba a suceder en Santorini, pero no, fue en Creta. Las montañas, la luz, la barca de pescadores, todo era perfecto.



El sol iba escondiéndose por las montañas hasta que desapareció y la oscuridad empezó a reinar. No hay palabras para describir estos momentos en un viaje, son de los que no se olvidan.


Y con esta maravillosa estampa nos despedíamos de Creta, con pena pero con muchas ganas de llegar a nuestro siguiente destino: Santorini.
DÍA 9
Hoy tocaba dejar el apartamento y emprender el camino de regreso a Heraclión para coger nuestro vuelo interno a Santorini. ¡Qué pena nos dio decir adiós a Chania!
El camino ya lo conocíamos y en dos horas estábamos devolviendo el super coche de alquiler. El vuelo fue sin incidencias y en 45 minutos aterrizábamos en el aeropuerto de Santorini. El traslado lo teníamos reservado con el hotel, por lo que íbamos muy tranquilos.
Kalestesia Suites fue la elección para pasar tres noches en la isla. Un hotel impresionante, idílico, con unas habitaciones y vistas increíbles, un personal encantador y super tranquilo ya que se encuentra en Akrotiri, lejos del bullicio. Solo tengo adjetivos buenos para este hotel. Es un poco carillo pero fue el capricho del viaje y sin duda alguna lo vale.


Nosotros elegimos una habitación doble superior con vistas panorámicas y alucinamos al entrar en ella.
Tenía tres plantas. En la primera la cama, una pequeña cocina y el baño, todo decorado con un gusto exquisito en tonos blancos y azules, por algo estamos en Grecia.


En la entreplanta había un sofá en una pequeña salita para descansar y en la última una maravillosa terraza panorámica con unos pufs y unas vistas impresionantes al estar en la «casita» de la esquina.
Además, como detalle, nos dejaron unas frutas y una botella de champán en la habitación.




La zona de la piscina era otro remanso de paz, con música chill out, sin ruidos, una maravilla. Santorini no destaca por tener grandes playas, por lo que, para mí, elegir un buen hotel con piscina es la clave. Y esta la teníamos casi siempre para nosotros solos. Una gozada.


Como hasta el día siguiente no teníamos vehículo para movernos por la isla (alquilamos un quad) nos quedamos en el hotel, disfrutando de una maravillosa puesta de sol desde la terraza de nuestra habitación y cenando en su restaurante.



Elegimos la isla de Santorini ya que nos parecía que era la que más encanto tenía de todas las Cícladas, la más especial.
No quiero hacer de menos a islas como Mykonos o Naxos, pero queriendo disfrutar de una sola sin prisas no podía imaginarme otra que no fuera Santorini.
Y para conocer un poquito más de la historia que tiene la isla, os cuento algunas curiosidades que leí en la web de National Geographic. Al menos a mí me parecieron muy impactantes ya que fue una de las mayores catástrofes volcánicas (lo que hoy se llama una erupción supervolcánica), mucho más violenta que la del Vesubio en el año 79 y similar a la del Krakatoa indonesio en 1883.
Hace alrededor de 3.600 años, un enorme volcán destruyó Thera, la isla hoy conocida como Santorini.
Santorini se encuentra en una de las zonas tectónicas más agitadas del mundo, en el llamado arco Helénico. Entre 150 y 170 kilómetros por debajo de la isla, la placa Africana se hunde por debajo de la Euroasiática y como consecuencia de este proceso de subducción, en la corteza terrestre se va acumulando magma.
En aquella ocasión la acumulación fue tan grande, que la presión abrió las puertas del infierno. Una columna de cenizas y rocas volcánicas de más de 30 kilómetros de altura se elevó hacia el cielo, flujos piroclásticos candentes barrieron la isla, y la cámara magmática se vació rápidamente.
Como consecuencia, el techo del volcán se vino abajo y se formó una caldera de hasta 400 metros de profundidad.
El mar de alrededor de la isla empezó a bullir. La enorme cantidad de material volcánico eyectado formó depósitos de hasta 60 metros de grosor, tal y como hoy puede apreciarse en los actuales acantilados de Santorini, que son las paredes de la antigua caldera. Todo quedó sepultado: personas, edificios y prácticamente todo ser vivo.
A 400 kilómetros a la redonda reinó la oscuridad durante días enteros y el viento de poniente llevó la nube de cenizas hasta Asia Menor, que quedó cubierta por una capa de diez centímetros de grosor.
Las olas de más de diez metros generadas por el consecuente tsunami azotaron las otras islas del Egeo. Transcurrieron siglos hasta que Thera volvió a ser habitable.
La isla de Nea Kameni, enclavada en plena caldera, emergió en 1707 fruto de nuevas emisiones de lava.
Entre 2011 y 2012 se ha elevado 15 centímetros. El volcán submarino Kolumbo se agazapa bajo las aguas y los datos científicos indican que podría dar un nuevo zarpazo a Santorini.
¿Habrá una nueva erupción? ¿Un gran terremoto? ¿O, como hace 3.600 años, ambas cosas?
DÍA 10
Teníamos por delante dos días para recorrer Santorini, pero antes debíamos recargar fuerzas con el super desayuno que teníamos incluido con la habitación. ¡Qué gozada es empezar el día así!
Optamos los dos días por disfrutar de la piscina por la mañana y visitar los dos pueblecitos más conocidos por la tarde para así tener la mejor luz: Oia y Fira.
Por cierto, elegir un quad (o una moto) es todo un acierto porque aparcar en estos dos pueblos es muy complicado y con un coche habríamos perdido mucho tiempo buscando aparcamiento. No es, lógicamente, la opción más cómoda pero sí la más acertada por este motivo.
Debéis tener cuidado y no apurar la gasolina ya que las gasolineras no abundan, por lo que ante la duda, depósito lo más lleno posible.
FIRA
Fira (o Thira) es la capital de Santorini. Está asentada sobre un acantilado a 260 metros sobre el nivel del mar mirando directamente a la caldera del volcán.



Es un pueblo lleno de estrechas y encantadoras callejuelas donde las casas encaladas de blanco con puertas y ventanas azules te hacen recordar que estás en las Islas Cícladas.
No hay un itinerario fijo, lo mejor es perderse y disfrutar de este pueblo en solitario, huyendo de las zonas masificadas.



Aunque en verano Santorini está saturada de turistas, siempre vais a poder encontrar un rincón sin apenas gente. La ventaja de no ir en un crucero es esta: poder disfrutar de los lugares con tranquilidad, sin que el reloj marque el ritmo. Y en estas vacaciones eso era lo que buscábamos.


A medida que el sol iba bajando empezamos a ver cómo los tonos cambiaban y el blanco radiante pasaba a ser un baño dorado precioso.



Nuestras cámaras no paraban, que efímero es un atardecer pero como se disfruta. Y que me decís de este gatete. La de carantoñas que le hice, era una preciosidad (adoro a lo gatos, si, son mi debilidad).


Pudimos ver cómo recogían a los burritos y caballos que suben a la gente que llega a Santorini en barco. Nos dio bastante pena, sobre todo los burros porque las cuestas son importantes y son tan pequeños.
Si os fijáis, el burrito lleva un collar que es un amuleto azul que sirve para protegerse del mal de ojo. Se llama Matis y veréis que lo venden en un montón de tiendas.


En Fira hay un montón de terrazas con encanto donde poder cenar, pero para hoy teníamos reservada una cena mucho más especial: Asterias, en Akrotiri (donde nos alojábamos).
Cogimos el quad, fuimos al hotel a cambiarnos y nos dirigimos a este restaurante a cenar.
Las expectativas que teníamos con este restaurante eran muy altas y cumplió con creces. Uno de los restaurantes más románticos en los que he estado, donde cenas a ras del agua, sin ruidos más que el romper de las olas y con una decoración con velas perfecta. La comida y el servicio de diez. Pedimos espaguetis con langosta y por 19 euros nos pusieron media langosta «bien cargadita». Lo acompañamos con una ensalada de marisco y una tarta de queso. Todo riquísimo.


Nos estaba encantando Santorini, y lo mejor es que ¡teníamos otro día para disfrutarla!
DÍA 11
Después de pasar una noche contemplando estrellas con el planisferio en la terraza de la habitación hasta las tantas, nos despertamos con sueño pero con ganas para recorrer por segundo día la isla. Desayunamos y reposamos el desayuno en la piscina del hotel.
Unos largos en solitario, hamaca, solecito, cervecita, en un viaje de relax había que hacer eso, estar relajados y sin prisa por ir a ningún sitio.

Decidimos coger el quad y acercarnos antes de comer a ver el Faro de Akrotiri, desde donde se puede ver una puesta de sol muy bonita y las poblaciones de Oia y Fira en la distancia. En nuestro caso, como teníamos la misma vista desde el hotel, nos pareció una visita poco destacada.


Desde aquí nos fuimos a ver la Playa Roja, un lugar muy peculiar que, como su propio nombre indica, es una playa de un color rojo intenso, con arena y fondos del mismo tono. El contraste de este color con el azul del mar era chulísimo.
Pero cuando decía que en Santorini hay que reservar un buen hotel con piscina, era por esto. La playa era muy curiosa pero desde luego, de cómoda no tenía nada.
En temporada baja supongo que se podrá estar más tranquilo, pero en pleno verano no había ni un hueco libre, y a mí personalmente, no me gusta nada estar en una playa donde me siento como una sardina en lata.

Nos gustó mucho una iglesia ortodoxa que había al lado del acantilado. Como pasaba con el mar, el contraste de la pared rojiza con el blanco le daba un toque muy especial.

Desde aquí valoramos el acercarnos a ver la Playa Blanca (que se veía en la distancia), pero nos parecía que no tenía mucho encanto. Igual en un velero viéndola desde el mar lo tiene, pero desde tierra, con una arena de cantos y abarrotada, como que no.
De camino al hotel paramos de nuevo en otra iglesia de un pueblo a sacarle una foto. Se nota que nos gustaron mucho las iglesias ¿verdad? Compramos algunas «chuches» en una tienda y volvimos a nuestro remanso de paz para comer y seguir disfrutando de la piscina.

Y unas horas antes de la puesta de sol nos cambiamos y nos fuimos a visitar Oia, la joya de la corona de Santorini.
OIA
Quizás sea el lugar más deseado de la isla de Santorini y también el más fotografiado.
Oia, también llamada Iá, está construida en lo alto sobre el borde de la Caldera y es uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo. Su fama es bien merecida ya que tiene una atmósfera muy especial. Cuando se nombra a las Islas Griegas todos tenemos una imagen en mente, y ésta es probablemente Oia.



Su famoso rito de la puesta de sol es conocido en el mundo entero, aunque hay que sufrirlo.
Cuando los sitios tienen tanta acumulación de gente y tienes que pegarte por sacar una foto ¡buf! me supera. Bonita y auténtica es un rato, pero aguantamos cinco minutos, sacamos la foto de rigor y huimos de allí. Fijaros la cantidad de gente apelotonada, es que pierde todo el encanto.


Al igual que os explicaba con Fira, no hay un itinerario establecido, perderos por sus callejuelas llenas de escalones y casas pintadas de blanco y excavadas en la roca (los famosos thotlos o casas cueva) es el mejor consejo.



Tomar algo en una de sus terracitas con las maravillosas vistas que ofrecen, curiosear por las numerosas tiendas de artesanía, sacaros mil fotos, disfrutarla a tope, porque es un lugar único en el mundo.


Y fotografiar el atardecer no solo desde los típicos puntos. Salir de ellos y encontrareis postales preciosas que se quedarán grabadas en vuestras retinas para siempre.


Estuvimos dudando si cenar o no en Oia porque veíamos muchos sitios chulos, y volver de noche en el quad hasta Akrotiri no nos apetecía demasiado. Ambas localidades están en extremos opuestos de la isla y el camino es largo, por lo que buscamos un restaurante cerca del hotel y reservamos por teléfono.
Caldera Romántica Restaurant fue el elegido y aunque la cena no estuvo mal, la ambientación del local no era de lo más adecuado. Parecía más un local de copas que un restaurante. Después de cenar volvimos al hotel, a nuestra maravillosa habitación, para seguir disfrutando del cielo nocturno mientras nos tomábamos algo en los pufs de la azotea. Era nuestra última noche en la isla y había que aprovechar. Con las imágenes de las constelaciones de la osa Mayor, Casiopea o Perseo en la retina nos fuimos a dormir.
DÍA 12
Hoy dejábamos de madrugada el hotel. Teníamos por delante un vuelo hasta Atenas, una visita exprés a la ciudad y la vuelta a España.
El traslado al aeropuerto lo contratamos con el hotel y nuestro conductor nos estaba esperando junto con un pack de desayuno para llevar.
En algo menos de una hora de vuelo estábamos aterrizando en el aeropuerto de Atenas. Recogimos las maletas y fuimos en busca de Stelios. Como os comentaba al principio de la entrada, este tour lo reservamos con Stelios Spinoulas ya que lo recomendaban en el foro de Los Viajeros. Contactamos con él por email, acordamos el precio y los lugares a visitar y allí estaba esperándonos con un cartelito con mi nombre.
Nos montamos en su coche y comenzamos el tour.
La primera parada no podía ser otra que la Acrópolis de Atenas, la seña de identidad de la capital griega. Pero, ¿por qué la elegimos como primera parada? Por dos motivos: las colas y el calor.
Si llegando antes de las 8 a.m. y teniendo que esperar a que abrieran las taquillas ya había bastante gente esperando, no me quiero imaginar las colas que se montarán más tarde y el calor que se tiene que pasar allí esperando a coger la entrada… Es un lugar donde pega muchísimo el sol y en agosto aún más, por lo que merece la pena madrugar. Yo hasta me tuve que echar crema del sol varias veces porque me estaba quemando.
Si queréis ver los horarios, precios, días de entrada gratuita y demás información podéis pinchar aquí.
Una de las primeras cosas que os va a llamar la atención nada más entrar es El odeón de Herodes Ático, la única construcción romana, del siglo II, del entorno de la Acrópolis. El odeón ha sido restaurado y todavía hoy en día sigue utilizándose para su función original: servir de escenario para audiciones musicales. Su construcción duró diez años y su planta es similar a la de un teatro romano, con la diferencia de que el odeón estaba cubierto. Era más bien pequeño, tenía un aforo en sus gradas para cinco mil espectadores y un escenario de 35 metros de largo.


Después de ver el odeón comienza la subida a la acrópolis propiamente dicha. La acrópolis era, literalmente, la ciudad alta y estaba presente en la mayoría de las ciudades griegas, con una doble función: defensiva y como sede de los principales lugares de culto. La de Atenas está situada sobre una cima, que se alza 156 metros sobre el nivel de mar y es la más representativa de las acrópolis griegas.
La entrada a la Acrópolis la vais a realizar por una gran puerta llamada los Propileos. Esta zona me hizo tele transportarme a Egipto, con sus diferencias lógicamente, pero con esa majestuosidad que te deja asombrada mirando hacia arriba, imaginándote lo que debió ser aquello en su época de máximo esplendor.

A la derecha de los propileos se encuentra el Templo de Atenea Niké, donde originariamente se encontraba una gran estatua de bronce de Atenea personificada como Niké, o diosa alada, símbolo de las victorias navales, a la que se cortaron las alas para que nunca pudiese abandonar la ciudad.

Y después de esto se llega a la joya de la corona, lo que has visto mil veces en los libros de historia, lo que todos los que pisan Grecia quieren conocer: El Partenón. Ya sabíamos que iba a estar lleno de grúas y andamios, lleva así años, pero aun así te asombra.

La construcción del monumento, realizada casi exclusivamente en mármol blanco fue iniciada por Pericles como agradecimiento de la ciudad a los dioses por su victoria contra los persas, y se desarrolló entre los años 447 y 432 a.C.

El Partenón conservó su carácter religioso a lo largo del tiempo como iglesia bizantina, latina y como mezquita musulmana. Pero en 1687, los turcos utilizaron el Partenón como depósito de pólvora durante el asedio por la República de Venecia y como consecuencia uno de los cañonazos venecianos cayó en el Partenón y causó una enorme explosión que destruyó gran parte de la edificación, preservada en buenas condiciones hasta ese entonces.

Los daños siguieron a principios del s. XIX, cuando el embajador británico en Constantinopla, Thomas Bruce Elgin, decidió quitar la mayor parte de la decoración escultórica que quedaba del monumento (frisos, métopas, frontones) y trasladarla a Inglaterra para venderla al Museo Británico (donde se exhibe actualmente).

El diseño del Partenón estuvo condicionado inicialmente para albergar la imagen de oro y marfil de Atenea Parthenos, esculpida por Fidias. La colosal estatua de doce metros de altura precisaba de una cella (cámara interior) de más de 18 metros de anchura, impresionante ¿verdad?

Otro de los iconos que más ganas tenía de ver eran las famosas Cariátides, situadas en la cara sur del Erecteión.

No son las originales (ya que cinco se encuentran en el museo de la acrópolis y una en el museo británico), pero eso no hace que te dejen de impresionar.

Son tan bonitas, tienen tanta presencia, miran a la ciudad de Atenas con elegancia, vamos que me encantaron.

Su nombre está relacionado con la antigua ciudad de Carias, donde se celebraba una festividad de muchachas que danzaban en honor de Artemisa Cariátide.
Por otra parte, un relato de Vitruvio indicaba que siendo esta ciudad aliada de los persas durante las Guerras Médicas, sus habitantes fueron exterminados por los otros griegos, sus mujeres fueron convertidas en esclavas y condenadas a llevar las más pesadas cargas. Se las esculpe a ellas, en lugar de columnas típicamente griegas, para que estén condenadas durante toda la eternidad a aguantar el peso del templo.


Desde la acrópolis se pueden apreciar otras obras de arte de Atenas en la distancia como El Hefestión, muy bien conservado y al que no nos dio tiempo a visitar, o el templo de Zeus Olímpico (u Olimpeion) al que acudiríamos nada más bajar de la acrópolis.


El calor apretaba ya de lo lindo. Menos mal que allí abajo estaba esperándonos Estelios con un par de botellas de agua y su coche con aire acondicionado ¡qué gozada! Porque andar por la calle con ese calorazo sería inviable.
Nos montamos y nos dirigimos al Templo de Zeus Olímpico. Nos dejó en la puerta, compramos la entrada y pasamos a ver el recinto de cerca y sacarnos unas fotitos.
Adriano dedicó este templo a Zeus, el rey de los dioses.
Levantó una estatua gigantesca de oro y marfil de Zeus en la cella, y puso una igual de grande de sí mismo cerca de ésta.
El templo medía 96 metros de largo, 40 metros a lo ancho y contaba con 104 columnas corintias, cada una de ellas de 17 metros de alto. No se sabe cuándo fue destruido el edificio pero, como muchos edificios grandes de Grecia, es probable que fuera destruido por un terremoto en la edad media.

Y esta es la imagen más típica, donde se ve el Partenón al fondo.

Volvimos a montarnos en el coche y nos dirigimos al Estadio Panathinaikó, también conocido como el Kallimármaro, un estadio de atletismo que acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos en 1896.

Podéis visitar su web pinchando aquí para tener toda la información de horarios, precios etc.
Fue reconstruido a partir de los restos de un antiguo estadio griego que se utilizaba para alojar la parte atlética de los Juegos de las Panateneas, en honor de la diosa Atenea.
Es el único estadio importante en el mundo construido enteramente de mármol blanco y uno de los estadios más antiguos del mundo.


Dentro del estadio hay un museo donde se pueden ver todas las antorchas de los Juegos Olímpicos y su correspondiente cartel oficial.


Al salir de esta visita le dijimos a Estelios que nos llevara a un punto panorámico desde donde ver la Acrópolis en la distancia. Uno en el que no hubiera aglomeración de gente y en el que pudiéramos estar tranquilos.
No lo dudó ni un segundo y nos dijo que confiáramos en su criterio y ¡guau! vaya si fue acertado.
Nos hubiera encantado estar aquí al atardecer con la luz perfecta para sacar esta bonita estampa. Eso tendrá que ser en otro viaje (que seguro que lo hacemos para conocer Meteora y alguna otra isla griega).


El reloj nos indicaba que debíamos salir pitando para ver el Cambio de Guardia y así tener algo de tiempo para comer después.

Si coincide que estáis en Atenas un domingo, podréis ver el cambio de guardia Solemne en la Plaza de Síntagma. Ese día, la ceremonia va amenizada por una gran banda musical (comienza los domingos a las 10:45 horas, pero es preferible llegar con bastante antelación, ya que suele mucha gente) y van con el uniforme de gala.
No fue nuestro caso, pero aun así quisimos asistir a este curioso evento que se celebra en «versión corta» cada hora en punto.


Los guardias son famosos por vestir un traje tradicional que ha evolucionado a partir de los uniformes usado por los rebeldes griegos durante las guerras contra la ocupación otomana.

Ya nos tocaba comer y Estelius nos acercó al Barrio de Plaka.
No tuvimos mucho tiempo para recorrerlo ya que debíamos buscar donde comer, pero el estilo de este barrio con sus callejuelas y placitas llenas de tiendas y cafés nos encantó. Además, sin darnos cuenta llegamos a la Iglesia de Panaghia Kapnikarea aunque estaba cerrada y no pudimos verla por dentro.

A la hora acordada Estelius estaba esperándonos para llevarnos al aeropuerto. Fue un placer contar con él, disfrutar de sus explicaciones en los trayectos y poder ver todo lo que os he contado en unas horas.
Nos faltaron muchas cosas por ver en Atenas. El Museo, la famosa pastelería Little Kook con su peculiar decoración, el mercado central Varvakios, el Ágora de cerca o la Biblioteca Nacional. También nos habría encantado disfrutar de una cena en una terraza con vistas al Partenón o de una piscina con las mismas vistas (tengo hoteles ya fichados para ello jejejef). Pero en esta ocasión no teníamos más días.
Se terminaban las vacaciones de verano. Habíamos tenido todo lo esperado: sol, descanso, playas impresionantes, buena comida, arte, puestas de sol idílicas y la belleza única de Santorini. Sin duda, Grecia no es un país de una única visita y como ya he dicho, volveremos seguro.
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¡Salud viajeros!
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jose luis arrilucea
!! ZORIONAK¡¡
En cada diario de tus viajes me sorprendes màs. No solo , no te cansas de escribir y de explicarnos sino que lo haces con las mismas ganas e ilusiòn que cuando nos contaste el primero de tus viajes. Tu esfuerzo se merece toda mi admiraciòn.
Me inspiras para viajar , pero mi valentìa està limitada.
Muchas gracias y otra vez FELICIDADES.
Conchi
¡De nuevo muchísimas gracias Jose Luis! Ahora voy a descansar un poco en Semana Santa pero a la vuelta de las vacaciones vuelvo a la carga con mis diarios para daros mas ideas viajeras. Seguro que con alguno te animas 🙂